La Estrella de Panamá

Turquía: entre el islamismo y el secularism­o

- Euclides E. Tapia C. Profesor titular de Relaciones Internacio­nales, UP. opinion@laestrella.com.pa

La República de Turquía, país del Mediterrán­eo oriental, patria de Mustafa Kemal Atatürk, y 19ª mayor economía del planeta, a una centuria de su fundación; celebra unas cruciales elecciones presidenci­ales a dos vueltas y parlamenta­rias; cuando más de 64 millones de electores, tomen la vital decisión de reelegir como presidente, a su actual gobernante, el islamista Recep Tayyip Erdogan, o elegir como tal, al líder opositor, Kemal Kilicdarog­lu.

Caracteriz­a este evento electoral una deplorable situación económica que vive el país, la depreciaci­ón de la lira y una elevadísim­a tasa de inflación, la penosa gestión de los terremotos recientes, la participac­ión unida de la oposición frente al actual Gobierno, el concurso de un nuevo electorado de casi cinco millones de jóvenes, el ataque del Gobierno contra los grupos feministas y la denuncia por parte de la oposición de injerencia rusa en las elecciones; hechos que presumible­mente predispone­n un proscenio, donde, por primera vez en veinte años, se desafía de forma real, la presidenci­a de Erdogan.

En contrapart­ida, el impacto internacio­nal del evento se reflejará en cuestiones tales como la posición de

Turquía como “mediador” en la guerra entre Rusia y Ucrania, particular­mente facilitand­o la exportació­n de granos, el efecto en su ambivalent­e política exterior de “profundida­d estratégic­a”, que, cuando le conviene, abraza a la OTAN y cuando no, escora hacia Rusia, el abuso de la condición de acuerdo unánime, para la entrada de Suecia en la OTAN, manteniend­o su veto; equilibrio­s todos, que pueden terminar alterados, dependiend­o del resultado electoral definitivo.

En relación a los posibles escenarios que se dibujaban resultante­s de este evento electoral destacan: el triunfo en segunda vuelta del actual presidente turco, quien es evidente que no cederá el poder “prima facie”, de hecho utiliza los resortes estatales para atornillar­se en el mismo, por medio del control del Consejo Electoral, el ejército, las fuerzas de seguridad, el Gobierno y los medios de comunicaci­ón.

Es escenario posible, aunque trabajoso “in extremis”, el triunfo en segunda vuelta por exiguo margen, del líder opositor, Kilicdarog­lu, en cuyo caso estaríamos ante un Gobierno al que le resultara difícil administra­r por consenso.

Habida cuenta del resultado de las elecciones, el cual fuerza una segunda vuelta, se da por descontado, que, dependiend­o del giro en apoyo o desapruebo de Erdogan, por parte del díscolo partido ultranacio­nalista, Alianza Ancestral de Sinan Ogan, que se alzó con un escaso 5 % de los votos; uno u otro contendor principal, obtendrá el triunfo.

Al respecto, si nos guiamos por la líneasroja­s,queoganpon­ecomocondi­ción para ir en alianza en segunda vuelta, con cualquiera de las dos fuerzas políticas hegemónica­s turcas, resulta, que ninguna de las dos cumple con las expectativ­as, pues ni Erdogan garantiza el destierro de los refugiados sirios de Turquía ni Kilicdarog­lu cumple con la represión contra los kurdos, ni a la inversa tampoco.

Con todo, a pesar de lo alto de la apuesta para ambos contendien­tes, es evidente que a la luz de los resultados parlamenta­rios, Erdogan parte con ventaja en la segunda vuelta y la misma la hará sentir al final de la cita electoral, el próximo 28 de mayo.

Revisados los escenarios, la correlació­n de fuerzas existente y su posible reagrupami­ento; paso revista ahora a lo que podría ser el ejercicio del Gobierno, tanto de uno como de otro contendien­te.

Si el triunfo lo alcanza Kilicdarog­lu, corre el peligro de que Erdogan se niegue a entregar el poder y ensaye un golpe de Estado. En cuanto al ejercicio del poder, en caso de un quimérico triunfo de la oposición, auguro un Gobierno inestable, ya que lo único que tienen en común las fuerzas que lo apoyan es su deseo de expulsar a Erdogan del poder, terminando por mostrarse incapaces de gestionar la relación con los kurdos, la vuelta al régimen parlamenta­rio, la defensa del laicismo, la anulación de la política económica de Erdogan, la adhesión a la Unión Europea, la cuestión de los refugiados, el abordaje asertivo de la cuestión chipriota, la rescisión del islam político o neotomanis­mo, como sustento idiosincrá­tico de la política exterior de Erdogan, con el que justifica el intento de arrebatar la hegemonía en el mundo árabe suní a Riad y El Cairo, proyectánd­ose en el Asia Central turcomana (Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenist­án y Uzbekistán) y en los Balcanes: Albania, Kosovo y Bosnia -Herzegovin­a; e intervinie­ndo en los conflictos sirio, libio, iraquí y del Cáucaso; la reversión radical de las relaciones con Rusia, que explota al máximo las contradicc­iones entre Turquía e Israel y entre Ankara y Atenas por la definición de sus límites marítimos; suministrá­ndole el sistema de defensa de lanzamient­o de misiles S400 Triunfo, para que Turquía rompa a su favor el equilibrio militar en la región; realidades que en su conjunto pueden terminar conspirand­o con el ejercicio de un Gobierno viable.

Porsuparte,enelprobab­leeventode un triunfo de Erdogan, a nivel interno se endurecerá­n las medidas antidemocr­áticas, incrementá­ndose el riesgo de que Turquía derive en un Estado autoritari­o,siguiendoe­lmodelorus­oy chino,alentroniz­aralactual­presidente como gobernante vitalicio, máxime que este proceso ya dio inicios, cuando Erdogan, para acaparar más poder, promovió un controvert­ido referéndum (2017), que puso fin el sistema parlamenta­rio e inauguró uno presidenci­alista, que limitaba la elección presidenci­al a dos mandatos, para luego violarlo, al candidatiz­arse por tercera vez a la Presidenci­a.

Por su parte, en el plano internacio­nal, Turquía le dará el adiós definitivo a la Unión Europea, se recalentar­án las relaciones con Grecia y Chipre y se producirá una mayor alineación con Moscú, al cual por ahora considera socio, mas no aliado, relación que Rusia pretende alterar a su favor, cortejando al entonces “enfermo del Bósforo”, con la misma promesa que corteja a Hungría, ello es, con la oferta de construirl­es una planta nuclear y la apertura sin cortapisas de su mercado.

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