¿Por qué tanta hambre en Panamá?
Me invitaron a una reunión a la que asistieron reconocidos banqueros, economistas y productores. Recibí una sorpresa sin igual, debido a que todos creemos que en Panamá la situación del ciudadano común está progresando, cuando, según estos conocedores del problema, está más bien empeorando. Por ejemplo, un personaje de estos mencionó que “ya en Panamá hay hambre”.
¿Cuándo había expresado algún conocedor del tema que había hambre en nuestro país? Esta situación nos parte el alma, debido al grupo de población que sufre esta realidad y a que Panamá es un país económicamente más estable y de mayor fortaleza que la mayoría de los países de América Latina.
Si miramos a Chile y Colombia, ya la izquierda comenzó a destruir esos países. Dos de las sociedades más educadas de América
Latina. Argentina está peor: el país más rico de América Latina en el siglo pasado, hoy aparece como el más corrupto y alejado de la mano de Dios. No olvidemos a Brasil, el gigante de Sudamérica, cuyo presidente ya estuvo en prisión y ha vuelto al poder tras ser indultado.
En el Perú y Centroamérica, por su parte, ya algunos de sus presidentes están detenidos o investigados en los Estados Unidos por peculado, soborno o lavado de dinero. Una de las grandes vergüenzas que puede sufrir una nación. Ni hablemos de México, país con una de las economías más fuertes, al que la demagogia política lo está convirtiendo en otra república bananera.
Aquí no se trata de uno o dos Gobiernos, sino de la corrupción y la impunidad que ocurren en toda la sociedad latinoamericana y que la empujan hacia el empobrecimiento y la violencia social. El pueblo de América Latina se pregunta hacia dónde vamos, cuando sus hijos no tienen la posibilidad de educarse. Cuando los padres no pueden darle una alimentación sana a sus hijos ni darle las oportunidades de las que gozan otras sociedades.
El ejemplo que nos da la fuga de ciudadanos latinoamericanos hacia los Estados Unidos nos demuestra que tenemos Gobiernos fallidos, sin norte, sin honestidad y sin derecho a ser gobernantes. Nos preguntamos entonces, ¿por qué debemos tener estos Gobiernos y queremos culpar a los Estados Unidos de todos los delitos y fallas que hemos creado nosotros mismos con nuestro comportamiento político y mal manejo de la economía?
Por todo lo anterior, el nuestro nos preocupa. ¿Cómo es posible que muera en la selva del Darién un niño que viene con sus padres en busca de libertad, de alimentación y de educación, terminando asesinado y violado por los pandilleros que pululan en nuestro país? ¿No tenemos nosotros la obligación de garantizarle al que pase por nuestro territorio el derecho a hacerlo en paz y seguridad en su ruta hacia otro país? ¿Qué contestamos a esto? ¿Qué dicen los países que se jactan de ser los más ejemplares? En realidad es una fantasía que han inventado por razones políticas, para asumir funciones y poderes que el pueblo honesto y trabajador no les ha dado y que no merecen.
Tenemos en Panamá un país que, aunque pequeño de superficie, es proporcionalmente rico con respecto a otros. Es fácil colocar a Panamá en primera línea, pero los que detentan el poder prefieren dedicar esfuerzos a otros vaivenes que los beneficien más a ellos que al pueblo panameño. Así ningún país, chico o grande, puede progresar.
Nuestra generación supo crear riqueza a base de honestidad, de trabajo y de búsqueda del progreso. Y por eso podemos decir con orgullo que nuestro país, a pesar de todas las lacras, es uno de los más adelantados de América Latina. Imagínense cuánto progresaría si nuestros Gobiernos fueran honestos. No me atrevo a negar que la población de Panamá podría estar al nivel económico y social de los Estados Unidos, si tuviéramos gobernantes que la guiarán por objetivos correctos y honestos.
Se presenta, en mayo de 2024, la oportunidad de votar honestamente, alejados del pandillerismo, el tráfico de estupefacientes y muy particularmente de la mentira, el cuento y el juegavivo. De nosotros depende decidir nuestro destino.