El agua que se escurre
“Si la gestión del agua es un problema acuciante, es obligatorio reducir al mínimo los requerimientos y evitar que se escurra innecesariamente. De ello depende el futuro [...]”
Los noticieros de televisión se llenan de grupos de personas que protestan por falta de agua en diferentes sectores geográficos. En el área de Loma Cová, cercana a Arraiján, las casas se alinean en las lomas y de cada una salen delgadas mangueras blancas que descienden de las escarpadas colinas como si fueran guirnaldas en fiestas que se llenan con el confeti. Acá, raras operaciones realizadas por vecinos buscan extraer el líquido de cualquier lugar.
No bastan los camiones cisternas, brotes del subsuelo montañoso, de tanques y plumas comunitarios para abastecer las necesitadas del recurso. Estas irregulares formas tienden a contaminar el agua que pasa de un envase al otro, de unas manos a otras y que no pueden satisfacer los múltiples usos de manera adecuada, circunstancias que terminan por afectar el nivel de vida de los usuarios.
Aunque las cifras del Censo de Población recién realizado exponen que un 7.4 % de la población no cuenta con agua potable ?que corresponde a 280 000 individuos?, en algunas provincias las cifras son mucho más altas, como en Bocas del Toro, donde un 29 % y en Darién, un 24 % no tienen el servicio. Se estima que la cantidad en esta situación es más alta en lugares de difícil acceso.
Uno de los factores más complejos es la costumbre de establecer los asentamientos tanto periféricos en las urbes como en las zonas rurales, donde las casas se instalan como resultado de movimientos invasores, sin contar con el entramado del acueducto y las redes de distribución. En un periodo, la gente se contenta con adquirir el líquido que satisface diferentes necesidades de forma irregular, pero llega el momento en que esto se hace crisis.
Los informes de consumo establecen que en el primer semestre de 2022 la facturación alcanzó un total de 58 398 217 millones de litros de agua; lo que representa un aumento de 1.68 % con relación mismo periodo del año anterior. Es quizás un incremento muy bajo en relación con la cantidad de hogares que se suman como nuevos usuarios. Probablemente representa un lento movimiento en el crecimiento de quienes pagan, con relación a la formación de familias que requieren del servicio.
Surge una situación paradójica en medio de este clima de escasez. Quien analice este delicado panorama, podría considerar que existen pocas fuentes de donde extraer el recurso hídrico, pero no es así. El Instituto de Meteorología e Hidrología ha explicado que las lluvias son abundantes (primer lugar en Centroamérica), así como la producción en cuencas, pues existen 500 ríos en el istmo.
Algunas opiniones en relación con este tema exponen que se trata de un problema de gestión, que tiene que ver con la administración del modelo utilizado para la distribución y el uso de toda la rama institucional. De alguna manera se considera que no se ha planificado eficientemente el servicio con un enfoque técnico y organizado a través de todo el país.
Quizás no están coordinados racionalmente los componentes del problema. Habría que identificar y reconocer las condiciones concretas del 7.4 % de la población que está fuera del patrón de servicio de dotación de agua. ¿Dónde está? ¿Por qué se encuentran fuera de la distribución? ¿Qué papel juegan las autoridades locales? ¿Cómo funcionan la logística y recursos tecnológicos?
Hay medidas que pueden seguirse para aprovechar los excedentes en las fuentes naturales. Más aún, sobre todo en lugares como escuelas donde la población requiere utilizar en el sistema sanitario y en la agricultura. ¿Se han considerado los recursos alternos como un circuito de represas para guardar durante los meses más lluviosos y lograr mejor aprovechamiento de los aguaceros?
Si la gestión del agua es un problema acuciante, es obligatorio reducir al mínimo los requerimientos y evitar que se escurra innecesariamente. De ello depende el futuro de gran parte de la sociedad panameña.