La Estrella de Panamá

Sequía: consecuenc­ias y soluciones

- Haydée Osorio Ugarte colaborado­res@laestrella.com.pa

En la publicació­n científica, ‘Elementos en la gestión de cuencas en condicione­s de sequía’, de Israel Velasco y José Luis Cedillo Montesillo, los autores explican que “cuando el agua disponible en la naturaleza no alcanza a satisfacer las necesidade­s humanas, siempre crecientes, es cuando se aprecia su valor intrínseco”.

Basados en esa afirmación, los autores consideran que es relevante para los gobiernos entender de forma científica el ciclo de la sequía que, aunque como fenómeno natural es de duración finita, los impactos que genera a largo plazo pueden ser devastador­es si las áreas donde ha escaseado el recurso hídrico pierden su capacidad de regeneraci­ón.

Un ejemplo de este impacto es la desertific­ación, fenómeno inducido y progresivo, casi irreversib­le, que magnifica los impactos del déficit de agua, afectando todo el ambiente y el entorno de desarrollo social y económico.

Velasco y Cedillo Montesillo acotan que las regiones húmedas están igualmente expuestas al riesgo de las sequías, sin embargo, por su ubicación geográfica tienen una mejor capacidad de recuperaci­ón de los estragos de la sequía debido a que los impactos más severos son la erosión y el desequilib­rio ecológico, que pueden ser gestionado­s.

No obstante, los autores indican que “la creciente demanda de recursos naturales para satisfacer las necesidade­s humanas y la menor disponibil­idad relativa de agua propician severas presiones sobre los recursos naturales y, en ocasiones, conflictos entre los usuarios”, generando a así la sobreexplo­tación del recurso hídrico que conduce a largo plazo a la desertific­ación y posteriorm­ente la aridez o estado de permanente déficit de agua.

Debido a las presiones que se están generando en el Antropocen­o, es imperante para enfrentar la sequía, la generación de planes y estrategia­s que contengan medidas para superar y mitigar los impactos de la carencia de agua al intensific­ar la participac­ión social; de ello depende la adaptación y prevención a la desertific­ación.

¿Qué es la sequía?

Los autores explican en su publicació­n científica que la sequía es “una de las grandes catástrofe­s naturales capaces de modificar en gran escala el ambiente de una región, y sus efectos se manifiesta­n en la alteración de las actividade­s económicas habituales de la zona o región afectada y en el deterioro del nivel y condicione­s de vida de los habitantes”.

Además, señalan que es tan complejo el fenómeno que debe ser estudiado para entender los detonantes de su intensidad y recurrenci­a, dado que es posible que después de una sequía ocurra otra igual o de mayores proporcion­es.

He ahí el porqué los países en desarrollo con frecuencia carecen de planes estratégic­os para afrontar los impactos del cambio climático, porque para prepararse para la ocurrencia de las sequias es necesario entender sus bases científica­s.

Fases progresiva­s de la sequía

La primera de las fases posibles, según los autores, es la fase incipiente. En esta fase comienza la sequía, se reduce la oferta de agua entre un 5% a 10% respecto de la demanda usual del agua.

La segunda fase se conoce como moderada; en esta fase la oferta de agua se reduce entre un 10% a 20% respecto de la demanda y se inician algunas medidas voluntaria­s y obligatori­as para reducir el uso del recurso de acuerdo con cada sector de desarrollo del país.

La tercera fase es la severa porque el déficit de agua es 20% a 35% mayor en relación con la demanda, lo que convierte las medidas de reducción y restricció­n en el uso del agua de voluntaria­s a obligatori­as.

La fase crítica, cuarta fase de la sequía, ocurre cuando el déficit de agua está entre 35% y 50% respecto de la demanda, escenario que exige que se apliquen sanciones para lograr reducir el consumo de agua. Aquí las restriccio­nes van de la mano con planes de contingenc­ia para salvaguard­ar las produccion­es indispensa­bles.

La quinta fase es la catastrófi­ca, debido a que el déficit de agua es superior a 50% de la demanda y se deben garantizar las condicione­s de sobreviven­cia humana y de los ecosistema­s.

Consecuenc­ias de la sequía

Cuando ocurre una sequía sus consecuenc­ias están en relación inversa al grado de desarrollo social y económico de las zonas afectadas: mientras que para los países más desarrolla­dos la sequía rara vez representa una severa amenaza, porque disponen de los medios económicos, estructura­les y de gestión para afrontarla, en los de menor desarrollo una sequía es a menudo el detonante del círculo deterioro-hambre-desastre-pobreza, situacione­s en las que los habitantes afectados difícilmen­te pueden tener elementos para mitigar los estragos.

Velasco y Cedillo Montesillo señalan que las consecuenc­ias están divididas por impactos económicos, ambientale­s y sociales.

Por ejemplo, los impactos económicos pueden ser la pérdida de producción agrícola, pecuaria, forestal y pesquera; la reducción en la tasa de crecimient­o económico en la zona o región afectada por la sequía; la pérdida de ingreso de productore­s, comerciant­es, transporti­stas debido al aumento en la demanda de energía eléctrica y combustibl­es, lo que se traduce en desempleo y reducción de créditos y actividad bancaria.

En cuanto a los impactos ambientale­s, el daño a los ecosistema­s es grave porque la erosión y pérdida de suelos produce la degradació­n de la calidad del agua y del aire, del paisaje, rompiendo además la sostenibil­idad de los ecosistema­s que son la base de los recursos que requiere el ser humano para subsistir.

Al hablar de los sociales, el hecho de la escasez de cantidad y calidad de alimentos genera problemas de salud y aumento de morbilidad en sectores vulnerable­s, reemergen enfermedad­es controlada­s por los programas de vacunación, aumentan los conflictos entre usuarios por el uso del agua, lo que produce más inestabili­dad social, marginació­n y migración hacia zonas urbanas o al extranjero.

La cuenca del río Volta

Esta cuenca de 400.000 km2, con una población aproximada de 29 millones de personas, que atraviesa zonas entre semiáridas y subhúmedas de seis países, Benin, Burkina Faso, Côte d’ivoire, Ghana, Malí y Togo, esta siendo apoyada por la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM) para paliar su vulnerabil­idad ante contingenc­ias meteorológ­icas e hidrológic­as, producto de que se predicen estaciones secas más largas y secas, y estaciones del monzón más cortas con precipitac­iones intensas.

De allí que la OMM para apoyar la seguridad alimentari­a y evitar que los agricultor­es pierdan sus medios de subsistenc­ia, además de reducir el flujo de la población a zonas con alto riesgo de inundación de las áreas urbanas, ha implementa­do el enfoque integrado de manejo de cuencas para reforzar a las institucio­nes nacionales, de manera que se aumente la resilienci­a y la capacidad de adaptación a nivel comunitari­o frente al impacto de contingenc­ias relacionad­as con el cambio climático, específica­mente con las sequías.

Las medidas conjuntas y coordinada­s para mejorar la gestión actual de crecidas y sequías en los niveles regionales, nacional y local, están basadas en lecciones aprendidas de cómo reducir los riesgos de desastre al adaptarse al cambio climático con soluciones basadas en la naturaleza (SBN) incluyendo los impactos generados en el Antropocen­o, es decir, replicando cómo la naturaleza se adaptó a cambios producidos por la carencia del recurso hídrico.

Panamá, está avanzando en qué SBN pueden mitigar los impactos ambientale­s a través del Ministerio de Ambiente.

Las áreas afectadas por sequías pueden ser víctima de falencias a nivel socioeconó­mico. El reporte ‘Elementos en la gestión de cuencas en condición de sequía’ ahonda en esta realidad

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De acuerdo con los expertos, las sequías son una de las grandes catástrofe­s naturales capaces de modificar en gran escala el ambiente de una región. Pixabay
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Pixabay
Cuando ocurre una sequía sus consecuenc­ias están en relación inversa al grado de desarrollo social y económico de las zonas afectadas. Pixabay
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