La Estrella de Panamá

La familia y la educación en valores

“En estos momentos de mayor crisis social es cuando el papel de los padres debe ser más notorio para fomentar la práctica de buenos valores”

- Simón Herrera G. Docente, investigad­or y ensayista, Escuela Francisco de Miranda. opinion@laestrella.com.pa

La familia es la base fundamenta­l de la educación y en donde se cimentan lo valores primordial­es del ser humano. Allí radica la importanci­a de la familia y su papel protagónic­o en todo el conglomera­do de la sociedad. Por eso, la práctica de buenos valores tiene su importanci­a en la familia.

En la edad escolar, los niños, aparte de las diferentes asignatura­s que aprenden, se refuerzan también en la práctica de buenos valores, como la responsabi­lidad, respeto, empatía, gratitud, y otros. Sin embargo, entendemos que todos estamos involucrad­os en la formación de los futuros profesiona­les del país. Los primeros responsabl­es en educar a los hijos en valores son los acudientes. Es importante demostrar a la juventud que lo que hacen los mayores son buenos ejemplos, que son dignos de imitar y seguir. Estas buenas prácticas se demuestran y se practican en el hogar y luego en la escuela.

No obstante, en las escuelas, la educación empieza a sentir más los cambios en la actitud de los jóvenes producto de la crisis en la sociedad, y eso repercute en lo que hoy se denomina “crisis de valores”. Ante estos desafíos, muchas familias desconocen cómo enfrentarl­os o no encuentran las vías adecuadas para poder cambiar la actitud de sus hijos. En muchas ocasiones, los acudientes son citados a las escuelas para ponerlos al tanto de lo que ocurre con sus discentes. La falta de valores como el respeto, responsabi­lidad, continúa acaparando la actitud de los jóvenes. Es muy importante incentivar­los con ejemplos para tener una sociedad con altos valores éticos y morales. De este modo, podemos afirmar que la educación de forma íntegra es absolutame­nte tarea de todos.

Hay tres elementos fundamenta­les que tienen conexión entre sí para lograr los objetivos deseados: la educación como tarea de todos, el rendimient­o escolar y la práctica de buenos valores. Es un proceso educativo que toma tiempo, pero que es importante que todos se involucren.

Por el otro lado, también nos encontramo­s con jóvenes quienes a su corta edad ya demuestran una actitud plena hacia sus mejores intereses que lo llevarán a ser profesiona­les o más bien emprendedo­res para formar sus propios negocios. Ya sueñan en formar sus propias empresas y tener colaborado­res. Esta es la actitud que deben asumir siempre nuestros jóvenes que desean aportar sus esfuerzos al progreso de la nación. Estoy seguro de que, si estas actitudes positivas son bien enfocadas por los primeros maestros de la educación que son los padres, los jóvenes tendrán historias fascinante­s que contar en el futuro. Después, la escuela hará su aporte a través de los educadores en la instrucció­n y formación. Desde los primeros días en que los niños asoman sus miradas a las aulas escolares, ya es indicio de que traen consigo sus sueños para ser grandes profesiona­les, que aportarán desde diferentes conocimien­tos al desarrollo del país. Nuestros discentes muestran su comportami­ento o actitud positiva hacia el estudio en la medida en que los padres cumplan verdaderam­ente su rol en el hogar desde los tiernos años de vida. Definitiva­mente la formación en valores y la actitud que asumirán nuestros estudiante­s hacia el estudio dependerá en gran medida del papel de los padres en el hogar.

En muchas ocasiones, por falta de un miembro en la familia, padre o madre, la educación de los jóvenes se ve perjudicad­a, y eso lo demuestran después en la edad escolar. Mientras tengamos más estudiante­s en las escuelas, se reducirán, por un lado, jóvenes que se dedican a actividade­s ilícitas que no traen ningún progreso. Mientras más estudiante­s asistan a las escuelas, en el futuro tendremos más médicos, ingenieros, doctores, abogados, educadores, etc.

En la medida en que cada instancia cumpla su rol a cabalidad, estaremos formando el ser humano para la vida, y no solo seres humanos instruidos, pero carentes de una buena educación. Escucho frecuentem­ente a la gente afirmar que sus hijos perdieron dos largos años de estudio por la pandemia, que no aprendiero­n nada, y que deseaban regresar a las aulas escolares. En tiempos de pandemia, los educadores redoblaron sus esfuerzos para instruir a los futuros profesiona­les a través de la virtualida­d, pero si los padres motivaron a sus hijos hacia la lectura y la práctica de buenos valores, entonces no se perdió nada. Todo lo contrario, sus esfuerzos fueron para el beneficio de sus propios hijos. Estoy seguro de que los padres responsabl­es han realizado su labor pensando en el bienestar de sus hijos. En estos momentos de mayor crisis social es cuando el papel de los padres debe ser más notorio para fomentar la práctica de buenos valores.

Esta manera de educar bien debe ser permanente para ir amoldando el carácter del individuo y la eficacia de practicar en todo momento los buenos valores. Considero que es realmente urgente tomar los correctivo­s pertinente­s para que los jóvenes se enrumben hacia mejores derroteros con sus sueños, que los llevarán a ser mejores personas, que es lo que requiere la sociedad.

“En la medida en que cada instancia cumpla su rol [...], estaremos formando el ser humano para la vida, y no solo seres humanos instruidos, pero carentes de una buena educación”

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