Después del jolgorio carnavalero
Hace un año recomendaba en esta columna que cuidáramos la vida en los carnavales, teniendo presente en cada momento del jolgorio que produce la fiesta más anhelada de los panameños, que Panamá nos necesita a todos sanos, vivos y productivos.
En ese sentido -por considerarlos plenamente vigentes y no ponerme inventar el agua tibia- tomaré prestados los mensajes centrales de aquella columna, invitándolos a divertirnos sanamente superando el desenfreno “carnestoléndico” y, lo más importante, enfrentar con inteligencia el gran desafío de no dejarnos distraer, mantenernos organizados y vigilantes para fortalecer nuestras instituciones y erradicar el clientelismo político y la corrupción que ha caracterizado muchas de las actuaciones de los tres poderes del Estado en los últimos quinquenios.
Para comenzar, recordemos que cada año pierden la vida un promedio de 410 personas en accidentes de tránsito, siendo principalmente hombres en edad plenamente productiva. La mayoría de estos accidentes y muertes fueron durante los fines de semana y días feriados. Siguen siendo las principales causas de estos fallecimientos: el exceso de velocidad, manejar bajo los efectos del alcohol, las distracciones, como chatear frente al volante, la impericia y el incumplimiento de los reglamentos de tránsito, como el no usar el cinturón de seguridad o, en el caso de los motociclistas, no usar casco.
Como si fuera poco, los excesos en el consumo de alcohol también afectan negativamente a nuestras familias y nuestro país. Provoca casos de violencia, como homicidios, suicidios, agresión sexual y violencia doméstica con nuestras parejas.
Y eso es todo sobre la parte del jolgorio. Disfrutemos contentos de estos carnavales, bailemos mucho, comamos y bebamos con moderación, y tomemos conciencia de los factores de riesgo que influyen en la posibilidad de sufrir un accidente, de vernos envueltos en un episodio de violencia, o de adquirir una enfermedad de transmisión sexual, por mantener una conducta temeraria y no protegernos. Y cuando enterremos la sardina, regresemos al trabajo con el mismo entusiasmo, comprometidos con el bienestar y desarrollo nacional. Recordemos que Panamá nos necesita a todos.
Pero lo más importante, luego de haber disfrutado plenamente de este período de relajación, será mantener en nuestro imaginario colectivo que enfrentamos una montaña de problemas que deberemos retomar con entusiasmo renovado el miércoles de ceniza, después de enterrar la sardina carnestoléndica.
Ahí está pendiente desarrollar un buen gobierno; fortalecer el estado de derecho y la justicia, erradicando la corrupción, el clientelismo, que son los principales determinantes de la debilidad de nuestras instituciones, y por ende la ineficiencia que caracteriza a muchas. Limita severamente el logro de las estrategias e iniciativas necesarias para alcanzar el desarrollo del sistema público que necesitamos; desarrollar una economía competitiva que genere empleos y beneficios para todos, y; combatir, por ende la pobreza y la desigualdad.
No hemos hecho lo suficiente, y ahora se nos suma una acumulación de problemas no resueltos, como por ejemplo: las falencias demostradas de nuestro sistema educativo; el rescate del fondo de pensiones de la CSS; la transformación del sistema de salud; el cierre efectivo y transparente de la mina de cobre; la renovación de la industria del turismo desarrollando infraestructuras en el atlántico y el pacífico, y lo más importante, porque de ello depende nuestro futuro, el salvamento de nuestro canal, que atraviesa una grave crisis producto de la falta de suficiente agua para su funcionamiento.
Como si fuera poco, deberemos desarrollar una nueva fuente de recursos financieros necesarios para el desarrollo sostenible del país. Ya no podremos contar con los millones que recibiríamos por la minería - estimados en 400 millones anuales-, sufriendo además una reducción de los millones que ACP aporta al tesoro nacional - estimados ya entre 500 y 700 millones anuales-, pues nuestro canal, como señalé antes, atraviesa una grave crisis producto de la falta de suficiente agua para su funcionamiento.
Por nuestra parte, comencemos por superar la crisis de valores que atravesamos, y vencer la apatía e indiferencia que nos ha caracterizado frente al quehacer de nuestros gobernantes.
Digámosle “ya basta” a los abusos y las arbitrariedades que nos han agobiado en los últimos lustros, y hagamos que nuestra voz se escuche el próximo 5 de mayo. Trabajemos en la creación de una gran base social que trascienda el discurso que ya conocemos y transforme para bien las maltrechas estructuras de nuestro Estado. Vayamos creando conciencia de persona, aprovechando los espacios para participar y expresar nuestras ideas. No nos volvamos a equivocar, votemos con la cabeza y seleccionemos al mejor candidato para que guíe nuestros destinos nacionales.