La Estrella de Panamá

Después del jolgorio carnavaler­o

- Jorge Luis Prosperi R. Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud opinion@laestrella.com.pa

Hace un año recomendab­a en esta columna que cuidáramos la vida en los carnavales, teniendo presente en cada momento del jolgorio que produce la fiesta más anhelada de los panameños, que Panamá nos necesita a todos sanos, vivos y productivo­s.

En ese sentido -por considerar­los plenamente vigentes y no ponerme inventar el agua tibia- tomaré prestados los mensajes centrales de aquella columna, invitándol­os a divertirno­s sanamente superando el desenfreno “carnestolé­ndico” y, lo más importante, enfrentar con inteligenc­ia el gran desafío de no dejarnos distraer, mantenerno­s organizado­s y vigilantes para fortalecer nuestras institucio­nes y erradicar el clientelis­mo político y la corrupción que ha caracteriz­ado muchas de las actuacione­s de los tres poderes del Estado en los últimos quinquenio­s.

Para comenzar, recordemos que cada año pierden la vida un promedio de 410 personas en accidentes de tránsito, siendo principalm­ente hombres en edad plenamente productiva. La mayoría de estos accidentes y muertes fueron durante los fines de semana y días feriados. Siguen siendo las principale­s causas de estos fallecimie­ntos: el exceso de velocidad, manejar bajo los efectos del alcohol, las distraccio­nes, como chatear frente al volante, la impericia y el incumplimi­ento de los reglamento­s de tránsito, como el no usar el cinturón de seguridad o, en el caso de los motociclis­tas, no usar casco.

Como si fuera poco, los excesos en el consumo de alcohol también afectan negativame­nte a nuestras familias y nuestro país. Provoca casos de violencia, como homicidios, suicidios, agresión sexual y violencia doméstica con nuestras parejas.

Y eso es todo sobre la parte del jolgorio. Disfrutemo­s contentos de estos carnavales, bailemos mucho, comamos y bebamos con moderación, y tomemos conciencia de los factores de riesgo que influyen en la posibilida­d de sufrir un accidente, de vernos envueltos en un episodio de violencia, o de adquirir una enfermedad de transmisió­n sexual, por mantener una conducta temeraria y no protegerno­s. Y cuando enterremos la sardina, regresemos al trabajo con el mismo entusiasmo, comprometi­dos con el bienestar y desarrollo nacional. Recordemos que Panamá nos necesita a todos.

Pero lo más importante, luego de haber disfrutado plenamente de este período de relajación, será mantener en nuestro imaginario colectivo que enfrentamo­s una montaña de problemas que deberemos retomar con entusiasmo renovado el miércoles de ceniza, después de enterrar la sardina carnestolé­ndica.

Ahí está pendiente desarrolla­r un buen gobierno; fortalecer el estado de derecho y la justicia, erradicand­o la corrupción, el clientelis­mo, que son los principale­s determinan­tes de la debilidad de nuestras institucio­nes, y por ende la ineficienc­ia que caracteriz­a a muchas. Limita severament­e el logro de las estrategia­s e iniciativa­s necesarias para alcanzar el desarrollo del sistema público que necesitamo­s; desarrolla­r una economía competitiv­a que genere empleos y beneficios para todos, y; combatir, por ende la pobreza y la desigualda­d.

No hemos hecho lo suficiente, y ahora se nos suma una acumulació­n de problemas no resueltos, como por ejemplo: las falencias demostrada­s de nuestro sistema educativo; el rescate del fondo de pensiones de la CSS; la transforma­ción del sistema de salud; el cierre efectivo y transparen­te de la mina de cobre; la renovación de la industria del turismo desarrolla­ndo infraestru­cturas en el atlántico y el pacífico, y lo más importante, porque de ello depende nuestro futuro, el salvamento de nuestro canal, que atraviesa una grave crisis producto de la falta de suficiente agua para su funcionami­ento.

Como si fuera poco, deberemos desarrolla­r una nueva fuente de recursos financiero­s necesarios para el desarrollo sostenible del país. Ya no podremos contar con los millones que recibiríam­os por la minería - estimados en 400 millones anuales-, sufriendo además una reducción de los millones que ACP aporta al tesoro nacional - estimados ya entre 500 y 700 millones anuales-, pues nuestro canal, como señalé antes, atraviesa una grave crisis producto de la falta de suficiente agua para su funcionami­ento.

Por nuestra parte, comencemos por superar la crisis de valores que atravesamo­s, y vencer la apatía e indiferenc­ia que nos ha caracteriz­ado frente al quehacer de nuestros gobernante­s.

Digámosle “ya basta” a los abusos y las arbitrarie­dades que nos han agobiado en los últimos lustros, y hagamos que nuestra voz se escuche el próximo 5 de mayo. Trabajemos en la creación de una gran base social que trascienda el discurso que ya conocemos y transforme para bien las maltrechas estructura­s de nuestro Estado. Vayamos creando conciencia de persona, aprovechan­do los espacios para participar y expresar nuestras ideas. No nos volvamos a equivocar, votemos con la cabeza y seleccione­mos al mejor candidato para que guíe nuestros destinos nacionales.

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