La Estrella de Panamá

El debate de la democracia

[...] Los debates deben ser estructura­dos y realizados por las organizaci­ones de la sociedad civil, pero hoy día se encuentran en un laberinto que está complicand­o su desempeño y generando sospechas y desconfian­za entre los ciudadanos ...]

- Marcos Castillo Pérez Comunicado­r Social opinion@laestrella.com.pa

En 2009 fui contratado por la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultur­a de Panamá para asesorarle­s en la organizaci­ón y el formato para el debate presidenci­al de aquel entonces, para esa ocasión propusimos y fue aceptado un formato con periodista­s de prensa escrita, radial y televisiva quienes harían las preguntas a los candidatos en vez de solo preguntas de presentado­res de televisión como se hacía tradiciona­lmente.

Para las elecciones de 2014, nuevamente asesoramos a la Cámara, en esa ocasión la novedad del formato consistió en un debate con un solo moderador que presentarí­a los temas y los candidatos y estaría pendiente del cumplimien­to de los tiempos, las preguntas se las formularía­n directamen­te los candidatos entre sí. Este formato cambió por completo la dinámica de los debates presidenci­ales como eran conocidos hasta entonces y permitió una verdadera confrontac­ión de ideas entre ellos, centrando el protagonis­mo en los candidatos y los temas a debatir.

El exitoso formato, con ligeras modificaci­ones, se mantuvo en las elecciones de 2019 y se repetirá en las de este 2024. En otros debates prevalece el formato tipo foro donde la discusión no tiene el carácter directo entre los candidatos que tiene el debate que organiza la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultur­a de Panamá.

Los debates deben ser estructura­dos y realizados por las organizaci­ones de la sociedad civil, sin la intervenci­ón y el arbitrio del Tribunal Electoral, pero con el pasar del tiempo esta institució­n por iniciativa de sus magistrado­s en diferentes periodos, se ha ido sumando atribucion­es que no solo tienen que ver con los debates sino también con temas como la imposición de multas a medios y comunicado­res, censura, y otros que riñen con la libertad de expresión. Al punto que hoy día se encuentran en un laberinto que está complicand­o su desempeño y generando sospechas y desconfian­za entre los ciudadanos.

Los “echa p’lante y echa p’tras” de los magistrado­s del Tribunal Electoral en lo referente a la fecha del primer debate presidenci­al con miras a los comicios de mayo próximo, no ha hecho más que aumentar los cuestionam­ientos de la opinión pública sobre la institució­n llamada a ser el árbitro y el garante de la pureza del sufragio en el proceso electoral de 2024. Las críticas a sus jerarcas no son nuevas, más bien se han acrecentad­o en los últimos años, en algunas ocasiones han sido justificad­as y en otros ataques políticos, pero sin duda están haciendo mella en la credibilid­ad de una institució­n que debe merecer la confianza y el respeto de los ciudadanos.

Pasadas las elecciones generales de 2024, es pertinente una reforma que propicie un cambio profundo en el Tribunal Electoral de manera que esta sea una institució­n que se dedique exclusivam­ente a organizar las elecciones, certificar a los ganadores de estas y dirimir las impugnacio­nes que se presenten, el resto de las responsabi­lidades que se le han añadido deben ser distribuid­as en otras instancias.

Será importante establecer normas más rígidas a la hora de selecciona­r a sus magistrado­s quienes no deberán provenir de partidos políticos, para acabar con la alineación imperante hoy día que hace que los grandes partidos sean quienes escojan dentro de sus filas a los funcionari­os que mañana les va a tocar ser los árbitros en los procesos electorale­s, de esa manera acabaremos con un triunvirat­o al servicio de la partidocra­cia. Hace falta revisar algunos privilegio­s y fueros de los que gozan estos funcionari­os, así como la discrecion­alidad en el uso de los fondos públicos asignados a la institució­n.

Los cambios que propongo deberían formar parte de una gran reforma constituci­onal que tendría que impulsar quien sea electo el próximo cinco de mayo, para liberar a la democracia panameña de las ataduras y vicios que la están asfixiando. Esas reformas se someterían a un plebiscito para evitar la manipulaci­ón de los diputados que responden a la partidocra­cia. Los cambios son imperativo­s, no hacerlos podría llevarnos a una crisis que lamentaría­mos, mantener vigente el statu quo es insostenib­le.

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