La Estrella de Panamá

Violencia, armas de fuego en la calle y elecciones, 2024

La violencia con víctimas de homicidio y robo, entre otros, nos dice que las armas ilegales se han tomado la calle, que tienen objetivos directos, una persona, un político, etc.

- Virginia Arango Durling Catedrátic­a de derecho penal opinion@laestrella.com.pa

En el desfile de celebració­n del Super Bowl en Kansas City, uno o varios sujetos armados dispararon, hubo balacera. En Panamá, durante los ‘culecos’ en los recientes carnavales en Penonomé, sucedió algo parecido.

En el año 2022, la cifra de muertes violentas arrojó 501 víctimas de homicidio respecto al año 2021, que registró 550, y en el año 2023, hubo 556 casos, y por supuesto, que todos han impactado de forma violenta en la ciudadanía, aunque genera temor y peligro cuando se realizan en lugares públicos.

En la mayoría de las ocasiones, los homicidios son realizados con armas de fuego y por personas del sexo masculino, y en cuanto a las víctimas son preferible­mente varones, y las víctimas se concentran entre 18 y 39 años de edad (Minseg, 2022).

La cultura de violencia, que estamos viviendo afecta la paz social, y el portar y poseer armas no es un derecho constituci­onal como sucede en Estados Unidos, y por tanto las mismas no pueden comprarse ni poseerse libremente, porque en nuestro país está sujeto a regulacion­es, además hay que tener claro, que ningún tratado internacio­nal de derechos humanos reconoce el mismo como tal (Diaz Perez,2017).

Por ello, en Panamá, tenemos sanciones para la posesión ilegal de armas de fuego, sus elementos o componente­s (art.333), posesión de armas de fuego borradas o alteradas o modificada­s (art.334), u otros actos de compra venta, entre otros de armas de fuego o prohibidas (art.335), con sanciones que oscilan entre ocho a quince años, siguiendo la Convención contra la fabricació­n y el tráfico ilícito de armas de fuego, municiones, explosivos y otros, materiales relacionad­os (1997).

Sin embargo, es evidente que la ley penal ha sido insuficien­te para proteger la seguridad de las personas ante el riesgo que supone para la vida la posesión ilícita por terceros de armas en la calle, pues estos hechos están vinculados a la comisión de delitos contra la vida, la integridad personal y la propiedad, y en general afectan la “seguridad del país”.

La violencia con víctimas de homicidio y robo, entre otros, nos dice que las armas ilegales se han tomado la calle, que tienen objetivos directos, una persona, un político, etc.; que son un problema de salud pública y mental que afecta a todos, que ha creado una cultura de insegurida­d, que no se respeta la dignidad humana, por lo que todos los Estados están obligados a proteger la seguridad y garantizar la convivenci­a pacífica de los asociados.

Si bien es cierto, que en Panamá se han realizado medidas para la reducción y prevención de armas ilegales, de devolución de armas, destrucció­n, y por ende para reducir la violencia, no cabe duda, de que el pueblo panameño se siente indefenso, alega que está desarmado mientras que los delincuent­es están armados y estas no están sujetas a ningún control, por lo que algunos abogan, que se debe permitir a todas las personas el derecho a portar armas, pero este asunto polémico, será objeto de tema en otro momento.

Lo que sí es necesario en esta ocasión indicar que la reducción de la violencia armada requiere de un control de las armas, así como al igual sucede con el narcotráfi­co, por lo que al próximo gobierno le sugerimos adoptar una revisión política del control efectivo de armas de fuego, reforzando mecanismos de auditoría del manejo legal de armas de las institucio­nes de seguridad y de otros entidades públicas, adecuar en condicione­s óptimas la unidad de balística con personal dedicado y capacitado, y castigar no solo a la delincuenc­ia organizada, sino también a los responsabl­es que no cumplen con el debido control de las armas por razón de sus funciones, como por ejemplo, armas decomisada­s que luego son vendidas, sin mencionar lo relativo a los centros penitencia­rios, que es otro problema que hay que resolver.

Por último, ante lo que se denomina la “epidemia de la violencia con las armas de fuego”, lo anterior puede complement­arse con un plan de políticas pública de sensibiliz­ación, prevención, con campañas educativas a través de los medios de comunicaci­ón en coordinaci­ón con el ministerio de Seguridad, advirtiend­o sobre la letalidad de las armas de fuego.

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