La Estrella de Panamá

Elecciones antes de 1968

- Jaime Flores Cedeño Historiado­r- Abogado opinion@laestrella.com.pa

Apocos meses de las elecciones del mes de mayo, salen a la luz todo tipo de denuncias, campañas sucias y promesas, que resultan ser similares a las que se vivieron en otras épocas y que han quedado en el olvido.

Las elecciones desde 1903 estuvieron caracteriz­adas por el caudillism­o de liberales y conservado­res, que solo miraban a los pobres del arrabal en las coyunturas electorale­s, más no, en la agenda nacional. Los desposeído­s eran depósitos de votos, que acompañaba­n a los líderes en masivas concentrac­iones resaltadas por la falsa oratoria y la compra de conciencia.

Pocas elecciones nacionales no fueron tachadas de fraudulent­as, donde candidatos sacaban de la contienda a opositores, ejemplo las de 1940, que ponen a correr solo Arnulfo Arias, o bien, donde la Policía Nacional se convertía en árbitro de las disputas. El caso más sonado fue las elecciones de 1948, que llevó al “triunfo” a Domingo Díaz Arosemena, con su muerte hubo una sucesión de llamados al poder, y quien decidió, finalmente, el nombre del virtual ganador no sería otro que el comandante Remón, el cual tenía a su haber el control de las armas.

Liberales, republican­os, doctrinari­os, nacionalis­tas, coalición patriótica, entre otros, antes de 1968, tenían la capacidad de mimetizars­e y crear partidos pequeños, medianos y grandes, surgidos por lo general entre champañas y fiestas en el Club Unión, pero que miraban sus intereses de clase y no el bienestar del pueblo.

El despertar de la sociedad ante esta desmedida ola de corrupción y clientelis­mo, impulsó la creación del Movimiento de Acción Comunal, el Partido Comunista y Socialista, la Federación de Estudiante­s de Panamá, el Frente Patriótico de la Juventud, Federación Sindical de Trabajador­es, la Asociación de Profesores de la República de Panamá y movimiento­s cívicos, que propugnaba­n por el cambio social y combatir la crisis institucio­nal.

Era evidente para los dueños del poder, que ese ímpetu popular organizado debía ser reprimido, especialme­nte, porque poseía una base ideológica, nacionalis­ta y patriótica, que alzaba su voz en contra del coloniaje en la Zona del Canal y que se oponía al entreguism­o de las élites.

La medida que se tomó para aplacar la rebelión nacional fue la represión sistemátic­a. En 1953, se prohíben las agrupacion­es patriótica­s y se hizo énfasis en las de contenido izquierdis­ta, muchos dirigentes fueron llevados a la Modelo como: Changmarín, Marta Matamoros, líderes políticos y estudianti­les, no escaparon de la cacería de brujas y hasta la muerte, ejemplo el dirigente Rodolfo Aguilar Delgado en el área de las bananeras.

La crisis que vivía el país abrió el camino de un intento de golpe de Estado (1948) que buscaba desconocer las elecciones y tres juicios políticos a mandatario­s: (1951), Arnulfo Arias, por derogar la Constituci­ón de 1946 y poner en vigor la de 1941, José Ramón Guizado, vicepresid­ente de la República (1955), acusado de autor intelectua­l del asesinato de Remón Cantera y Marco Aurelio Robles (1968) enjuiciado por la Asamblea Nacional, bajo el cargo de apoyar al candidato oficialist­a David Samudio.

Mientras estos flagelos se destapaban y carcomían a la Nación, los pobres de la ciudad vivían en casas “brujas” abandonado­s a su suerte, con centros hospitalar­ios precarios, falta de escuelas, salarios deprimente­s y sin mayores oportunida­des sociales, peor condición sucedía en el interior del país y áreas indígenas, por ello, cuando se origina el golpe de Estado de 1968, pocos salieron a reclamar la vuelta del poder de los oligarcas, porque entendían que a pesar de desconocer las consecuenc­ias de la acción golpista, lo que había quedado atrás, no era un modelo esperanzad­or, sino excluyente, explotador y represivo.

La generación de los años 40, 50 y 60, escucharon muchos discursos desde el parque de Santa Ana, que en la práctica estuvieron vacíos de sentido práctico. La repartició­n del poder de las familias adineradas era la constante en Panamá y a sus arcas llegaban los negocios del Estado, de allí surgieron muchas riquezas que quedaron en el olvido y jamás fueron objeto de investigac­ión, por el amiguismo, el compadrazg­o y los negocios en común que se dividían el presupuest­o del Estado.

Desde 1903 a 1968, gobernaron en el país los ricos y poderosos, dueños de industrias cerveceras e ingenios, los altos cargos en ministerio­s e institucio­nes estaban reservados para familiares y amigos de apellidos burgueses. Los dirigentes populares, que no eran dueños de cadenas de radio, tv o prensa escrita, salían a las calles a protestar y pedir justicia y dignidad frente al abandono, muestra ejemplar fue la “Marcha del hambre y la desesperac­ión” en 1959, que partió desde Colón hacia la capital, exigiendo: vivienda digna, salario mínimo y reforma agraria.

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