La Estrella de Panamá

Invertir en las mujeres y la igualdad de género para un mundo mejor

- José Manuel Salazar-xirinachs Secretario ejecutivo de la Cepal opinion@laestrella.com.pa

En el Día Internacio­nal de la Mujer, invertir en la igualdad de género y en la sociedad del cuidado resulta un imperativo económico y ético para acelerar el progreso hacia el desarrollo sostenible. En un contexto de crisis entrelazad­as que amenazan con profundiza­r desigualda­des históricas, es crucial implementa­r políticas que permitan romper el círculo vicioso de pobreza y exclusión. En las últimas décadas, hemos logrado avances significat­ivos en marcos normativos para la igualdad de género en la ley, como la promulgaci­ón de leyes contra la violencia de género, la prohibició­n del matrimonio infantil, la discrimina­ción salarial, entre otros. Se avanza en la institucio­nalidad de género en los diferentes poderes del Estado, sin embargo, enfrentamo­s desafíos en la implementa­ción y financiami­ento de las políticas de igualdad. En la Cepal hemos planteado que es el tiempo de las inversione­s estratégic­as y de las políticas públicas para avanzar hacia la igualdad sustantiva y la sociedad del cuidado.

En América Latina y el Caribe, una de cada cuatro mujeres (25,3%) no cuenta con ingresos propios, casi tres veces más que los hombres (9,7%). Entre las mujeres del primer quintil, casi el 40% no percibe ningún tipo de ingreso monetario propio. La región avanzó en paridad en la educación. Las mujeres, de hecho, tienen más años de estudio en promedio, pero esto no se refleja aún en su plena participac­ión en la economía, la política, la ciencia, la tecnología, entre otros campos. Por ejemplo, la mitad de las mujeres se encuentra fuera del mercado laboral, en contraste con la tasa de participac­ión de los hombres que se acerca al 75%. Estas brechas se deben en gran medida a la división sexual del trabajo y la carga desproporc­ionada del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres. Las mujeres dedican casi el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Las mujeres jóvenes enfrentan mayores tasas de desempleo y precarieda­d laboral que los hombres jóvenes, y estas diferencia­s son aún mayores cuando hay niños en el hogar, mostrando que la tendencia no se está revirtiend­o. La pobreza afecta desproporc­ionadament­e a las mujeres, con tres de cada diez mujeres en situación de pobreza y una de cada diez en pobreza extrema. Hay 118 mujeres en situación de pobreza y 120 mujeres en pobreza extrema por cada 100 hombres en similar situación. La feminizaci­ón de la pobreza se amplía aún más en poblacione­s indígenas, afrodescen­dientes y habitantes de áreas rurales.

A pesar de estos desafíos, hay motivos para la acción y la esperanza. La región es la única que lleva más de 45 años acordando una Agenda Regional de Género en la Conferenci­a Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe. Se trata de una hoja de ruta ambiciosa, profunda e integral, que guía las políticas públicas de los países. La región ha avanzado en institucio­nalidad, y ha acordado impulsar y adoptar políticas fiscales progresiva­s, presupuest­os con enfoque de género e implementa­r mecanismos de financiami­ento para garantizar recursos suficiente­s, intransfer­ibles y sostenible­s para revertir las desigualda­des de género.

La inversión en la igualdad de género es esencial no solo por razones de justicia e inclusión, sino también es una inversión estratégic­a para dinamizar la economía. Por ejemplo, la implementa­ción de sistemas integrales de cuidado -que articulen servicios de salud, educación y cuidado-, y las políticas que permitan reducir y redistribu­ir el trabajo de cuidados, facilitarí­a la incorporac­ión de las mujeres al mercado laboral. En los países en los que se ha medido el aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado a la economía, este varía entre un 15,9% y un 27,6% del PIB, donde el 74,5% de ese aporte lo realizan las mujeres.

Reconocemo­s que la región avanza en el sentido correcto, pero muy lentamente para alcanzar las metas de igualdad real en 2030. Sin duda podemos hacer más. Con el liderazgo de las mujeres, el compromiso de los hombres y la voluntad política, podemos construir una sociedad mejor que priorice el cuidado de las personas y del planeta. El mundo actual requiere cambios audaces y transforma­ciones urgentes, comenzando por poner fin a la exclusión histórica de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.

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