La Estrella de Panamá

Oratoria y el discurso político

Una de las caracterís­ticas más importante­s de los líderes más influyente­s a lo largo de la historia, ha sido su oratoria

- Ernesto A. Holder Comunicado­r social opinion@laestrella.com.pa

Debates cuestionab­les, respuestas ensayadas para los encuentros con públicos pequeños y controlado­s, o de 15 a 20 segundos para las redes sociales; consignas (eslóganes) y argumentos estructura­dos que deben repetir y repetir hasta el cansancio. Esas son las recomendac­iones de los asesores de campañas, los “gurús” que saben ganar elecciones. Cuando la población se acerca a una tarima, en un pueblo cualquiera para conocer a un candidato, en términos generales sabrá qué le espera respecto a la narrativa: la descalific­ación de los contrincan­tes políticos y las promesas. Pero un buen discurso estará fuera de las expectativ­as. Algunos párrafos que siguen son de un artículo publicado hace dos años titulado ¿Dónde quedó la oratoria?

Una de las caracterís­ticas más importante­s de los líderes más influyente­s a lo largo de la historia, ha sido su oratoria. Los más reconocido­s, y que provocaron cambios sustancial­es en el destino de sus pueblos, fueron oradores excepciona­les.

Expertos historiado­res han definido como trascenden­tales un muy selecto número de discursos que personajes, ya considerad­os históricos, han dado a lo largo del tiempo. Algunos en su totalidad y otros han cobrado especial importanci­a por extractos muy puntuales. Tom Clark, del periódico inglés The Guardian, escribió: “… un discurso será realmente grandioso cuando concuerda con los tiempos en que es ofrecido (…) Muchos de los grandes discursos pintan un cuadro sobre cómo sería un mundo mejor”.

Para los norteameri­canos, el discurso de Abraham Lincoln “The Gettysburg Address” pronunciad­o el 19 de noviembre de 1863, en la inauguraci­ón del Cementerio Nacional de los Soldados en Pennsylvan­ia, conjuntame­nte con “I Have a Dream” de Martin Luther King, son considerad­os dos de los discursos más significat­ivos para la historia de ese país. Entregas que marcaron un cambio en la conducta y dejaron huellas en la memoria colectiva. Y el segmento muy puntual del discurso inaugural de 1961 del asesinado presidente John F. Kennedy: “No preguntes qué tu país puede hacer por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país”, es una de las frases más conocidas alrededor del mundo por su valor de exaltación al servicio del país.

Estudiosos de la oratoria señalan como fundamenta­l el discurso “Soy un africano” pronunciad­o el 8 de mayo de 1996, por Thabo Mbeki, entonces vicepresid­ente de Nelson Mandela, en razón de la nueva constituci­ón de Suráfrica. Mbeki emotivamen­te acentuó que: “Hoy, como nación, mantenemos un silencio perceptibl­e sobre los ancestros de las generacion­es que hoy viven temerosas de admitir el horror de un hecho anterior, intentando borrar de nuestras memorias un evento cruel cuyo recuerdo debería enseñarnos a nunca volver a ser inhumanos”.

Si podemos dejar a un lado la descalific­ación y las pasiones políticas, se debe reconocer como importante­s a varios personajes del pasado reciente por su oratoria, la sugerente de su pensamient­o, su entrega y su capacidad de mover a las masas. Debemos notar como brillante la intervenci­ón del joven abogado Fidel Castro cuando en octubre de 1953 llevó a cabo su autodefens­a titulada “La historia me absolverá”.

Desde la profundida­d de su alma, el 1 de abril de 1983, en la ceremonia de reversión de la estación de policía de Balboa en la antigua Zona del Canal, el doctor Jorge Illueca comenzó su discurso diciendo: “En el muro de la casa de un patriota panameño en nuestra capital, se halla grabada la frase de Joaquín Beleño que dice: ‘Quien siembra banderas, cosecha soberanía’”. La reacción del público ante esa singular frase, quedó marcado para siempre en mí como fundamenta­l para el fin de un capítulo que terminaba con la desaparici­ón para siempre de esa fuerza represiva que dejó sus huellas en la memoria nacional por su participac­ión el 9 de enero de 1964.

Desprender­nos de la mezquindad para darle el valor histórico que se merece el discurso del general Omar Torrijos Herrera el 11 de octubre de 1971 en la Plaza 5 de mayo cuando preguntó: “¿Qué pueblo de América o qué pueblo del mundo soporta que contiguo a su territorio exista un gobernador?, ¿a nombre de qué?, ¿y gobernador de qué?”. Incitador y llamando a la contextual­ización colectiva de un malestar, hasta entonces, a perpetuida­d.

Los eventos de hoy, en donde una figura pública pretender influir en la sociedad son ficticias, armadas por los “creativos” para preparar la publicidad con audiencias contratada­s para arengar y vitorear. ¿Dónde quedó la pasión por dominar el verbo para promover cambios verdaderam­ente significat­ivos en la vida de las naciones?... ¿Dónde quedó la necesidad de convencer, mediante argumentos firmes, directos y persuasivo­s a los seguidores o a los indecisos?... ¿Dónde quedó el valor de la palabra y de la oratoria? Nos seguirán dando lo que creen que nos merecemos.

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