Licitaciones
Tenemos que trabajar en los procesos de licitación, porque es una manera rápida y fácil de combatir la corrupción
Las obras públicas son un factor indispensable no solo por los beneficios que ofrecen a las comunidades, sino que son un dínamo para la economía. Generan trabajo y mueven el dinero en todo el sentido de la palabra, lo que a su vez, genera riquezas para el país. Las obras públicas, casi siempre, terminan en actos de licitación, donde las empresas privadas compiten y cada cual ofrece sus mejores propuestas para hacerse con la obra. Sin embargo, no es la primera vez que se generan conflictos en los actos públicos, que terminan en los tribunales y atrasan la realización misma de la obra, aumentando costos innecesarios. Y hay infinidad de ejemplos. Es necesario legislar para que se minimicen estos problemas, ya que también es conocido cómo se arreglan las licitaciones no para que gane la empresa más apta, sino el amigo o el compinche. Es una frustración ver cómo millones de dólares se invierten en obras que solo cuestan una fracción de lo que se paga. O cómo una obra termina siendo otorgada a una empresa que no cumple con los requisitos mínimos. La futura Asamblea que se elige el cinco de mayo debe legislar sobre esta materia, para que desde el proceso de homologación se cumplan con los parámetros necesarios a fin de que quien gana una licitación sea quien la merece y no porque un funcionario haya acomodado el proceso para desviar el triunfo hacia dónde él o ella lo cree conveniente. Tenemos que trabajar en los procesos de licitación, porque es una manera rápida y fácil de combatir la corrupción. ¡Así de simple!