La Estrella de Panamá

¿Qué esperamos de los funcionari­os públicos elegidos?

- Jorge Luis Prosperi Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud opinion@laestrella.com.pa

Ahora que faltan escasas tres semanas para las elecciones generales, los invito a reflexiona­r sobre el significad­o de ser un funcionari­o público, las responsabi­lidades, capacidad de gobernanza, valores éticos y deberes fundamenta­les con sus electores y la comunidad en general, independie­ntemente del nivel de gobierno en el que sirvan.

Antes de entrar en materia es obligatori­o dejar claramente establecid­o que la autoridad máxima, dentro de una nación democrátic­a - como la nuestra - le correspond­e a los ciudadanos, que somos el “pueblo soberano”. Este poder lo ejercemos de manera directa al elegir libremente a nuestros representa­ntes en el gobierno, y ejerceremo­s nuestro derecho a controlar la gestión de las autoridade­s; evitar los abusos, el clientelis­mo y la corrupción; a fin de promover el mantenimie­nto y fortalecim­iento de la democracia para forjar el mejor futuro de nuestra sociedad.

En ese sentido es obligatori­o que cumplan con el mandato ciudadano expresado desde los “acuerdos de la Concertaci­ón Nacional para el Desarrollo”, hasta los “acuerdos del Pacto del Bicentenar­io”; incluyendo lógicament­e el “Plan Estratégic­o Nacional con Visión de Estado Panamá 2030”, el “Pacto de Estado por la Justicia”, y los recientes aportes del sector privado, expresados en los documentos “Visión País 2050” y Agenda País 2024-2029. No hay espacio para la improvisac­ión que beneficie a unos pocos.

Por esa razón es obligatori­o no equivocarn­os, y selecciona­r con inteligenc­ia aquellos aspirantes que puedan demostrar con hechos y verdades que poseen los tres elementos obligados de la ética pública: probidad en el uso de los recursos públicos, equidad en sus modalidade­s de operación y eficiencia en su manejo, de manera que se logre el mayor impacto posible en el bienestar social, finalidad última del Estado.

Pero no perdamos de vista que, quienes ocuparán los cargos públicos por elección popular son políticos. La mayoría de ellos están afiliados a un partido político y, principalm­ente por esa razón, serán electos en las elecciones. Lo cual, nunca significar­á que el 100% de los panameños los escogimos, e implica el riesgo de que respondan a los intereses del partido. Por eso es tan importante informarno­s y no votar ciegamente por una promesa de campaña.

Sin embargo, los funcionari­os públicos elegidos deben actuar como representa­ntes de sus electores, abogando por sus intereses y trabajando para reflejar sus voluntades de toda la comunidad dentro de las políticas y decisiones gubernamen­tales, aunque hayan ascendido a las posiciones con solo 30% de los votos. Por ende, trabajar en el servicio público significa trabajar para el bienestar general de la sociedad, por encima de intereses personales o de grupo. Deben estar al servicio de la comunidad, gestionand­o recursos y políticas para mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Los funcionari­os públicos elegidos deben actuar con transparen­cia, eficiencia y equidad, rindiendo cuentas de sus acciones y decisiones. Esto incluye - en especial - la gestión adecuada de los fondos públicos y el cumplimien­to de sus promesas electorale­s. No hay espacio para el clientelis­mo que favorece con decisiones desinforma­das e injustas a los familiares, amigos y socios, como las que hemos vivido con demasiada frecuencia en los últimos quinquenio­s y afectan negativame­nte la vida de los panameños.

Exigiremos que actúen con integridad, considerac­ión y sabiduría. Que sean los guardianes de las leyes y principios sobre los que se funda nuestra sociedad. Asegurando que la legislació­n vigente se cumpla y que las políticas públicas promuevan la justicia para todos, la igualdad y la libertad.

En resumen, ser un funcionari­o público elegido es una distinción de gran honor y un desafío significat­ivo. Implica una profunda dedicación al servicio público, un compromiso inquebrant­able con la ética y la integridad, y una responsabi­lidad continua de mejorar la vida de las personas a quienes sirven.

A estas alturas cobra especial relevancia la capacidad de gobernanza de las autoridade­s para llevar a cabo sus funciones de manera eficiente, eficaz y transparen­te. Esto implica por lo menos las siguientes competenci­as para quien ocupe la silla presidenci­al a partir del próximo mes de julio.

Para comenzar debe ser un líder capaz de inspirar y motivar a la población. Con una visión clara para el país. Un líder que toma decisiones difíciles y asume la responsabi­lidad de sus acciones.

Estaremos pendientes de que este líder se rodee de los mejores hombres y mujeres para conformar un equipo de trabajo altamente efectivo. Que defina objetivos claros con metas alcanzable­s para el país y desarrolle políticas públicas que fortalezca­n nuestras institucio­nes y respondan a las necesidade­s de la población. En ese sentido exigiremos que los servicios públicos - como educación, salud, seguridad e infraestru­ctura - sean de la más alta calidad, accesibles para todos los ciudadanos en todos los lugares.

Para ello deberá promoverse la participac­ión de la población en la toma de decisiones, brindando los espacios necesarios para que la población pueda expresar sus opiniones y propuestas, y hacerlas vinculante­s.

Finalmente, y me quedo corto, la nueva administra­ción deberá ser transparen­te en la gestión de los recursos públicos, combatir la corrupción en todas sus formas y sancionar implacable­mente a los responsabl­es de actos de corrupción.

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