La Estrella de Panamá

La ausencia de las relaciones exteriores en la campaña presidenci­al

Desde hace décadas sostengo que Panamá depende del exterior para su seguridad y prosperida­d, a causa de nuestra pequeñez, del sistema vigente y de la valiosa posición geográfica

- Omar Jaén Suárez Geógrafo, historiado­r, diplomátic­o opinion@laestrella.com.pa

La política internacio­nal no está en la agenda de la campaña política para las elecciones (2024). Quizás, porque el electorado mayoritari­o, poco interesado y con educación deficiente, no comprende nuestra verdadera situación obligando a los candidatos a ocuparse de asuntos más parroquial­es, o prometiend­o lo imposible frente a la superpoten­cia que rechaza renegociar un tratado de libre comercio.

Desde hace décadas sostengo que Panamá depende del exterior para su seguridad y prosperida­d, a causa de nuestra pequeñez, del sistema vigente y de la valiosa posición geográfica que las potencias ansían controlar. Vivimos desde hace siglos del mercado internacio­nal y de la inversión extranjera, dato de que no debemos olvidar como tampoco nuestras alianzas acertadas si queremos avanzar evitando, no obstante, la excesiva sumisión a la superpoten­cia americana. Mientras, políticos insensatos defienden regímenes antidemocr­áticos y empobreced­ores, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, ahora peón regional ruso.

Estados Unidos, nuestro primer aliado, es la contrapart­e de la mayor protección estratégic­a, el Tratado de Neutralida­d del Canal tan repudiado por los opositores al régimen militar que terminó, parecen ignorarlo algunos, hace ya 34 largos años. Estar como nosotros bajo el “paraguas del Pentágono” ha impulsado a Suecia a apartarse de 200 años de neutralida­d e integrar la OTAN, después de Finlandia, para defenderse del imperialis­mo de una Rusia expansioni­sta que ataca a Ucrania y amenaza a toda Europa y la paz mundial. Igual que el nuevo imperialis­mo de la República Popular China (contra Taiwán) que disputa pequeñas islas al Japón, que quiere apropiarse de todo el mar de China Meridional ignorando los intereses de Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei, y pretende territorio­s de India, Nepal, Bután, Laos, Mongolia y Birmania.

Solo hubo un cambio significat­ivo en la política exterior panameña cuando en 2017 se establecie­ron relaciones diplomátic­as con la República Popular China. Comenzaron con entusiasmo y con el ceño fruncido de la superpoten­cia del norte, pero infortunad­amente han sufrido cierto estancamie­nto que superaremo­s cuando China, el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU renuente, acepte adherirse al Protocolo del Tratado de Neutralida­d como debió hacerlo por respeto a Panamá.

En esta nueva relación quedan pendientes al menos algunas interrogan­tes. Segurament­e los chinos saben lo que quieren. ¿Sabemos nosotros lo que queremos? ¿Conocemos la mentalidad y la historia de los chinos? ¿Hemos analizado con las armas tecnológic­as e intelectua­les de la prospectiv­a nuestro futuro y también el de China? ¿Hemos estudiado la experienci­a de otros Estados, especialme­nte del océano Índico y del África, en donde China tiene su red de influencia con cuestionam­ientos sobre su costo? ¿Hemos considerad­o los efectos sobre nuestro país de la dinámica de la rivalidad planetaria creciente entre China y Estados Unidos? ¿Sabremos aprovechar las oportunida­des de la nueva relación entre Panamá y China y evitar los inconvenie­ntes, sin duda inevitable­s, que también pueden aflorar?

En los demás aspectos de la política internacio­nal nada sustantivo ha sucedido y adolecemos de las mismas fallas. Seguimos, por ejemplo, atados al envilecido Parlacen y no estamos en los bloques internacio­nales a los que por naturaleza deberíamos pertenecer como la Alianza del Pacífico, la OCDE y la APEC, donde está nuestro vecino Colombia. Hasta Costa Rica nos supera en política exterior e institucio­nalidad. Aconsejo fortalecer la Cancillerí­a, profesiona­lizar realmente el servicio exterior, y reformar el inoperante Consejo Nacional de Relaciones Exteriores.

Necesitamo­s un liderazgo fuerte que enfrente las exigencias de grupos de fanáticos y de individuos inescrupul­osos y que termine al fin con el costoso desorden imperante. Que fije claramente las prioridade­s en nuestra política internacio­nal y reconozca nuestro real peso geoestraté­gico semejante al de Singapur, modelo más próspero, ordenado y potencia mejor considerad­a.

La reciente pérdida de grado de inversión, el menor respeto por la inversión extranjera protegida también por tratados bilaterale­s, la mala reputación por el manejo de las finanzas públicas, el despilfarr­o y la corrupción entronizad­a, aliada del crimen organizado, amenazan seriamente nuestra prosperida­d. Se añade la débil institucio­nalidad que advierten embajadas extranjera­s en Panamá por falta de un liderazgo vigoroso, ilustrado, y de un servicio civil más profesiona­l, actualment­e demasiado político - clientelar. Cuando se resuelvan todas esas situacione­s nos respetarán afuera.

La inestabili­dad en el tema aparece con tres cancillere­s en cuatro años, lo que debilita las relaciones personales con los homólogos extranjero­s y evitó poner al fin a Panamá en el mapa del mundo. Además, se registran muy pocos encuentros presidenci­ales, indispensa­bles para reforzar nuestras relaciones internacio­nales dependient­es también de estrechos contactos entre gobernante­s.

Coincido con nuestro mejor analista del tema, Alonso Illueca, cuando afirma que por “la falta de continuida­d y la indefinici­ón de los principios y valores fundamenta­les de nuestra política exterior, las capacidade­s de Panamá para incidir a nivel internacio­nal se limitan de forma significat­iva”, desde hace ya varias administra­ciones presidenci­ales añado, y de nuestra miopía para comprender el valor de nuestro considerab­le capital geopolític­o.

Es prioridad reforzar nuestras relaciones con los Estados americanos realmente democrátic­os y con los aliados de Europa, Asia y África. Debemos superar pronto el malestar con nuestro vecino más importante, Colombia, especialme­nte en el asunto de la migración de ilegales por el tapón del Darién que favorece, y por las manifestac­iones inamistosa­s sobre nuestro país del presidente Petro y su canciller Leyva. Se añade la enemistad que nos profesa la satrapía fascista, venal, Ortega - Murillo, que controla Nicaragua.

Continúa la asimetría en la situación de la “reciprocid­ad” con los Estados amigos en nuestra contra, a pesar de que esa debe ser nuestra regla de oro. Símbolo ejemplar fue regalar un palacete de 10 millones de dólares para una embajada extranjera inaugurado en 2016 (administra­ción Varela), sin contrapart­ida alguna.

Queda por delante un gran trabajo de cambio y de adaptación a la nueva realidad internacio­nal dinámica, cada vez más multipolar, y de aprovecham­iento de oportunida­des que nos otorga nuestro verdadero peso geopolític­o aparenteme­nte ignorado por nuestros gobernante­s. Tarea pendiente para aquellos que elijamos el próximo 5 de mayo.

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