Redes sociales
El filólogo y escritor Umberto Eco, dijo así: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero solo hablaban en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”. Estas palabras, aunque sean o parezcan duras y desproporcionadas, contienen verdades que junto a toda la obra literaria de Umberto Eco, más todo lo que podamos leer y estudiar de otros autores acerca de cómo construir y desarrollar relaciones sanas y positivas, deben ser objeto de nuestra decidida y profunda reflexión que nos sirva para cambiar y mejorar.
Todos los días, en y desde Panamá y otros países, en las redes sociales, sin menoscabo de los medios de comunicación social tradicionales (radio, televisión y prensa escrita), se transmiten, reciben y comparten toda clase de imágenes, informaciones y videos “a capela” y/o “a la velocidad de un rayo”, es decir, sin el filtro, pudor, respeto y la verificación debidos. Estas redes se han convertido en canales para deslindar conflictos interpersonales e intergrupales, así como también para calumnias, chismes e injurias. No faltan los que opinan sin tener conocimiento y experiencia plenos sobre lo que están hablando. Es como alguien dijo por ahí, son una especie de cloaca en el sentido de que son el depósito y vitrina de las cosas más abominables, repugnantes, sucias y viles de las mentes humanas. ¿Cuántos de los que usamos estas redes estamos en plena y equilibrada posesión, goce y ejercicio de nuestras facultades cognitivas, emocionales y mentales?
Ahora bien, no todo lo que se dice o divulga en las redes sociales es mentira o es malo. Claro que ellas tienen un uso valioso y positivo, máxime por aquello de la libertad de expresión, sin embargo, no está de más hacer un llamado a la conciencia a todos acerca de que seamos justos, moderados, prudentes, sabios y veraces con respecto a las cosas que divulgamos o decimos a través de las redes sociales.
¿Será que no sabemos qué es lo que debemos hacer porque hemos perdido el discernimiento acerca del bien y del mal? Mientras resolvemos esta incógnita, es impostergable que pensemos, por lo menos, en la juventud que, como esponjas y hojas en blanco, absorben, escriben y repiten todo lo que ven y oyen por ahí, especialmente de los adultos que se supone deben ser los modelos a seguir, lo que me hace meditar en el legado que se le confiere a los que llamamos relevos generacionales y en la clase de sociedad que estamos edificando si casi todo lo hacemos y resolvemos con chabacanería, intolerancia, irrespeto, libertinaje y violencia.