La difícil incógnita china
Hasta hace poco, el dinamismo de la economía de la República Popular de China se consideraba como la gran maquinaria del crecimiento económico del mundo. Esta apreciación se basaba en su elevadísima tasa de crecimiento, la que entre 1979 y el 2010 alcanzó un promedio anual de 10.0%, impulsando, entre otras cosas, una muy significativa ampliación de la demanda por los llamados “commodities”, lo que facilitó el auge del llamado crecimiento extractivista suramericano.
Hoy la situación es distinta, dado que la economía china ha sufrido un proceso de creciente desaceleración en los últimos años. Es así que en 2014 esta economía creció a una tasa de 7.3%, la que se redujo a 6.9% en el 2015, para luego caer hasta 6.7% en el 2016. Según las proyecciones del Banco Mundial, China crecería en solo 6.5% en el 2017 y en 6.3% tanto en el 2018 como en el 2019. En estas circunstancias, la incógnita que muchos analistas tratan de resolver es la de si la economía de China seguirá declinando, víctima de la llamada trampa del ingreso medio, o si, por el contrario, podrá recuperar su dinamismo.
Quienes, desde una visión optimista, creen que es posible la restauración de la dinámica pérdida del crecimiento económico chino llaman la atención sobre los posibles nuevos campos de crecimiento. Entre estos se encuentran las obras de infraestructuras adicionales, las inversiones en urbanización y en el manejo ambiental, así como el avance hacia las industrias de alta tecnología impulsada por las innovaciones internas. Todo esto también tendría que estar enmarcado en una transición hacia una economía basada en los servicios y el consumo interno. Estas posibilidades, sin embargo, no dejan de tener serias dificultades.
Pasar de una economía guiada por las exportaciones, sostenidas en bajos salarios y estándares de protección laboral, que cuenta, además, con una capacidad industrial ociosa, hacia una economía centrada en el consumo interno y la expansión de los servicios sociales, se va a encontrar con la resistencia de quienes hasta ahora han venido generando sus beneficios gracias a ese modelo económico. Adicionalmente, algunos investigadores académicos de la República Popular China han llamado la atención sobre el desarrollo de un significativo capital financiarizado en ese país, el cual tendría más interés en la especulación que en el sector real de la economía. Es claro, entonces, que el camino que seguirá China estará determinado por el resultado de la lucha social y política.
Por otro lado está la política norteamericana, la cual desde hace ya bastante tiempo busca frenar el avance de la República Popular China. Esta, con la llegada de Trump al poder, toma una forma más belicosa, que se expresa en sus amenazas proteccionistas, así como en su idea de aumentar las capacidades militares norteamericanas con el fin de enfrentar a China. Ello podría desencadenar un nuevo episodio de Guerra Fría, esta vez entre Estados Unidos y La República Popular China. Se trata de un escenario peligroso para el mundo. La política exterior panameña debería dar un seguimiento cercano a todo esto.