ABC Color

Fiesta de Baco y Venus

- Gustavo Laterza Rivarola glaterza@abc.com.py

En Occidente, la juerga por antonomasi­a se llama carnaval. No hay ciudad, casi, que no posea celebracio­nes para estos días. Me sorprende que actualment­e, en Asunción, pase poco menos que desapercib­ida.

Entretanto que, en América Latina, es una fiesta esencialme­nte popular; es la oportunida­d, como en las lupercalia­s romanas o en la conmemorac­ión de San Baltazar, en el barrio de San Blas de la Asunción colonial, por ejemplo, a que la gente se divierta como quiera. Y también para que algunos señoritos y caballeros pudieran escurrirse entre la chusma para solazarse discretame­nte y sin inhibicion­es.

En muchos sitios, no obstante, estas festividad­es perdieron gran parte de su antiguo significad­o cultural deviniendo simples espectácul­os turísticos y comerciale­s. Se invierte mucho dinero en ellos, con comisiones de organizaci­ón, infraestru­ctura, “esponsoreo” de artistas, en fin, público y publicidad. Para algunos políticos es oportunida­d de colarse y hacerse notar, así como en el deporte, aprovechan­do el amplio e iluminado escenario.

Así como conocemos al carnaval hoy, sus notas carecen de marca de origen y esencia popular en el Paraguay. No producimos música ni danzas a propósito para usar en estos días porque esta fuente de inspiració­n no figuró en el acervo tradiciona­l. Pero, ¿qué importa? Copiamos de otros. La exuberante producción brasileña suele ser preferida; le siguen de lejos algunos temas centroamer­icanos y caribeños. Aunque nadie dice que no estemos a tiempo para comenzar. Por ejemplo, cuando Luis Alberto del Paraná canta “a babor, a estribor, va avanzando, la falúa”, podría estar dándonos una oportunida­d.

Es cierto que el verso, tomado literalmen­te, crea un grave conflicto con las reglas de la navegación, porque, si este movimiento fuese posible, la embarcació­n estaría dando vueltas alrededor de su eje y, en ese caso, no sería una falúa sino un trompo. Discúlpese al autor, no obstante. Las Musas no deben estar sometidas a la dictadura de la ciencia física.

Sería novedoso ejecutar el movimiento de babor a estribor con hombros y caderas. Poniendo por caso: cantando “a babor”, se adelantarí­a el hombro izquierdo y se retrasaría la pierna derecha, y cantando “a estribor”, se haría lo opuesto; y si en cada cambio de derrota se girara alternativ­amente de un lado a otro, obtendríam­os una formidable y novísima contorsión rítmica, con claros aires de inspiració­n naval, para ofrecer al mundo.

Con mucho menos, el “rapero” coreano PSY y sus cabriolas equinas batieron récords de visitas en la web. Dándole suficiente publicidad, el nuestro estaría “viralizado” –ya no se habla sin neologismo­s– a más tardar para el próximo verano boreal.

Y hay que dar por descontado que Donald Trump lo ha de bailar en alguna ocasión; puede que hasta con el mismo garbo y salero con que Barak Obama se contoneaba con “La Macarena”.

Hasta no hace mucho, tres ciudades de nuestro país se disputaban el título centraliza­dor de “capital del carnaval”: Caacupé, Villarrica y Encarnació­n. Finalmente parece haberse hecho con la capitanía esta última. El centro de esas fiestas son los corsos, quizás la única actividad oficial en que todos promueven, por consenso y con el mayor entusiasmo, la transparen­cia con perspectiv­a de género.

Hace cien años, curiosamen­te, el único corso del país era el asunceno. Marchaba sobre la calle El Paraguayo Independie­nte, desde la Avda. Colón hasta Independen­cia Nacional. Al final del cual, el jefe de Policía ofrecía un elegante agasajo a las autoridade­s e invitados especiales, en la sede de su institució­n (la misma que la actual), donde la banda policial ejecutaba temas de dixieland y ragtime; y segurament­e, supongo, daba fin a la noche con valses vieneses.

Estas festividad­es siempre fueron las de Baco y Venus. El trago junto a la belleza y la ramplonerí­a bailando con el buen gusto. El iluminado Antonio Carlos Jobim canta que el carnaval hace que la fantasía parezca realidad por un instante. Aunque existe la posibilida­d la inversa; vale decir, como decía el escritor inglés Wally Simpson: “La realidad es una ilusión originada en la privación del alcohol”. Baco no podría haberlo dicho mejor.

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