Fiesta de Baco y Venus
En Occidente, la juerga por antonomasia se llama carnaval. No hay ciudad, casi, que no posea celebraciones para estos días. Me sorprende que actualmente, en Asunción, pase poco menos que desapercibida.
Entretanto que, en América Latina, es una fiesta esencialmente popular; es la oportunidad, como en las lupercalias romanas o en la conmemoración de San Baltazar, en el barrio de San Blas de la Asunción colonial, por ejemplo, a que la gente se divierta como quiera. Y también para que algunos señoritos y caballeros pudieran escurrirse entre la chusma para solazarse discretamente y sin inhibiciones.
En muchos sitios, no obstante, estas festividades perdieron gran parte de su antiguo significado cultural deviniendo simples espectáculos turísticos y comerciales. Se invierte mucho dinero en ellos, con comisiones de organización, infraestructura, “esponsoreo” de artistas, en fin, público y publicidad. Para algunos políticos es oportunidad de colarse y hacerse notar, así como en el deporte, aprovechando el amplio e iluminado escenario.
Así como conocemos al carnaval hoy, sus notas carecen de marca de origen y esencia popular en el Paraguay. No producimos música ni danzas a propósito para usar en estos días porque esta fuente de inspiración no figuró en el acervo tradicional. Pero, ¿qué importa? Copiamos de otros. La exuberante producción brasileña suele ser preferida; le siguen de lejos algunos temas centroamericanos y caribeños. Aunque nadie dice que no estemos a tiempo para comenzar. Por ejemplo, cuando Luis Alberto del Paraná canta “a babor, a estribor, va avanzando, la falúa”, podría estar dándonos una oportunidad.
Es cierto que el verso, tomado literalmente, crea un grave conflicto con las reglas de la navegación, porque, si este movimiento fuese posible, la embarcación estaría dando vueltas alrededor de su eje y, en ese caso, no sería una falúa sino un trompo. Discúlpese al autor, no obstante. Las Musas no deben estar sometidas a la dictadura de la ciencia física.
Sería novedoso ejecutar el movimiento de babor a estribor con hombros y caderas. Poniendo por caso: cantando “a babor”, se adelantaría el hombro izquierdo y se retrasaría la pierna derecha, y cantando “a estribor”, se haría lo opuesto; y si en cada cambio de derrota se girara alternativamente de un lado a otro, obtendríamos una formidable y novísima contorsión rítmica, con claros aires de inspiración naval, para ofrecer al mundo.
Con mucho menos, el “rapero” coreano PSY y sus cabriolas equinas batieron récords de visitas en la web. Dándole suficiente publicidad, el nuestro estaría “viralizado” –ya no se habla sin neologismos– a más tardar para el próximo verano boreal.
Y hay que dar por descontado que Donald Trump lo ha de bailar en alguna ocasión; puede que hasta con el mismo garbo y salero con que Barak Obama se contoneaba con “La Macarena”.
Hasta no hace mucho, tres ciudades de nuestro país se disputaban el título centralizador de “capital del carnaval”: Caacupé, Villarrica y Encarnación. Finalmente parece haberse hecho con la capitanía esta última. El centro de esas fiestas son los corsos, quizás la única actividad oficial en que todos promueven, por consenso y con el mayor entusiasmo, la transparencia con perspectiva de género.
Hace cien años, curiosamente, el único corso del país era el asunceno. Marchaba sobre la calle El Paraguayo Independiente, desde la Avda. Colón hasta Independencia Nacional. Al final del cual, el jefe de Policía ofrecía un elegante agasajo a las autoridades e invitados especiales, en la sede de su institución (la misma que la actual), donde la banda policial ejecutaba temas de dixieland y ragtime; y seguramente, supongo, daba fin a la noche con valses vieneses.
Estas festividades siempre fueron las de Baco y Venus. El trago junto a la belleza y la ramplonería bailando con el buen gusto. El iluminado Antonio Carlos Jobim canta que el carnaval hace que la fantasía parezca realidad por un instante. Aunque existe la posibilidad la inversa; vale decir, como decía el escritor inglés Wally Simpson: “La realidad es una ilusión originada en la privación del alcohol”. Baco no podría haberlo dicho mejor.