El debate que nos falta
Los debates sobre la situación política nos aturden a diario. Que la enmienda, que la reelección, que el neostronismo, que el quiebre constitucional, que los muertos firman, que la compra de votos en senadores, que el pueblo decida, etc. El Gobierno, los políticos, la ciudadanía y los medios de comunicación gastan demasiado tiempo en estos temas que enturbian y crispan el ambiente.
Como la agenda nacional está sobrecargada de política, hay muchos temas preocupantes que ya no tienen lugar. Son escasos los debates sobre qué debemos hacer para que millones de compatriotas salgan de la pobreza, cómo deberían encarar las autoridades y la sociedad los casos de abuso sexual de menores, cómo parar y revertir el abandono de sus hogares de familias campesinas acosadas por el hambre, de qué forma la escuela debería retener a los niños desertores del proceso educativo, etc.
Desde hace meses, la mayor parte de la agenda pública está ocupada por la necesidad o el rechazo de la enmienda pro reelección presidencial. Que la Constitución Nacional pueda cambiarse desde luego que es posible y legal, pero la misma Carta Magna establece los mecanismos para hacerlo. Entonces, ¿por qué estamos discutiendo tanto que la enmienda sí, que la enmienda no, que este sector hizo una trampa ilegal, que aquellos quieren violar la Constitución, que sí pero ahora no sino más tarde, etc.?
Como parte de este tire y afloje entre oficialistas y opositores, el Ejecutivo vetó el Presupuesto General 2017 y entonces fueron al tacho los acuerdos de aumentos de salarios para docentes y médicos. Como era de esperar, los afectados reaccionan y afirman que las clases no van a empezar ni se va a atender en los centros públicos de salud porque todos estarán de huelga.
Lo urgente no da lugar a lo necesario. El sí o el no a la enmienda ocupa gran parte del tiempo y el esfuerzo de nuestras autoridades, dirigentes políticos y líderes sociales. Todos quieren dar su parecer, meter la cuchara y joder al adversario. La tribuna se llena de expertos juristas y opinólogos de toda laya.
Mientras, la otra agenda sigue oculta. Nadie se ocupa en serio de cómo reducir los índices de pobreza, de analfabetismo funcional, de mortandad infantil por causas que pudieron prevenirse, de la prostitución precoz de adolescentes marginadas, de la inseguridad de la gente, del consumo de estupefacientes por menores de edad, etc.
Los problemas que enfrenta nuestra nación son tan graves y profundos que solo podemos pensar en soluciones graduales, planificadas y a largo plazo. Pero hay que empezar alguna vez, aunque sea centrando la atención nacional en la protección de niños sanos, bien nutridos y educados y así, tal vez, tendremos una generación diferente de paraguayos dentro de dos décadas.
Este es el debate que nos falta; cómo hacer realidad esta política de Estado es lo que deberíamos estar analizando y haciendo propuestas. Si solo nos concentramos en quién viola la Constitución o quién quiere hacer un golpe de Estado, hay un Paraguay estancado en el barro por mucho tiempo.