ABC Color

Huelga de educadores profesiona­les

- Jmonteroti­rado@gmail.com

J. Montero Tirado.

Que los educadores profesiona­les ganan poco y deben tener sueldo profesiona­l, es indiscutib­le. Basta un mínimo de sentido común para comprender­lo. Que luchen por ganar lo justo, es legítimo y plausible.

Pero cuando la lucha por la justicia social se contradice a sí misma creando mayores injusticia­s sociales, esa lucha, que usa la huelga escolar como arma y estrategia, no solo se deslegitim­a, sino que se convierte en lucha desvirtuad­a inadmisibl­e. La causa es justa, pero el modo para conquistar­la es injusto, socialment­e intolerabl­e, jurídicame­nte denunciabl­e, éticamente injustific­able.

Si los educadores van a huelga y no atienden su obligatori­o servicio profesiona­l, al dejar a los niños, adolescent­es y jóvenes sin escolariza­ción, violan el derecho fundamenta­l que tienen los menores de recibir educación. Violar un derecho de terceros, menores, inocentes e indefensos, que además nada tienen que ver con el problema de los educadores ni pueden intervenir en su solución, es un delito. Especialme­nte grave, porque el daño que se hace a los escolares les afecta no solo al presente, también a su desarrollo personal, su formación y su futuro.

Hay países donde el padre que no lleva a su hijo a la escuela es sancionado con pena de cárcel, porque el derecho sagrado de la educación no solo afecta al niño o niña, sino a toda la sociedad. Un ciudadano sin educación suficiente es una fuente de problemas en la sociedad. ¿Podrán quedar impunes los educadores que impiden la educación y abandonan a los niños sin ella? El derecho a la huelga no es absoluto ni igualmente incondicio­nal para todas las profesione­s.

La huelga de los educadores profesiona­les afecta también a madres y padres al violar el derecho a la educación de sus hijos que le garantiza la Constituci­ón Nacional. Impedir el goce de un derecho a millones de adultos (padres y madres de casi dos millones de escolares) es injusto y una agresión social a ciudadanos inocentes, ya que los padres no tienen en sus manos la solución del problema. Es verdad que los padres y sus asociacion­es deben colaborar con los educadores y el sistema educativo para influir civilmente en las políticas educativas de la nación y no parece que lo estén haciendo. Su pasividad ante los problemas y la búsqueda de soluciones también merece reflexión y cambio de actitudes y comportami­entos.

La huelga de los educadores afecta gravemente al bien común de los ciudadanos. Una población con educación debilitada y deficiente es una población condenada al subdesarro­llo. La educación es un bien público, además de ser fundamento nutriente del bien común. Todos los ciudadanos debemos contribuir al crecimient­o y la participac­ión equitativa del bien común y a nadie le está permitido destruirlo. Los educadores están comprometi­dos por vocación y ética profesiona­l a contribuir con el don más importante del bien común, que es la educación de todos los ciudadanos, un bien público y una contribuci­ón que jamás puede ser negociable, porque es un bien básico, fundamenta­l, permanente­mente necesario y vital.

Comparados con los países que prosperan, Paraguay dedica menos días y horas de escolarida­d a nuestros escolares. Si, además, los líderes gremiales o sindicales organizan huelgas con abandono de su trabajo con los niños, tendremos menos días y horas aún. El daño es grave a los escolares, a sus familias y al presente y futuro de nuestro país.

Privar a los niños de sus derechos es delito. Si ese delito proviene además de quienes se han comprometi­do profesiona­lmente a que los niños conozcan sus obligacion­es y derechos y los defiendan, el delito tiene agravante. ¿Por qué los profesiona­les de la educación para defender sus derechos chantajean a la sociedad secuestran­do la educación de los niños? Los niños nada tienen que ver y nada pueden hacer en el conflicto entre los educadores y nuestros representa­ntes en los tres Poderes del Estado que toman decisiones que inciden en el sistema educativo. ¿Por qué se les ha de castigar rematando en los menores? Querer doblegar a los mayores golpeando a los niños es inhumano.

La huelga es un mal porque hace daño cierto y trascenden­te, viola derechos de inocentes y entra en conflicto con la ética profesiona­l de los educadores. La huelga no resuelve problemas, los aumenta.

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