Los ladrones continúan con las manos intactas.
A comienzos del 2015 el presidente Horacio Cartes instó a los funcionarios a que “paren de robar” y aseguró que “si aparece un ladrón, van a ver que le vamos a cortar la mano”. A estas alturas es notorio que los primeros siguen robando y que los segundos no han tenido la ocasión de observar a algún facineroso manco. Con excepción del exjefe de Policía Francisco Alvarenga, ningún funcionario fue destituido ni enjuiciado; a lo sumo, como es habitual en las entidades públicas, algunos cuestionados fueron trasladados de un puesto a otro como si eso fuera un castigo, y los “maletines” siguieron circulando. Así es que, luego de lo de “paren de robar” y de la amenaza de la amputación, siguieron apareciendo muchos ladrones. En su momento las palabras del Presidente despertaron esperanzas en la población, pero se las llevó el viento, mientras los bandidos siguen allí, con su integridad física intacta, para continuar enlodando al país ante el mundo e impidiendo que se venza a la pobreza. Y mientras los ladrones engordan, el Gobierno sigue endeudando al país para “bicicletear” la deuda pública.
En un acto oficial realizado en Villa Hayes el 13 de enero de 2015 el presidente Cartes instó a los funcionarios a que “paren de robar” y aseguró a los ciudadanos que “si aparece un ladrón, van a ver que le
vamos a cortar la mano”. A estas alturas es notorio que los primeros siguen robando y que los segundos no han tenido la ocasión de observar a algún facineroso manco. Así se explica que el último informe de Transparencia Internacional califique al Paraguay como el segundo
país más corrupto de Sudamérica, según la percepción de sus propios habitantes, y que el Foro Económico Mundial lo ubique en el cuarto lugar en el contexto latinoamericano, de acuerdo a una encuesta hecha a 15.000 líderes de negocios. Si los ladrones siguieron metiendo sus intactas manos en el erario y en el bolsillo de la gente es porque intuían que la exhortación presidencial no había por qué tomarla en serio, tal como lo ha confirmado la experiencia de los últimos dos años.
Se trató así de un ejercicio de vana grandilocuencia dirigido a la gradería, similar a aquello de que “los grupos violentos –como el EPP– no me van a marcar la agenda” o de “tolerancia cero” frente a la corrupción.
El mensaje de “paren de robar” fue emitido a los dieciséis meses de que Horacio Cartes haya asumido su alto cargo, lo que implica que durante todo ese tiempo estuvo tolerando el saqueo, sin haber cumplido con su deber de impedirlo, al menos en el ámbito del Poder
Ejecutivo. Sabía que se estaba delinquiendo, pero no destituyó a los ladrones ni, por supuesto, los denunció ante la Justicia. Solo se le ocurrió incitarles para que, a las cansadas, abandonen el vicio de quedarse con lo ajeno, como si sus meras palabras fueran más disuasivas que el Código Penal. Y lo hizo justamente en el feudo de
su “asesor político” Basilio Núñez, el flamante ministro que lideró el clan que se apropió de la Opaci para beneficio personal durante años y recibió en Mburuvicha Róga al famoso diputado suplente Carlos “Chicharõ” Sánchez, en ese momento con orden de captura por presunto lavado de dinero. Lamentablemente, el Presidente de la República tiene la mala costumbre de frecuentar el trato de personas que no se destacan precisamente por sus virtudes, como las diputadas Cristina Villalba y Perla de Vázquez, el senador Óscar González Daher y el exintendente Javier Zacarías Irún. Siendo así, ¿cabía esperar que los funcionarios dejaran de robar si al Presidente de la República no le repugna la indecencia?
Es comprensible, entonces, que los corruptos siguieran campeando en la Dirección Nacional de Aduanas, en el Indert, en las empresas estatales y, desde luego, en los ministerios. Si los de arriba no temían quedarse mancos, por qué habrían de temerlo ellos, ya que les sobraban razones para confiar en seguir usando las dos manos para el saqueo cotidiano con toda impunidad.
El caso de la DNA es bien ilustrativo: en febrero de 2014, es decir, mucho antes de la declaración de Villa Hayes, sus máximas autoridades fueron convocadas al Palacio de López para que tomen nota de que su ocupante nunca pidió “recaudar para la corona” y que debían elevar en gran medida los ingresos. En otras palabras, les
exhortó a que en ese órgano se deje de robar, mensaje que fue retransmitido por el director Nelson Valiente a los jefes de Visturía. Ningún funcionario fue destituido ni
enjuiciado; a lo sumo, como es habitual en las entidades públicas, algunos cuestionados fueron trasladados de un puesto a otro como si eso fuera un castigo y los
“maletines” siguieron circulando, como se constató a raíz del accidente de tránsito sufrido por un aduanero cerca de Minga Guazú en junio de 2015.
Así es que, luego de lo de “paren de robar” y de la amenaza de la amputación, siguieron apareciendo muchos ladrones, pero salvo en el caso de la defraudación de 1.110 millones de guaraníes en un solo mes en el rubro combustibles de la Policía Nacional, cuando fueron destituidos el comandante de la Policía, comisario general Francisco Alvarenga, y algunos jefes y oficiales, la ciudadanía no tuvo ocasión de presenciar el espectáculo prometido por el Jefe del Poder Ejecutivo.
Lo que la gente pudo ver, sí, es, por ejemplo, la conversión de Juan Carlos Baruja, asesor en la lucha contra la pobreza, en ministro de Agricultura y Ganadería, pese a que sus operadores políticos se valieron del programa “Sembrando Oportunidades”, destinado a fomentar la agricultura familiar, para comprar del Mercado de Abasto de Asunción productos para la merienda escolar y revenderlos a mayor precio a las Gobernaciones de Paraguarí y Misiones. De esta manera los corruptos no solo han conservado sus manos, sino incluso las han alargado, metiéndolas también en la lata del Fonacide.
Es cierto que Horacio Cartes no es responsable de los delitos cometidos por intendentes y gobernadores en la administración de esos recursos, pero también lo es que muchos de esos delincuentes son aliados suyos en su infame lucha por la reelección inconstitucional.
En su momento las palabras del Presidente despertaron esperanzas en la población, pero se las llevó el viento, mientras los bandidos siguen allí, con su integridad física intacta, para continuar enlodando al país ante el mundo e impidiendo que se venza la pobreza. Y mientras los ladrones engordan, el Gobierno del presidente Cartes sigue endeudando al país para “bicicletear” la deuda pública.