ABC Color

Algo huele a podrido en Derecho UNA

- Natalia Daporta ndaporta@abc.com.py

Algo huele a podrido en la Facultad de Derecho de la Universida­d Nacional de Asunción (UNA). No es una tierna podredumbr­e, sino una que viene de antaño y hunde sus raíces en la noche de la dictadura stronista. Es además una podredumbr­e transversa­l, que afecta a todos sus estamentos: docentes, directivos y estudiante­s.

El último episodio que puso de resalto esta situación fue la campaña proselitis­ta para elegir autoridade­s del centro de estudiante­s, cuya gestión durará un año. Las elecciones se realizarán mañana y es notorio el afán de algunos candidatos por valerse de lo que sea para obtener el cargo. Está claro que nadie, menos un estudiante que se supone que por su condición de tal y su edad tiene acceso a recursos limitados, derrocharí­a millones de guaraníes si no espera recuperar lo gastado de una u otra manera. En este caso, se ve que, siguiendo la tradición de esa Facultad pública, las expectativ­as de ganancia se relacionan con el acceso al poder y con tener la posibilida­d de dar un mordiscón a la torta estatal desde los cargos públicos.

Por eso el derroche. Los candidatos a presidir el centro estudianti­l de Derecho tiran la casa por la ventana. Lo que importa es ganar, y no con propuestas que buscan beneficios razonables para el estamento estudianti­l, sino con semisoborn­os o una variante más “fashion” del clásico vaca’i y gaseosa: whisky y Jägermeist­er (licor alemán), viaje a una playa extranjera y hasta un auto como premios de sorteos. Otro grupo ofrece una festichola con costosos conjuntos musicales. Todo gratis para “la perrada” que apoye el movimiento.

Se trata de los tempranos pichones de políticos cuyas caras, sin duda, seguiremos viendo con el correr de los años, sentados en sillones de magistrado­s, en escaños de cargos electivos o en oficinas de ministerio­s. En este caso vale recordar el viejo adagio “árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”.

Al decidir que pueden sobornar a sus colegas estudiante­s y a la vez votantes con fiestas regadas con canilla libre de alcohol y tentarlos con la posibilida­d de ganar un automóvil y un viaje al litoral de Brasil, están marcando la pauta de la manera en que se comportará­n en sus gestiones futuras en cualquier ámbito.

El caso de Alejandra Vera González, hija del ministro de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), Hugo Vera, es particular. Ella es una de las candidatas a presidir el centro estudianti­l y con un estilo avasallado­r y derrochado­r está decidida a lograrlo. En el 2014 se declaró insolvente para acceder a una beca de la Universida­d Nacional, aunque ya entonces tenía un cargo en el Ministerio Público. De la insolvenci­a pasó a la dilapidaci­ón y a disponer de una pequeña fortuna para ganarse la simpatía de sus compañeros.

Como es histórico, la Facultad de Derecho funciona como una seccional colorada y cada movimiento en pugna suele responder a una facción de dicho partido y, en algunos casos, a otros signos partidario­s. En esta ocasión Vera simpatiza con el cartismo.

En la fiesta de cierre de campaña que organizó la citada joven ocurrieron desmanes y agresiones a periodista­s que registraba­n su discurrir. La agresión provino de estudiante­s allegados a la candidata. Es otro elocuente símbolo de un modo de gestión que se pretende superar, pero que está muy arraigado. Son futuros abogados y probables futuros funcionari­os que buscan coartar la libertad de informació­n y expresión y que están dispuestos a recurrir a la violencia para lograrlo.

¿Cuál es la responsabi­lidad de las autoridade­s de la facultad, cuyo decano es Raúl Torres Kirmser, también ministro de la Corte Suprema Justicia? ¿Y del rector de la universida­d, Abel Bernal? Muchísima e ineludible. Los casos que comento más arriba son apenas ejemplos de lo mal que funciona todo en una casa de estudios que sigue siendo una de las más importante­s del país.

La universida­d no puede avenirse a un estado de cosas corrupto e injusto. Debe ser ejemplar y debe revolucion­ar. Pero poca esperanza le cabe a la ciudadanía si quienes hoy se preparan en su seno para ser los próximos conductore­s del país comienzan con el derroche, la mentira y la violencia. A la juventud, sobre todo, le cabe buscar a los mejores dirigentes.

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