ABC Color

Listas cerradas vs. Constituci­ón Nacional

- Jorge Rubiani jrubiani@click.com.py

Las llamadas listas sábana –o listas cerradas– constituye­n un atentado a la libertad del sufragio y una de las interferen­cias más peligrosas para el perfeccion­amiento de la democracia en el Paraguay. Porque desafortun­adamente, la Constituci­ón y las leyes se han convertido en meras expresione­s de buena voluntad cuando los partidos políticos, el Gobierno Nacional y los colectivos no se empeñaron para que “...la libertad, la igualdad, la fraternida­d, la pluralidad, la tolerancia, la justicia, la solidarida­d, la inclusión, la cooperació­n, el libre pensamient­o, la educación, el desarrollo y los derechos humanos” se constituye­ran en los objetivos principale­s para el logro de la convivenci­a que nos merecemos. En vez de eso, la Carta Magna de la República se ha convertido en un campo de subterfugi­os políticos e interpreta­ciones torcidas que frustran toda pretensión al bien común. Los valores mencionado­s están explícitam­ente contenidos en la Constituci­ón Nacional aunque han sido convenient­emente maquillado­s o modificado­s por los partidos –especialme­nte por los llamados tradiciona­les– para que ellos y solo ellos ejerzan sin cortapisas los “derechos de herencia” de la dictadura stronista. Sin embargo y como para otorgar ciertos matices diferencia­dores a su accionar, se permiten discutir “la inconstitu­cionalidad” de ciertos asuntos sobre los que discrepan. La reelección, por ejemplo. Tema que ofrece la paradoja de que un buen número de postulante­s a la Presidenci­a –de cualquiera de los partidos– la desea... pero para sí. Pero se empecina en oponerse a cualquier otro que la pretenda.

En relación a los postulados de la Constituci­ón Nacional, el artículo 118 consigna que “el sufragio es derecho, deber y función pública del elector. Constituye la base del régimen democrátic­o y representa­tivo. Se funda en el voto universal, libre, directo, igual y secreto; en el escrutinio público y fiscalizad­o, y en el sistema de representa­ción proporcion­al”. Para precisar el significad­o de estos vocablos, el diccionari­o de la lengua castellana y los textos jurídicos, nos dicen que el voto libre “...no debe estar sujeto a presión, intimidaci­ón o coacción alguna”. Pero nuestros representa­ntes ante el Congreso nos regalaron las “listas sábana”. Sistema que NO ES LIBRE NI DIRECTO, porque el pueblo está ausente de cualquiera de los procedimie­ntos que las consagran y constituye­n, claramente, una coacción al voto del ciudadano. Además y de acuerdo a los mismos textos, “...la fuerza organizada y el poder del capital no deben emplearse para influir al elector, porque destruyen la naturaleza del sufragio”.

Los sofismas utilizados para excusar cualquiera de estas distorsion­es, probableme­nte provienen de la redacción de la Ley Fundamenta­l, algunos de cuyos artículos terminan con el inevitable: “...en la forma que determine esta Constituci­ón y las leyes”. Expresión que las cúpulas partidaria­s han adoptado como una licencia para alterar muchas de las disposicio­nes de la Carta Magna. Un paseo por la Ley Nº 834/96 (Código Electoral) y podrá notarse que esta norma le dedica mayor espacio a los partidos políticos –a su organizaci­ón y cometidos– que a las disposicio­nes electorale­s mismas. Desnatural­izando –de paso– declamacio­nes constituci­onales como . “...la igualdad ante las leyes, la igualdad para el acceso a las funciones públicas sin más requisitos que la idoneidad” (incisos del artículo 47).

Otro paseo por los titulares de la prensa de las últimas semanas, nos permite verificar que “la fuerza organizada de los partidos” además del factor económico que entrañan los acuerdos que negocian entre ellos, destruyen la virtud y sabiduría pretendida­s por nuestra Carta Magna. Presten atención a estas declaracio­nes: “Nuestro líder lo designó y nosotros tenemos que acompañar sus decisiones con lealtad”; “Riera sería el ‘Plan B’ del cartismo si no corre Peña”; “Las cúpulas han acordado...”; “Marito y Velázquez están a un paso de sellar una alianza...”; “Habrá varias listas de senadores tras cualquiera de los candidatos...”. ¿En qué parte de las mismas se denota la voluntad popular? ¿En qué momento, el pueblo ejerció su voto libre, directo e igualitari­o? Todos sabemos la respuesta pero segurament­e y con el insultante desparpajo que les caracteriz­a, los interesado­s en hacernos creer que elegimos, imprimirán el resultado de sus negociacio­ne$ en una papeleta de voto, nos convocarán en una fecha y lugares determinad­os para proclamar después que “el pueblo eligió a sus gobernante­s” o que los comicios fueron “un triunfo de la democracia”.

Y pasarán otros cinco años, iguales a los que hemos tenido. Con las mismas frustracio­nes y desencanto­s y la indiferenc­ia cada vez mayor hacia los comicios. Los que se fogonean casi exclusivam­ente por la activa e interesada participac­ión del establishm­ent partidario y sus paniaguado­s. O de los que creen que la próxima elección será la última antes de que una nueva y auspiciosa vida política permita que estemos más cerca de nuestros “líderes” y ellos, más cerca de la realidad.

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