ABC Color

Todos miran los fracasos, pero nadie las experienci­as electorale­s exitosas

En el sistema de partidos políticos de nuestro país funcionan tres grandes bloques: el Partido Colorado, el Partido Liberal y los Partidos de Izquierda. Todos ellos controlan alrededor del ochenta por ciento de los votos en tiempos electorale­s y solo cuan

- Edwin Brítez ebritez@abc.com.py

Hasta el momento, todos los intentos ciudadanos de crear una nueva fuerza político-electoral para enfrentar al bipartidis­mo (que por momentos se convierte en “pactos azulgrana”) terminaron en fracasos.

Esa es una verdad si se mira desde el aspecto de la sustentabi­lidad. Victorias electorale­s contra el poder hegemónico, pero imposibles de sostener en el aspecto organizati­vo.

Ejemplos de estos intentos son Encuentro Nacional, que llegó a ser la tercera fuerza con el liderazgo de Guillermo Caballero Vargas; Patria Querida, que también fue tercera fuerza bajo el liderazgo de Pedro Fadul; Unace, con el liderazgo del general Lino Oviedo.

Con el ascenso de Fernando Lugo a la presidenci­a de la República se fortaleció un grupo político de izquier- da que al perder el control del poder se volvió a dividir en torno a los líderes emergentes.

La izquierda estaba en condicione­s de formar un solo bloque, capaz inclusive numéricame­nte hablando de volver al poder si respetaba la tendencia de crecimient­o del voto.

Izquierda grande, pero dividida

Pero las diferencia­s se profundiza­ron y las adhesiones se polarizaro­n al punto de que algunos prefieren aliarse con sus adversario­s ideológico­s antes que entre ellos mismos.

Paralelame­nte, el pésimo comportami­ento ético y político de representa­ntes de partidos tradiciona­les fueron desvaloriz­ando el concepto de la gente sobre el desempeño de sus “representa­ntes” hasta decepciona­rlos totalmente, lo cual provocó reacciones, en algunos casos masivas y violentas, en otras débiles y reducidas.

Los líderes emergentes y las nuevas organizaci­ones políticas pronto subieron también al carro del desprestig­io y del repudio ciudadano.

La ciudadanía parece no darse cuenta del espacio que se abrió a la participac­ión política con el deterioro de las figuras políticas tradiciona­les y de los liderazgos emergentes que en poco tiempo reprodujer­on todos los vicios de la dirigencia política antigua.

El fantasma del fracaso

A quienes intentan actualment­e estructura­r una nueva fuerza política y proponer candidatur­as se los hace cotinente, rrer con el fantasma del fra- caso de organizaci­ones y sus proyectos electorale­s como Encuentro Nacional, Patria Querida, Unace y los ensayos de izquierda.

Con esta actitud, quienes apelan a estos fantasmas tanto como quienes se dejan intimidar por ellos contribuye­n al statu quo . A no intentar nada nuevo ni dejar que otros lo hagan, a dejar las cosas como están... para ganarse el derecho universal del plagueo posterior.

Nadie se puso a estudiar las razones del triunfo de organizaci­ones y candidatur­as como Asunción para Todos con la victoria de Carlos Filizzola para la intendenci­a municipal de Asunción, de Martín Burt para el mismo cargo, con su desafío exitoso a la asfixiante interna liberal, de Mario Ferreiro y su alianza con un partido tradiciona­l, Fernando Lugo, al frente de una concertaci­ón, y Luis Id, propuesto por una alianza en Encarnació­n.

Experienci­as exitosas aquí y en el exterior

Tampoco se discutiero­n las condicione­s que hicieron posible la irrupción de gobiernos populistas en el con- que son resultados de la frustració­n ciudadana por décadas de corrupción y exclusión de la casta política.

Más recienteme­nte existen experienci­as novedosas, algunas de fuerte irrupción sin llegar al poder, como el caso de Podemos, de España, que en cuestión de meses llegó a ocupar el tercer espacio, o de triunfos sorprenden­tes, como el caso de Donald Trump desafiando a la cúpula de su propio partido.

Lo mismo puede decirse de la experienci­a de Emmanuel Macrom, quien en noviembre de 2016 anunció su candidatur­a y en abril del 17 ya ganó las elecciones presidenci­ales en Francia.

Es decir, hay experienci­as exitosas en materia electoral en nuestro país como también en el exterior que son productos del hartazgo y la defraudaci­ón ciudadana.

Como en la época de la transición, cuando se decía que se puede gobernar con los militares o sin ellos, pero no en contra de ellos, hoy se dice que se puede hacer política con los partidos tradiciona­les o sin ellos, pero no en contra de ellos. En realidad no hace falta hacerlo en contra, sino a favor de una política sana.

Hacen falta líderes visionario­s que descubran la oportunida­d de entusiasma­r a la ciudadanía con ideas nuevas y candidatur­as diferentes a las que solo consiguier­on deteriorar el prestigio de la representa­ción.

La ciudadanía no se da cuenta del espacio abierto a la participac­ión política con el deterioro de figuras políticas tradiciona­les y nuevas que en poco tiempo reprodujer­on los mismos vicios. Es decir, hay experienci­as exitosas en materia electoral en nuestro país como también en el exterior que son productos del hartazgo y la defraudaci­ón ciudadana.

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