Todos miran los fracasos, pero nadie las experiencias electorales exitosas
En el sistema de partidos políticos de nuestro país funcionan tres grandes bloques: el Partido Colorado, el Partido Liberal y los Partidos de Izquierda. Todos ellos controlan alrededor del ochenta por ciento de los votos en tiempos electorales y solo cuan
Hasta el momento, todos los intentos ciudadanos de crear una nueva fuerza político-electoral para enfrentar al bipartidismo (que por momentos se convierte en “pactos azulgrana”) terminaron en fracasos.
Esa es una verdad si se mira desde el aspecto de la sustentabilidad. Victorias electorales contra el poder hegemónico, pero imposibles de sostener en el aspecto organizativo.
Ejemplos de estos intentos son Encuentro Nacional, que llegó a ser la tercera fuerza con el liderazgo de Guillermo Caballero Vargas; Patria Querida, que también fue tercera fuerza bajo el liderazgo de Pedro Fadul; Unace, con el liderazgo del general Lino Oviedo.
Con el ascenso de Fernando Lugo a la presidencia de la República se fortaleció un grupo político de izquier- da que al perder el control del poder se volvió a dividir en torno a los líderes emergentes.
La izquierda estaba en condiciones de formar un solo bloque, capaz inclusive numéricamente hablando de volver al poder si respetaba la tendencia de crecimiento del voto.
Izquierda grande, pero dividida
Pero las diferencias se profundizaron y las adhesiones se polarizaron al punto de que algunos prefieren aliarse con sus adversarios ideológicos antes que entre ellos mismos.
Paralelamente, el pésimo comportamiento ético y político de representantes de partidos tradicionales fueron desvalorizando el concepto de la gente sobre el desempeño de sus “representantes” hasta decepcionarlos totalmente, lo cual provocó reacciones, en algunos casos masivas y violentas, en otras débiles y reducidas.
Los líderes emergentes y las nuevas organizaciones políticas pronto subieron también al carro del desprestigio y del repudio ciudadano.
La ciudadanía parece no darse cuenta del espacio que se abrió a la participación política con el deterioro de las figuras políticas tradicionales y de los liderazgos emergentes que en poco tiempo reprodujeron todos los vicios de la dirigencia política antigua.
El fantasma del fracaso
A quienes intentan actualmente estructurar una nueva fuerza política y proponer candidaturas se los hace cotinente, rrer con el fantasma del fra- caso de organizaciones y sus proyectos electorales como Encuentro Nacional, Patria Querida, Unace y los ensayos de izquierda.
Con esta actitud, quienes apelan a estos fantasmas tanto como quienes se dejan intimidar por ellos contribuyen al statu quo . A no intentar nada nuevo ni dejar que otros lo hagan, a dejar las cosas como están... para ganarse el derecho universal del plagueo posterior.
Nadie se puso a estudiar las razones del triunfo de organizaciones y candidaturas como Asunción para Todos con la victoria de Carlos Filizzola para la intendencia municipal de Asunción, de Martín Burt para el mismo cargo, con su desafío exitoso a la asfixiante interna liberal, de Mario Ferreiro y su alianza con un partido tradicional, Fernando Lugo, al frente de una concertación, y Luis Id, propuesto por una alianza en Encarnación.
Experiencias exitosas aquí y en el exterior
Tampoco se discutieron las condiciones que hicieron posible la irrupción de gobiernos populistas en el con- que son resultados de la frustración ciudadana por décadas de corrupción y exclusión de la casta política.
Más recientemente existen experiencias novedosas, algunas de fuerte irrupción sin llegar al poder, como el caso de Podemos, de España, que en cuestión de meses llegó a ocupar el tercer espacio, o de triunfos sorprendentes, como el caso de Donald Trump desafiando a la cúpula de su propio partido.
Lo mismo puede decirse de la experiencia de Emmanuel Macrom, quien en noviembre de 2016 anunció su candidatura y en abril del 17 ya ganó las elecciones presidenciales en Francia.
Es decir, hay experiencias exitosas en materia electoral en nuestro país como también en el exterior que son productos del hartazgo y la defraudación ciudadana.
Como en la época de la transición, cuando se decía que se puede gobernar con los militares o sin ellos, pero no en contra de ellos, hoy se dice que se puede hacer política con los partidos tradicionales o sin ellos, pero no en contra de ellos. En realidad no hace falta hacerlo en contra, sino a favor de una política sana.
Hacen falta líderes visionarios que descubran la oportunidad de entusiasmar a la ciudadanía con ideas nuevas y candidaturas diferentes a las que solo consiguieron deteriorar el prestigio de la representación.
La ciudadanía no se da cuenta del espacio abierto a la participación política con el deterioro de figuras políticas tradicionales y nuevas que en poco tiempo reprodujeron los mismos vicios. Es decir, hay experiencias exitosas en materia electoral en nuestro país como también en el exterior que son productos del hartazgo y la defraudación ciudadana.