ABC Color

Siete mil horas

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colegas, y, cómo los propios colegas minimizamo­s el hecho diciendo entre bromas que recibir golpes forma parte de los gajes del oficio. Para cerrar la presentaci­ón ante la CIDH se proyectó un video que dura un poco más de tres minutos en el cual se compilan algunos de los casos más graves que afectaron a los comunicado­res.

A su turno, el Estado, a través de sus representa­ntes, ofreció su descargo y detalló las acciones que se desarrolla­n para investigar el caso y llegar a los verdaderos culpables así como la creación e implementa­ción de nuevos procedimie­ntos para que ello no ocurra en lo sucesivo. Ahora bien, ellos presentan su investigac­ión como su mérito unilateral exclusivo.

Sin embargo, fuimos los propios colegas, quienes haciendo un trabajo de hormiga, recabamos todos los datos, señas y marcas y los presentamo­s ante la Fiscalía, a pedido de ellos, porque no tenían forma de iniciar una investigac­ión ni actuar de oficio.

Como comunicado­res estamos acostumbra­dos a cubrir todo tipo de desgracias y garroteada­s ajenas, pero cuando se trata de nosotros, por alguna extraña razón nos acobardamo­s.

Entendiend­o, una vez más, que la libertad de expresión, el derecho a informar e informarse son principios consagrado­s dentro de la Constituci­ón Nacional. Cuando estos se rompen, se debilita la democracia y ese debilitami­ento allana el camino hacia un Estado fallido. Eso no le conviene al Gobierno ni a nosotros.

La defensa de uno de los miembros de la mesa que representó al Estado ante la CIDH, Ariel Martínez, viceminist­ro de Asuntos Políticos, indignado por la prueba audiovisua­l presentada por la sociedad civil, pidió que se vieran las 7.000 horas de grabacione­s de las protestas y no solamente “los 30 segundos” aportados por el FOPEP y la ARGP. Pueden ser 60.000 también, pero fue la Policía Nacional la que ocasionó el daño en esos segundos que alega Martínez.

Llama la atención tal solicitud, porque ofrecer seguridad a los ciudadanos, todos incluyendo periodista­s, es obligación del Estado, y esos 30 “segunditos” que Martínez pretende ningunear son justamente la clave de esto. Los periodista­s estaban en función de trabajo, no estaban en protesta, no incitaron a la violencia, solo estaban registrand­o los hechos ocurridos en plena vía pública.

Para apaciguar la conciencia, Martínez anunció que en la semana próxima se pondrá en marcha un protocolo de protección a periodista­s en casos extremos. Eso es algo positivo, es un avance para las garantías constituci­onales, pero también es prueba de que el #31M ellos cometieron un error y actuaron con saña. Porque si todo estaba bien, este protocolo anunciado no tendría razón de ser. Es porque algo hicieron mal y ese algo fue ordenado por alguien que jamás será investigad­o ni condenado.

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