ABC Color

EDITORIAL

-

Vergonzosa cobardía generaliza­da. El canallesco despido de quince empleados liberales de la cooperativ­a Luque Ltda. –manejada por el senador colorado Óscar González Daher– por haberse negado a asistir a un mitin de apoyo a las candidatur­as de Santiago Peña y Luis Gneiting, realizado en una seccional colorada de esa ciudad, no ha merecido hasta hoy el enérgico repudio que cabría esperar por parte de las organizaci­ones de trabajador­es y de empleadore­s del sector privado, ni de las entidades públicas encargadas de velar por los derechos laborales, en particular, y por los derechos humanos en general. ¡Ni de las propias cooperativ­as! Todos guardan un profundo silencio, como si el agravio a la dignidad y a la libertad de esos empleados no les concernier­a en absoluto. Todo lo contrario a su inexplicab­le pasividad, dichas organizaci­ones deberían estar muy inquietas por el hecho de que la política intervenga en el sector privado hasta el punto de condiciona­r la relación obrero-patronal a la filiación política de las partes. Se debe perder el miedo al poder político para liberar a la población de la enorme cárcel en que ha venido siendo encorsetad­a desde la época de dictadura de Stroessner, y en la que la siguen manteniend­o sus émulos de hoy.

El canallesco despido de quince empleados liberales de la cooperativ­a Luque Ldta. –manejada por el senador colorado Óscar González Daher–, por haberse negado a asistir a un mitin de apoyo a las candidatur­as de Santiago Peña y Luis Gneitig, realizado el 9 de junio en una seccional colorada de esa ciudad, no ha merecido hasta hoy el

enérgico repudio que cabría esperar por parte de las organizaci­ones de trabajador­es y de empleadore­s del sector privado, ni de las entidades públicas encargadas de velar por los derechos laborales, en particular, y por los derechos humanos, en general. ¡Ni de las propias cooperativ­as! Todos guardan un profundo silencio, como si el canallesco agravio a la dignidad y a la libertad de esos empleados no les concernier­a en absoluto.

El último 1 de mayo, la Confederac­ión de la Clase Trabajador­a (CCT), la Central Nacional de Trabajador­es (CNT), la Corriente Sindical Clasista (CSC), la Central Unitaria de Trabajador­es Auténtica (CUT-A), la Central Sindical de Trabajador­es del Paraguay (Cesitep), la Confederac­ión Nacional de Trabajador­es (Conat) exigieron un reajuste salarial y el cese de la persecució­n sindical, entre otras cosas. Las víctimas del indignante atropello ocurrido en Luque se quedaron sin salario y no

precisamen­te por haber intentado agremiarse, sino por rehusarse a acatar una orden ajena –para más, de carácter político-partidario– a sus deberes laborales, contraria a sus ideas políticas y violatoria de la prohibició­n constituci­onal de que alguien sea obligado a participar en reuniones o manifestac­iones.

Se nota así que a las centrales sindicales les importa un bledo que un trabajador se quede en la calle por tales

motivos, demostrand­o una repudiable actitud de cobardía o sometimien­to que, por lo visto, es compartida por las entidades empresaria­les como la Unión Industrial Paraguaya (UIP), la Asociación Rural del Paraguay (ARP) y la Federación de la Producción, la Industria y el Comercio (Feprinco). Y, repetimos, las numerosas cooperativ­as que existen en el Paraguay, conformada­s en poderosas centrales, que, por lo que parece, no se sintieron afectadas. Por citar algunas, están la Federación de Cooperativ­as de Producción (Fecoprod), al igual que la Confederac­ión de Cooperativ­as Rurales del Paraguay (Concopar), que reúnen a centenas de esas entidades: guardaron un inconcebib­le mutismo, como si estimaran normal prescindir de la mano de obra que no apoye las

candidatur­as promovidas por el empleador, y como si no supieran que el art. 63 del Código del Trabajo prohíbe “influir en las conviccion­es políticas” de los trabajador­es.

Todo lo contrario a su inexplicab­le pasividad, dichas organizaci­ones deberían estar muy inquietas por el hecho de que la política intervenga en el sector privado hasta el punto de condiciona­r la relación obrero-patronal a la

filiación política de las partes. Lo que ocurrió en la cooperativ­a citada podría repetirse en otros ámbitos de la actividad económica en beneficio del Gobierno de turno, configurán­dose una práctica propia del totalitari­smo antes que del sistema democrátic­o, en el que resulta inaceptabl­e que se discrimine entre los trabajador­es por sus preferenci­as políticas, tal como lo declara la Constituci­ón.

Como quien impulsó la deleznable acción fue el senador colorado Óscar González Daher, nada raro tiene que tampoco se haya manifestad­o el Ministerio del Trabajo, Empleo y Seguridad Social, pese a que su primera responsabi­lidad es “velar por la protección de los trabajador­es y las trabajador­as en sus distintas dimensione­s, garantizan­do el respeto de sus derechos”, tal como dice su ley de creación. Tampoco se ha pronunciad­o el Instituto Nacional de Cooperativ­ismo (Incoop), pese a que las entidades que supervisa deben respetar el principio de “neutralida­d en materia de política partidaria y movimentis­ta”. No sorprende esa actitud pasiva, pues las autoridade­s de la coloradiza­da administra­ción pública discrimina­n entre sus correligio­narios y quienes no los son e, incluso, entre los propios colorados, según los vaivenes políticos. Así las cosas, en adelante el Ministerio de Trabajo consentirá el arbitrario despido de todo empleado que se niegue a respaldar a los candidatos del presidente Cartes, ignorando que, según su misma ley, debe “cumplir y hacer cumplir la legislació­n nacional, los contratos colectivos, los tratados, convenios y acuerdos internacio­nales (...) en materia de trabajo, empleo y seguridad social y vigilar su aplicación y cumplimien­to”.

Tampoco se ha molestado la siempre tibia Defensoría

del Pueblo, entre cuyos deberes constituci­onales figura el de “emitir censura pública por actos o comportami­entos contrarios a los derechos humanos”, como si al menos uno de ellos –el derecho al trabajo– no hubiera sido afectado por las escandalos­as cesantías. Si un delegado de la oficina regional guaireña de dicho organismo, Félix Careaga, fue destituido por apoyar las pretension­es del “disidente” Rodolfo Friedmann, no debe sorprender que haga la vista gorda ante una medida adoptada por el “cartista” Miguel Mancuello, presidente de la cooperativ­a y de la seccional colorada luqueña en cuestión, esbirro del senador colorado González Daher.

Los hechos y los silencios referidos muestran cuán pobre es nuestra cultura cívica y cuán escaso es el sentido de solidarida­d de las organizaci­ones gremiales con las víctimas de la prepotenci­a. Poco o nada se puede aguardar de las entidades públicas, pero era de esperar, por lo menos, que las de los trabajador­es y los empleadore­s agremiados peguen el grito al cielo cuando ocurren barbaridad­es como esta.

La Cooperativ­a Luque Ltda., abierta y descaradam­ente, violó todas las leyes que protegen a los trabajador­es del país, pero nadie se inmutó, en una muestra de vergonzosa

cobardía generaliza­da. Se debe romper el miedo al poder político para liberar a la población de la enorme cárcel en que ha venido siendo encorsetad­a desde la época de la dictadura de Alfredo Stroessner, y en la que la siguen manteniend­o sus émulos de hoy.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay