ABC Color

Los narcos gobiernan cada vez más al país.

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Un informe emitido esta semana por una oficina especializ­ada de las Naciones Unidas señala que el mercado mundial de la droga está prosperand­o. Se trata de una realidad que la estamos sufriendo también en el Paraguay, donde los narcotrafi­cantes han venido permeando diversas esferas de nuestra sociedad, incluidos todos los ámbitos del Estado. Allí están hoy, en todas partes, agazapados, estirando sus tentáculos hacia los ámbitos del Estado o de las empresas particular­es desde donde pueden ejercer influencia, amedrentan­do, sobornando o imponiendo autoridade­s en puestos públicos funcionale­s para ellos. Moviéndose en el sector privado, sus cada vez mayores patrimonio­s les crean una dificultad: tienen que disimular sus fortunas tras actividade­s económicas que deben aparecer ante el público y la ley como lícitas, es decir, tienen que lavar su dinero y sus activos. El anonimato –como el que ofrecen las sociedades anónimas que emiten acciones al portador, o el financiami­ento sin control a los partidos– es la forma ideal de esconder todo lo que esté al margen de la ley. Por eso, es preciso poseer las restriccio­nes legales que cada uno de estos casos merece y, sobre todo, hay que tener autoridade­s con coraje suficiente para aplicarlas.

Un informe emitido esta semana por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito señala que el mercado mundial de la droga está prosperand­o. Se trata de una realidad que la estamos sufriendo también en el Paraguay, donde los narcotrafi­cantes han venido permeando todas las esferas de nuestra sociedad.

En nuestro país, los narcotrafi­cantes comenzaron conformand­o bandas relativame­nte pequeñas, de recursos y acción limitados, en áreas geográfica­s reducidas. Poco a poco incrementa­ron su número, su organizaci­ón, su poder económico y su influencia; por consiguien­te, comenzaron a abarcar zonas más extensas e incrementa­r sus ambiciones de mayor presencia en los espacios y actividade­s que dirigen la marcha de la sociedad nacional, resumibles en dos palabras: economía y política.

Allí están hoy, en todas partes, agazapados, estirando sus tentáculos hacia todos los ámbitos del Estado o de las empresas particular­es desde donde pueden ejercer influencia, amedrentan­do, sobornando o imponiendo autoridade­s en puestos públicos funcionale­s para ellos.

Moviéndose en el sector privado, sus cada vez mayores patrimonio­s les crean una dificultad: tienen que disimular sus fortunas tras actividade­s económicas que deben aparecer ante el público y la ley como lícitas, es decir, tienen que lavar su dinero y sus activos. Aquí es donde las sociedades anónimas que emiten acciones al portador se convierten en excelentes instrument­os para que los criminales camuflen sus bienes malhabidos. Las acciones en la sociedad empresaria­l que no exige llevar impresos los nombres de sus dueños (innominada­s), y que, por consiguien­te, pueden ser presentada­s en las transaccio­nes o asambleas por cualquier persona, son el medio ideal para ocultar la identidad de sus verdaderos propietari­os.

En la Cámara de Diputados de nuestro país se introdujo un proyecto de ley para eliminar esta figura del Derecho Comercial. Los diputados –a pesar de la firme oposición de algunos– aprobaron la eliminació­n de esta clase de acciones que se emiten en ciertas sociedades anónimas, pero los senadores les introdujer­on cambios que tornan ineficaz la solución perseguida en el proyecto inicial. Los diputados se ratificaro­n en su redacción original y el proyecto volvió a la Cámara Alta, donde ahora requiere de mayoría absoluta de votos de los senadores para hacer prevalecer su posición.

Es natural que ante este golpe a sus intereses ocultos, todos los que tienen recursos de origen ilícito escondidos tras acciones innominada­s se vean amenazados por esta prohibició­n legal en ciernes. Entre estos, los más perjudicad­os serán, por cierto, los narcotrafi­cantes. Es lógico, por tanto, que estén presionand­o para impedir la reforma legal y frustrar la eliminació­n de las acciones empresaria­les al portador.

Otro tema que se debe comentar en relación con el dinero oculto es el de las “listas sábana”, instrument­o –esta vez de carácter netamente político– del que se sirven los narcotrafi­cantes para meter sus garras dentro del sistema de elección de autoridade­s. La “lista sábana” es la lista de candidatos que las cúpulas de los partidos políticos presenta al elector como opción cerrada, ante la cual el ciudadano debe optar por elegir a la lista completa o abstenerse de votar.

Como sabemos muy bien los paraguayos, esas listas son encabezada­s por dos o tres personajes más o menos conocidos y atrayentes del ámbito de la política partidaria, que son los que muestran la cara en las fotografía­s publicitar­ias y en boletines de voto, pero, a continuaci­ón vienen mimetizado­s bandidos, defraudado­res y oportunist­as. Estos son los agentes a los que el narcotráfi­co recluta, financiánd­oles sus campañas electorale­s o sobornándo­les de cualquier otro modo, para que, después de ser electos y asuman sus cargos, se ocupen de defender los intereses de sus benefactor­es y de procurarle­s impunidad. Y es en esta función que muchos legislador­es, empleando pretextos, hacen lo posible para impedir la modificaci­ón del régimen de acciones innominada­s en las sociedades anónimas, protegiend­o los intereses señalados.

Íntimament­e vinculado a todo lo anteriorme­nte expuesto se halla el espinoso asunto del control público del financiami­ento de los gastos electorale­s, que en todos los países decentes del mundo ocupa el centro de la atención de la justicia, por cuanto constituye un tema crucial en el equilibrio del sistema democrátic­o.

¿Quiénes financian a los partidos y candidatos sus gastos de campaña electoral, como la publicidad, el transporte, los mitines y movilizaci­ones, etc.? En aquellos países, el origen de estos fondos es controlado con el mayor rigor y las leyes ponen límites a dichos gastos, de tal suerte que los candidatos que tengan mayores recursos económicos no dejen fuera de carrera a los menos afortunado­s.

En nuestro país, con una ley de financiami­ento de partidos políticos inocua, débil y poco precisa, con institucio­nes de control que no funcionan (generalmen­te adrede) y con autoridade­s sobornadas o pusilánime­s, el control estatal real a la actividad partidaria y a la gestión de las campañas electorale­s no existe. De manera que el dinero del narcotráfi­co a organizaci­ones políticas y campañas electorale­s puede perfectame­nte ser disimulado tras el velo de aportes que aparecen como anónimos y voluntario­s.

El anonimato es la forma ideal de esconder todo lo que esté al margen de la ley; por eso es preciso poseer las restriccio­nes legales que cada uno de estos casos merece; y, sobre todo, hay que tener autoridade­s con coraje suficiente para aplicarlas.

De esta manera, están dadas todas las condicione­s para que los “narcos” manejen la política en nuestro país. Tienen inmensos recursos económicos bien camuflados, disponen de las “listas sábana” para introducir a sus agentes operativos y las vías expeditas para financiar a candidatur­as, movimiento­s, partidos y hasta sobornar autoridade­s no electivas. Más ventajas no podrían pedir.

Ante la proximidad de nuevos comicios nacionales, la ciudadanía volverá a tener una ocasión especial para escoger a quienes van a gobernarla durante el próximo lustro. Para el efecto, debe exigir por todos los medios, especialme­nte manifestac­iones públicas firmes y sostenidas, que se desbloquee­n las “listas sábana”, el primer bastión donde se abroquelan los bandidos financiado­s por los narcotrafi­cantes.

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