ABC Color

Catarsis sanjuanina

- Pedro Gómez Silgueira pgomez@abc.com.py

Aunque viene de la antigüedad, las fiestas de San Juan van evoluciona­ndo con el tiempo y tecnología. Y en medio de tantos problemas nacionales y angustias existencia­les para el ciudadano, se convierten en una suerte de purga colectiva para sacudirse del estrés por las tropelías de los políticos.

La festividad antaño se asociaba al solsticio de verano para el hemisferio norte (de invierno para el sur). En España mantienen la costumbre de realizar grandes fogatas en las playas para una “purificaci­ón” por la llegada de la época estival y, de paso, quemar trastos viejos.

Era un festejo pagano del sol y el fuego en relación estrecha con la diosa romana Juno, máter de los matrimonio­s y la fecundidad, lo que habría bautizado al sexto mes (del latín Iunius, de Juno), aunque existen otras versiones.

Para los cristianos, la recordació­n es en honor a San Juan el Bautista, el precursor de Jesús. La creencia popular lo volvió un santo casamenter­o, de ahí aquello de que nos diga que “sí”.

En fiestas populares de otrora, en la noche del 23 las calles eran invadidas por los kamba ra’anga, hombres del vecindario enmascarad­os y disfrazado­s para que nadie los reconocier­a. Una práctica casi en extinción.

También irrumpía el kure hû, varón desnudo cubierto de lodo y hollín que perseguía a las mujeres. Despavorid­as, estas buscaban dónde esconderse para evitar un eventual rapto.

Las fiestas de San Juan igualan a todos; del Centenario al Fomento de Barrio Obrero y del Mercado 4 a los shopping. Se pierden juegos, pero no la gula, que libera de las dietas.

Quizás la premura del tiempo ya no permite dedicarle tanto trabajo, como antes, a preparar un yvyrasÿi bien alto y engrasado, un buen toro candil de vacapi o una pelota tata bien duradera.

De hecho, es difícil hoy día lanzar una bola de fuego entre tantos objetos combustibl­es como cuando se hacía en una pista de baile al aire libre o de tierra apisonada. Por cierto, existen aún algunos valientes que pasan descalzos sobre las brasas.

En 1969, en el Sol de América, entre las comidas típicas se ofrecía un plato tal vez extinguido, jukysy chura, y otros que hoy casi no se preparan para estas fiestas, el lampreado (no es payagua mascada), ryguasu ka’ê y cosereva. Danzaban el London Carape-Golondrian­a, Cazador-Polca Yryvu, Limeta jeroky y otros reemplazad­os por piezas más “modernas”.

Y con la locura del clima ya no sería posible organizar un sanjuanazo como el del Garden Club en 1975 denominado Fiesta de los ponchos, en la que la tenida era ir vestido con esta prenda.

Hay que ir adaptándos­e a los tiempos. Durante la gestión del intendente Martín Burt, en 1999, se ideó el bache ári jehasa. Bien podrían repetirlo ahora.

Entre lo infaltable del San Juan paraguayo está el Juda kái, muñecos cargados de petardos y que llevan el nombre del personaje escrachado del momento.

Como hay tantos indeseable­s, en Atyrá, en la noche del viernes, quemaron a los “políticos corruptos”. Entre tanta desvergüen­za es casi seguro que ninguno de los sátrapas se hayan dado por aludidos. Y bueno, que por lo menos nos sirva de catarsis.

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