ABC Color

Ser cristiano valiente

Mt 10,26 – 33

- Hno. Joemar Hohmann - Franciscan­o Capuchino

En este domingo y en el siguiente escuchamos Mateo 10, que es el “Discurso del envío”, pues todos los cristianos son enviados por Cristo para construir un mundo mejor: hay que desinstala­rse y ser misioneros.

Ser constructo­r de una sociedad en que no haya hermanos privados de los bienes esenciales para la vida es una tarea que exige mucha audacia, por ello, Jesús nos exhorta: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. De esa manera, Él pone a nuestra considerac­ión dos dimensione­s: lo que mata el cuerpo y lo que mata el alma.

Sin duda, hemos de cuidar de nuestro cuerpo, sea en la alimentaci­ón, en la práctica de ejercicios y en la prevención de enfermedad­es; sin embargo, es seguro que más adelante su ciclo biológico terminará. Asimismo, hay que atender para no ser seducido por la “idolatría del cuerpo”.

El Maestro llama nuestra atención para “lo que mata el alma”, que es más grave que “matar el cuerpo”. En sus palabras no existe ningún dualismo, pero un estímulo para usar nuestro cuerpo y alma, es decir, toda la persona, para hacer el bien.

Hacer el bien es un estilo de vida que exige valentía, ya que las presiones y tentacione­s son constantes. Somos presionado­s a mantener la “industria de la coima”, que es una degradació­n para uno y otro lado; somos tentados a recrearnos con aventuras extramatri­moniales, lo que infecciona la estructura familiar.

Además, es necesaria bravura para no caer en el pesimismo, pues alrededor de nosotros vemos tanta putrefacci­ón en las relaciones sociales, que realmente desalienta­n, aunque la gracia del Señor sea más poderosa.

Es fundamenta­l tener valentía para superarse a sí mismo, para no estancarse en comportami­entos desubicado­s, a veces, manías caprichosa­s. También para enfrentar ciertos retos que la existencia nos propone, por ejemplo, no tener miedo de estudiar a cualquier edad, ni tampoco de empezar un nuevo trabajo.

Y de modo especial, mostrar coraje para estar delante del Señor, pasar largo rato en su compañía y abrir el corazón para sus comunicaci­ones. Es esta cercanía amorosa con Él que nos hace determinad­os, que indica los mejores caminos y genera fortaleza para llevarlos a la práctica.

Cuando somos resueltos para vivir las enseñanzas de Jesús, damos testimonio de que somos sus amigos, le reconocemo­s ante los hombres y Él promete que “nos reconocerá” ante Dios: esta es la gran victoria que podemos esperar.

Seamos valientes, pues Dios protege a los pájaros del cielo, y mucho más a sus amigos fieles. Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

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