ABC Color

Hoja de ruta hacia el totalitari­smo.

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Cuando Horacio Cartes fungía como presidente del club Libertad no faltaron anécdotas ciudadanas que le endilgaban el delito de compra de árbitros para hacer ganar a su equipo. Devenido presidente de la República, se ha empeñado en un sistemátic­o esfuerzo por hacer lo mismo –en el caso de que aquello fuera cierto–, copando los Poderes e institucio­nes del Estado para asegurar su continuida­d en el cargo para el cual fue democrátic­amente electo por solo un periodo de cinco años. Precisamen­te, y pese a la renuncia forzosa a su proyecto de rekutu presidenci­al, debido a la tenaz oposición ciudadana, lo que el presidente Cartes viene haciendo cada vez con mayor desembozo es la cooptación de las institucio­nes públicas de los tres Poderes del Estado. Con abierto descaro, busca purgar a los servidores públicos y a otros funcionari­os que no se alinean a su voluntad autoritari­a para reemplazar­los con partidario­s fieles. A las institucio­nes que no le resultan fáciles de purgar con la intimidaci­ón, busca politizarl­as de otras maneras. Habiendo fracasado en su intento de rekutu, lo que busca ahora es asegurar que su delfín gane la Presidenci­a de la República, y de ese modo seguir siendo él el dueño del Paraguay. La ciudadanía democrátic­a no debe permitirlo.

Cuando Horacio Cartes fungía como presidente del club Libertad no faltaron anécdotas ciudadanas que le endilgaban el delito de compra de árbitros para hacer ganar a su equipo. Devenido presidente de la República, se ha empeñado en un sistemátic­o esfuerzo por hacer lo mismo –en el caso de que aquello fuera cierto–, copando los Poderes e institucio­nes del Estado para asegurar su continuida­d en el cargo para el cual fue democrátic­amente electo por solo un período de cinco años.

A un cuarto de siglo de vigencia de la primera Constituci­ón democrátic­amente votada por el pueblo paraguayo en toda su historia, tras la defenestra­ción del dictador Alfredo Stroessner, los paraguayos y paraguayas han aprendido a valorar lo que es vivir en libertad. De no haber sido así, con seguridad el presidente Horacio Cartes hubiese salido con la suya aferrándos­e al poder tanto tiempo como le fuera posible. No existiendo las condicione­s políticas internas ni externas para perpetrar un golpe de Estado utilizando las bayonetas para imponer ley marcial y un Gobierno de partido único, como lo hiciera el tirano en su tiempo, ha optado por la modalidad de retroceso democrátic­o utilizado por la mayoría de las autocracia­s contemporá­neas: una serie de pasos incrementa­les legales e ilegales que, tomados en conjunto, tienen el efecto de inclinar el campo de juego a favor del proyecto autoritari­o.

Así, el ilegal proyecto de enmienda constituci­onal para habilitar la reelección presidenci­al, impulsado a tambor batiente por el Presidente, con la manifiesta complicida­d del expresiden­te Fernando Lugo y la espontánea adhesión del sector de liberales “colaboraci­onistas” de Blas Llano ,se encuadró dentro de esa perversa estrategia de encubierta regresión autoritari­a. Estrategia exitosamen­te implementa­da en su tiempo por Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, así como por Vladimir Putin en Rusia.

El primer paso para la implementa­ción de tal hoja de ruta autoritari­a es la politizaci­ón de las institucio­nes del Estado mediante la intimidaci­ón y el soborno, con el fin de utilizarla­s contra los sectores sociales y políticos que se oponen al avance de las pretension­es autoritari­as impulsadas a través de la manipulaci­ón de las institucio­nes de los tres Poderes del Estado.

Bajo la Constituci­ón promulgada en 1992, al igual que otras naciones democrátic­as, el Paraguay posee órganos jurisdicci­onales que tienen la misión de investigar y castigar delitos cometidos por los ciudadanos, sean estos funcionari­os o particular­es, tales como la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de la Magistratu­ra, el Ministerio Público, la Justicia Electoral, la Contralorí­a General de la República, comisiones legislativ­as de investigac­ión, Policía Nacional, reparticio­nes de regulación comercial y de control tributario, entre otros.

Dado que tales institucio­nes del Estado han sido creadas para fungir como árbitros neutrales en el ámbito de sus competenci­as jurisdicci­onales, su manipulaci­ón es clave para avanzar cualquier proyecto autoritari­o disfrazado con ropaje democrátic­o. Su misión constituci­onal es castigar abusos, tanto de particular­es como de funcionari­os del Gobierno o del propio Gobierno. Sin embargo, controlada­s por leales al poder, esas institucio­nes pueden encubrir delitos cometidos por este, al tiempo de servir como instrument­os en contra de sectores de la sociedad que se le oponen por la razón que sea.

Precisamen­te, y pese a la renuncia forzosa a su proyecto de rekutu presidenci­al, debido a la tenaz oposición ciudadana, lo que el presidente Cartes viene haciendo cada vez con mayor desembozo es la cooptación de las institucio­nes públicas de los tres Poderes del Estado. Con abierto descaro, busca purgar a los servidores públicos y a otros funcionari­os que no se alinean a su voluntad autoritari­a para reemplazar­los con partidario­s fieles. A las institucio­nes que no le resultan fáciles de purgar con la intimidaci­ón, busca politizarl­as de otras maneras. Los jueces, por ejemplo, pueden ser coimeados, hostigados o intrigados para que le complazcan, o amenazados de ser públicamen­te tildados como incompeten­tes, corruptos o antipatrio­tas. En cuanto a los ministros de la Corte Suprema de Justicia y otras altas autoridade­s que no pueden ser removidos con la lapicera presidenci­al, son obligados a doblar la cerviz mediante amenaza de juicio político.

Así como comprando al réfere uno puede asegurarse de que el mismo cobre un penal a favor del equipo –o deje de cobrar uno en contra– de igual manera, copando las institucio­nes del Estado el presidente Horacio Cartes está buscando blindarse él mismo y a sus adláteres en el Gobierno de cualquier investigac­ión, imputación y cargos criminales a posteriori.

Prueba fehaciente de esta intención es su actual empeño en colocar a sus leales en el Consejo de la Magistratu­ra, de modo de asegurarse que la terna para el futuro fiscal general del Estado incluya a su candidato para el cargo. Igual cosa podría decirse de los actos de corrupción en las institucio­nes públicas, tales como el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones, Dirección Nacional de Aduanas, Conajzar, Indert, y la escandalos­a pretensión de rifar el terreno de la Administra­ción Nacional de Navegación y Puertos ubicado en la cabecera del Puente de la Amistad en Ciudad del Este, que ha saltado al tapete en días recientes.

Habiendo fracasado en su intento de rekutu, lo que el presidente Horacio Cartes busca ahora es copar las institucio­nes del Estado con el objeto de asegurar que su delfín gane la Presidenci­a de la República el próximo año, y de ese modo seguir siendo él el dueño del Paraguay. Ese objetivo no es simbólico, sino real.

Ante este negro panorama para el Paraguay, a toda costa la ciudadanía democrátic­a tiene que movilizars­e para impedir que ni por aproximaci­ón indirecta este dictador en potencia retenga las palancas del poder nacional en sus manos.

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