ABC Color

Educación para la ciudadanía

- Jesús Ruiz Nestosa jesus.ruiznestos­a@gmail.com

SALAMANCA. Existía en España una materia que estudiaban los chicos del bachillera­to: Educación para la ciudadanía. Se la puso cuando gobernaba José Luis Zapatero, es decir, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y generó una enorme resistenci­a por parte de los grupos más conservado­res y de la derecha más tradiciona­lista. Querían tumbarla como fuera. Solo lo lograron cuando accedió al gobierno el PP (Partido Popular) con Mariano Rajoy a la cabeza. Su ministro de Educación, José Ignacio Wert, de triste memoria, lo primero que hizo fue suprimir la materia del currículo. ¿El motivo? Era una materia que ideologiza­ba a los estudiante­s. Este fue el primero pero no el último de los muchos desacierto­s que marcaron su paso por tal ministerio hasta que Rajoy lo nombró embajador en París ante uno de los organismos de la Unión Europea.

Desde el momento en que se creó esta materia pensaba con frecuencia en nuestro país recordando aquellos años del bachillera­to en que teníamos una materia llamada Educación Cívica que, palabra más, palabra menos, venía a ser la misma cosa. Y después se la suprimió porque se consideró que “no servía para nada” ni respondía a las exigencias renovadora­s de los innumerabl­es planes de estudio que se pusieron en marcha con los resultados que están a la vista. Ninguno de ellos logró pasar no ya la línea de llegada, sino ni siquiera traspasaro­n la línea de largada.

Lastimosam­ente la palabra “ideología” terminó perdiendo su sentido original para adquirir una connotació­n negativa. Si tomamos la definición dada por la Real Academia, es el “conjunto de ideas fundamenta­les que caracteriz­a el pensamient­o de una persona, colectivid­ad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etcétera”. En ningún momento se atisba una connotació­n negativa, ni reprochabl­e, ni indigna, ni aborrecibl­e. Todo lo contrario: estamos aludiendo al conjunto de ideas que tiene una persona, o su partido político, o el movimiento al que pertenece. Lastimosam­ente (perdón por la repetición) se recurre a esta palabra para hacer referencia a ideas relacionad­as con la extrema izquierda sin pensar que cuando los conservado­res exponen su pensamient­o también están exponiendo una ideología determinad­a.

Creo que me fui por las ramas y debo volver al tema de la materia “Educación Cívica” en nuestro país y “Educación para la ciudadanía” en España, solo para insistir en la necesidad imperiosa que exista algo parecido que les enseñe a los jóvenes una serie de principios que tienen que ver con nuestra vida en comunidad; evito la palabra “política” porque ella se encuentra tan desvaloriz­ada que inmediatam­ente despierta un rechazo visceral. Pero para ser sincero, de política se trata.

La larga dictadura vivida del 47 al 89 no fueron años inocuos. Por el contrario, resultaron altamente tóxicos y hasta hoy, casi treinta años después de su derrocamie­nto, no hemos logrado encontrar el antibiótic­o que elimine sus toxinas. He escuchado a muchos jóvenes que militan en partidos que se proclaman democrátic­os, decir: “En la democracia la mayoría manda”. No, señor. En ningún sitio “la mayoría manda”; en todo caso la mayoría gobierna con la obligación de asegurarle­s y protegerle­s en todos sus derechos, a las minorías. Esto es importante en un país como el nuestro donde las minorías son grupos marginales sin derecho ni siquiera a expresarse. Y si lo hacen son inmediatam­ente aplastados, pulverizad­os, por la mayoría. Este no es nada más que un ejemplo de los errores que se cometen todos los días, a todos los niveles, en todos los círculos.

Es urgente que volvamos a esas clases de educación cívica, que formemos a nuestros jóvenes para la vida ciudadana, llenarles la mochila de ideas bien razonadas y, sobre todo, razonables, que sean capaces de separar los yuyos de las plantas con flores. Jóvenes que no nos ofrezcan el triste espectácul­o que nos están dando en estos días nuestras autoridade­s, nuestros legislador­es, nuestros dirigentes políticos. Evidenteme­nte ninguno de ellos tuvo en su plan de estudios una materia como educación cívica. Y si la tuvieron, es evidente que no aprobaron el examen final.

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