Botín partidario
Una frase muy recurrida en el ámbito de la política criolla, que cobra especial actualidad durante las internas partidarias, es aquella que dice que “el que por política entra, por política sale”. La expresión refiere a los cargos, empleos o puestos en alguna dependencia del Estado –pagados con plata del pueblo– con los cuales los jefes partidarios premian la “lealtad” de sus adeptos, retribuyen el “trabajo” realizado por tal o cual operador político en su favor, y también para “castigar” a aquellos funcionarios “desleales”. La práctica está tan arraigada al punto que resulta normal que los cargos o “zoquetes” solventados con el dinero público sean repartidos entre los partidarios (valga el juego de palabras). Es un “derecho adquirido” por el solo hecho de que mi partido político, mi movimiento o mi líder político accedió al poder gracias a mi “trabajo”, así sea hacer trampas.
Es “natural” que el Estado, que los recursos públicos, se conviertan en botín de guerra del que el “ganador” tiene todo el derecho a disponer a su antojo. El saqueo de los recursos que son de todos, pero que es de nadie, es una consecuencia lógica y natural de la conquista del poder. Cualquier diferencia con aquellas guerras de conquista y saqueos de los albores de la civilización es meramente de grado.
Es también en estas épocas electorales donde con especial intensidad afloran deplorables y miserables características de la condición humana, como la adulonería, el servilismo. Los chupamedias están a la orden del día. Así también, afloran el revanchismo y la prepotencia de los “líderes” de turno, que premian o castigan con la disponibilidad de la cosa pública. La lucha por el poder se reduce a quién tiene capacidad de mantener su “ejército” de operadores rentados, pagados con dinero del Estado o con dinero malhabido.
Estas condiciones de juego perversas impiden que avancemos en la construcción de una democracia sólida, saludable. Es fundamental que la ciudadanía esté atenta para desechar este “modelo” de hacer política que favorece a los bandidos enquistados en los estamentos de decisión política y disponen de recursos del Estado para mantener ese estado de cosas.
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