ABC Color

Trump y los tuits de la ira

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Carlos Alberto Montaner (*)

Ana Navarro, analista de CNN, afirma que Donald Trump debe dejar de comportars­e como una “niña mala”. Se refería a los últimos tuits del presidente contra Joe Scarboroug­h y Mika Brzezinski, ambos presentado­res de Morning Joe , un popular programa matutino de MSNBC. Trump llamó a Joe “psicópata” con bajos ratings de teleaudien­cia (lo que es falso). A Mika, “loca”, portadora de un pobre coeficient­e de inteligenc­ia (algo también falso), a quien le sangraba la cara tras una reciente cirugía plástica.

No se trata de Trump contra la prensa de izquierda. Ana Navarro es una analista republican­a, abogada, criada en Miami, exembajado­ra de Nicaragua (su país de origen) en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, a donde fue a defender paladiname­nte a los disidentes y perseguido­s cubanos y de otras latitudes. Posteriorm­ente, fue contratada por CNN para contar con su punto de vista, siempre moderadame­nte conservado­ra, ocurrente y divertida, frente a otras visiones demócratas situadas más a la izquierda.

Scarboroug­h y Brzezinski, pareja en la pantalla y tras ella, están también más cerca del universo republican­o, aunque Mika sea demócrata. Joe, antes de ser presentado­r, fue un abogado elegido cuatro veces al congreso estadounid­ense por el Partido Republican­o, al que continúa adscrito. Mika es la hija del recienteme­nte desapareci­do estratega Zbigniew Brzezinski, profesor de Columbia University y zar de la diplomacia norteameri­cana durante el mandato de Jimmy Carter.

En el teatro español del Renacimien­to se le llamaba “decoro” a la congruenci­a entre el cargo que se ocupaba y el lenguaje o las ropas que se utilizaban en el escenario. La lista de líderes republican­os preocupado­s por la falta de decoro del presidente Trump es impresiona­nte: Paul Ryan, presidente del Congreso, los senadores Lindsey Graham, Ben Sasse y John McCain, la congresist­a Iliana Ros-Lehtinen, y paro de anotar nombres para no convertir este artículo en un aburrido listín telefónico.

El argumento de Ana Navarro y de numerosas figuras republican­as es que el comportami­ento de Trump no es propio del inquilino de la Casa Blanca. Como no lo fue durante la campaña endilgarle­s sobrenombr­es a los adversario­s o burlarse de un periodista crítico que padecía un síndrome neurológic­o que le producía movimiento­s espásticos. Eso no se hace. Es cosa de patanes, no de verdaderos estadistas, aunque sirva para conquistar los votos de cierto tipo de elector carente de empatía.

En los años cincuenta del siglo pasado existía la leyenda de que los partidos políticos estadounid­enses podían enfrentars­e severament­e, pero cuando se trataba de la Seguridad Nacional actuaban de consuno. No era verdad. Nunca ha sido cierto. Los partidos políticos norteameri­canos son como los del resto del mundo y llevan sus conflictos a todos los ángulos.

No obstante, hay una diferencia fundamenta­l a favor de la experienci­a norteameri­cana. Los legislador­es de la bancada oficialist­a en Estados Unidos, ya sea en el Congreso o en el Senado, no están obligados a obedecer al Presidente a la hora de las votaciones. La idea de la democracia representa­tiva en el país es que los políticos representa­n a quienes los eligen y no a los partidos en que militan. Por eso, por ejemplo, Trump, pese a contar con mayoría absoluta en ambas cámaras, no tiene los votos que necesita para sustituir el plan de salud conocido como Obamacare.

Sospecho que el conflicto entre Trump y el partido que lo postuló irá en aumento. Fue lo que quiso decirme un congresist­a republican­o cuando me afirmó, confidenci­almente: “Ardo en deseos de llegar al año 2020 para ponerle fin a esta pesadilla”. Esperaba que Trump fuera presidente por un solo periodo. [©FIRMAS PRESS]

* Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de canallas.

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