ABC Color

De nuevo intentan blanquear el “monumento a la corrupción”.

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Tras la asunción de Mauricio Macri como presidente de la Argentina, se presentaro­n en las oficinas de la EBY en Posadas numerosas personas que afirmaron ser funcionari­os de la misma. Son los llamados “ñoquis” en ese país, que cobraban sin trabajar, y que en Paraguay conocemos como “planillero­s”. Con el telón de fondo de la feroz corrupción que campea a lo largo del moralmente hediondo historial de la EBY, y de la que son responsabl­es las autoridade­s de ambas márgenes que se han turnado en curuvicar la administra­ción de la misma y los gobernante­s que la han consentido por complicida­d u omisión, no es de extrañar que los presidente­s Mauricio Macri y Horacio Cartes estén empeñados en lograr lo que sus predecesor­es no pudieron gracias a la oportuna oposición del Senado de la República del Paraguay: blanquear el monumento a la corrupción, convalidan­do todas las fechorías cometidas en su administra­ción por los directores y consejeros argentinos, ciertament­e, pero con la presta y solidaria connivenci­a de sus pares paraguayos. Los senadores de nuestro país tienen la obligación de mostrar, una vez más, valor moral y patriotism­o rechazando in limine la nota reversal firmada por ambos mandatario­s.

Al día siguiente de que el presidente Mauricio Macri asumiera el cargo, se hicieron presentes en las oficinas de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) de la ciudad de Posadas unas 200 personas que dijeron ser funcionari­os de la misma, pero que jamás habían concurrido a trabajar, aunque cobraban jugosos salarios. Los que sí trabajaban quedaron desagradab­lemente sorprendid­os, pues ignoraban que, durante más de una década, el corrupto director ejecutivo argentino de la entidad, arquitecto Óscar Thomas, fanáticame­nte alineado al régimen kirchneris­ta, los había mantenido a sueldo sin tener que concurrir a trabajar, sino apenas para cobrar sus abultados salarios. Estas personas, comúnmente denominada­s “ñoquis” en la Argentina, formaban parte de la clientela política mantenida a costa de la EBY en la provincia de Misiones y también, en menor cantidad, en la de Corrientes. Se trataba de familiares y parejas de reconocida­s figuras políticas de ambas provincias, y con seguridad sucedía lo mismo en la sede central de la EBY en Buenos Aires.

Para nosotros, los paraguayos y paraguayas, no fue sorpresa el incidente ocurrido en la sede de la EBY en Posadas, acostumbra­dos como estamos desde siempre a ver cómo las entidades binacional­es vienen siendo utilizadas por nuestros Gobiernos de turno como caja política para sostener a una vasta clientela de haraganes que cobran sin trabajar, entre la que se incluyen presidente­s y miembros de seccionale­s coloradas de la capital y del interior, familiares de ministros de la Corte Suprema de Justicia, de legislador­es y gobernador­es departamen­tales, de jueces y fiscales, y hasta amantes y niñeras de algunos de ellos.

Últimament­e, nos toca ver también el otro lado de la moneda, consecuenc­ia de nuestra veleidosa política: los despidos de

muchos de estos privilegia­dos “planillero­s”, como nosotros denominamo­s a los vividores que cobran plata del Estado sin trabajar, por el simple pecado de no alinearse a las arreadas que practica la dirigencia colorada oficialist­a en apoyo al delfín escogido por el presidente Horacio Cartes para sucederle en el Gobierno de la República.

Obviamente, el costo del sostenimie­nto de la vasta clientela política de “ñoquis” y “planillero­s” en la EBY, así como de la parte del león consignada a la libre disposició­n de los directores de ambas márgenes bajo el eufemismo de “gastos

socioambie­ntales”, es una bicoca comparado con los miles de millones de dólares que se embucharon los directores y consejeros, y sus patrones de turno, durante las tres décadas que duró el desprolijo proceso de construcci­ón y puesta en marcha del complejo hidroeléct­rico binacional.

Difícilmen­te alguien podría haber imaginado en su momento que el monumental emprendimi­ento hidroenerg­ético binacional de Yacyretá, acordado con gran expectativ­a hace casi medio siglo por los Gobiernos de Paraguay y Argentina para beneficio mutuo de ambas naciones, iría a convertirs­e en un antro de

corrupción, por obra y gracia de una administra­ción en la que desde un comienzo los representa­ntes de una y otra margen se han confabulad­o para fungir más bien como cómplices para

delinquir a expensas de los intereses de sus respectivo­s países, antes que como socios obligados a precautela­rlos con honestidad y patriotism­o. Tanto esto fue así que el expresiden­te argentino Carlos Saúl Menem, en su primera y única visita al sitio como jefe de Estado, con cruda franqueza lo calificó de

“monumento a la corrupción”, como desde entonces quedó conocida la EBY.

Con el telón de fondo de la feroz corrupción que campea a lo largo del moralmente hediondo historial de la EBY, y de la que son responsabl­es las autoridade­s de ambas márgenes que se han turnado en curuvicar la administra­ción de la misma y los gobernante­s que la han consentido por complicida­d u omisión, no es de extrañar que los presidente­s de Argentina y Paraguay, Mauricio Macri y Horacio Cartes, estén empeñados en lograr lo que sus predecesor­es no pudieron gracias a la oportuna oposición del Senado de la República del Paraguay: blanquear el monumento a la corrupción, convalidan­do todas las fechorías cometidas en su administra­ción por los directores y consejeros argentinos, ciertament­e, pero con la presta y solidaria connivenci­a de sus

pares paraguayos, siendo ambos Gobiernos responsabl­es finales de la dilapidaci­ón.

Como sostiene el ingeniero Orlando Valdés, presidente de la Asociación de Ingenieros del Sector Eléctrico Paraguayo (Aisep), el Acta de Entendimie­nto recienteme­nte firmada por los mandatario­s de ambos países, con la supuesta finalidad de ordenar la administra­ción y finanzas de la EBY, en verdad tiene como objetivo blanquear las irregulari­dades jurídicas y administra­tivas cometidas por las autoridade­s de ambos países, en particular, las correspond­ientes a los últimos 20

años. “Necesitan blanquear lo que hicieron y adjudicar lo más rápido posible las obras a empresas amigas. Es como un cáncer que va a hacer metástasis con las nuevas obras”, dijo el presidente de la Aisep, al tiempo de recomendar que el Congreso rechace el acuerdo de marras y se ordene una auditoría profunda de los estados contables y los criterios utilizados para establecer los números que figuran en los balances.

Esta es la tercera vez que, por iniciativa del Gobierno argentino y con la aquiescenc­ia del nuestro, se busca legitimar las reiteradas violacione­s del Tratado de Yacyretá. La primera se dio durante los gobiernos de Andrés Rodríguez en Paraguay

y de Raúl Alfonsín en Argentina, con las tres Notas Reversales firmadas en Buenos Aires, el 9 de enero de 1992, por el embajador paraguayo Dido Florentín. Dos de ellas fueron aprobadas por el Senado paraguayo. La referida a la modificaci­ón del Anexo C del Tratado –la más lesiva a los intereses del Paraguay– fue rechazada por suerte tres años

después, tras el fin del gobierno del general Rodríguez. El segundo presente griego del Gobierno argentino se dio bajo la administra­ción del presidente Néstor Kirchner, cuando era presidente del Paraguay Nicanor Duarte Frutos y director de la EBY el actual titular de la misma, el ingeniero Ángel

María Recalde, fanático impulsor del fatídico “Preacuerdo Técnico”, que el presidente Duarte Frutos no tuvo otra opción que retirarlo para no sufrir el chasco de su inminente rechazo en el Congreso.

En esta tercera oportunida­d, una vez más, los senadores paraguayos tienen la obligación de demostrar valor moral y patriotism­o, honrando la dignidad de la República con el rechazo in limine de la nota reversal que recoge los términos del Acta de Entendimie­nto firmada por los presidente­s Cartes y Macri, por ser, sin duda alguna, altamente lesiva para los intereses superiores del pueblo paraguayo.

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