ABC Color

La responsabi­lidad del Poder Judicial

- Rolando Niella rolandonie­lla@abc.com.py

La estupenda entrevista de Santiago González al jurista Jorge Vasconcell­os, me decidió a escribir esta semana (¡Otra vez!) sobre el Poder Judicial. Es un tema sobre el que está casi todo dicho, pero tan crucial que conviene repetirlo hasta el cansancio, con la esperanza de que la insistenci­a logre penetrar donde la razón no fue escuchada.

Resumo de memoria lo que más me llamó la atención de la entrevista: el abogado afirmó que el principal problema de la democracia paraguaya es la debilidad del Poder Judicial, que es la causa de la impunidad y de la interpreta­ción antojadiza de las leyes a tenor de los intereses de los otros Poderes del Estado, a veces del Ejecutivo y otras del Legislativ­o o, lo más peligroso como ocurre últimament­e, de ambos.

Por su parte, el periodista preguntó si un Poder Judicial más poderoso no sería un peligro para la democracia. La respuesta de Vasconcell­os fue terminante: para un Estado de Derecho no hay nada más peligroso que un Poder Judicial débil y, en consecuenc­ia, sumiso e ineficaz.

Agregaría que una justicia débil se trasforma inevitable­mente en fuente de conflictos interminab­les, en la medida en que todas las sentencias que llega a dictar son sospechosa­s. Hoy en día los paraguayos creen hasta a los delincuent­es más notorios cuando ponen en duda la honorabili­dad de fiscales y jueces.

El Poder Judicial es la clave del funcionami­ento del Estado de Derecho, porque en su potestad de aplicar la ley descansa la responsabi­lidad de evitar que el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional se excedan, abusen de sus funciones, se tornen autoritari­os o gocen de la facultad de cometer todo tipo de delitos impunement­e.

Lo trágico, en el Paraguay de hoy, es que el Poder Judicial no solo es débil y está desprestig­iado ante la ciudadanía, sino que es evidente que se está debilitand­o más aún. Los cambios en el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s no son disparatad­os (¿en qué país serio se nombra para supervisar a la justicia a personas que están imputadas como sospechosa­s de un delito?), no son fortuitos, sino que también son un mensaje, una amenaza nada casual a fiscales y jueces: “La ley no existe: nuestra voluntad es la única norma”.

Como ya he repetido varias veces, el Paraguay no es todavía una dictadura, pero cada vez se parece menos a un Estado de Derecho y ello es en gran parte porque tenemos un Poder Judicial endeble, timorato, sumiso.

Nuestro país es pequeño y aún no hay grandes resentimie­ntos sociales. Nadie le pide a nuestras autoridade­s que nos conviertan en una potencia mundial; pero es en cambio relativame­nte fácil convertirl­o en un país serio y ordenado, y para ello solo hace falta lo que menos tenemos: respeto a la ley y justicia de verdad, justicia honorable y confiable, justicia con mayúsculas… Justicia, Justicia y más Justicia.

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