La responsabilidad del Poder Judicial
La estupenda entrevista de Santiago González al jurista Jorge Vasconcellos, me decidió a escribir esta semana (¡Otra vez!) sobre el Poder Judicial. Es un tema sobre el que está casi todo dicho, pero tan crucial que conviene repetirlo hasta el cansancio, con la esperanza de que la insistencia logre penetrar donde la razón no fue escuchada.
Resumo de memoria lo que más me llamó la atención de la entrevista: el abogado afirmó que el principal problema de la democracia paraguaya es la debilidad del Poder Judicial, que es la causa de la impunidad y de la interpretación antojadiza de las leyes a tenor de los intereses de los otros Poderes del Estado, a veces del Ejecutivo y otras del Legislativo o, lo más peligroso como ocurre últimamente, de ambos.
Por su parte, el periodista preguntó si un Poder Judicial más poderoso no sería un peligro para la democracia. La respuesta de Vasconcellos fue terminante: para un Estado de Derecho no hay nada más peligroso que un Poder Judicial débil y, en consecuencia, sumiso e ineficaz.
Agregaría que una justicia débil se trasforma inevitablemente en fuente de conflictos interminables, en la medida en que todas las sentencias que llega a dictar son sospechosas. Hoy en día los paraguayos creen hasta a los delincuentes más notorios cuando ponen en duda la honorabilidad de fiscales y jueces.
El Poder Judicial es la clave del funcionamiento del Estado de Derecho, porque en su potestad de aplicar la ley descansa la responsabilidad de evitar que el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional se excedan, abusen de sus funciones, se tornen autoritarios o gocen de la facultad de cometer todo tipo de delitos impunemente.
Lo trágico, en el Paraguay de hoy, es que el Poder Judicial no solo es débil y está desprestigiado ante la ciudadanía, sino que es evidente que se está debilitando más aún. Los cambios en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados no son disparatados (¿en qué país serio se nombra para supervisar a la justicia a personas que están imputadas como sospechosas de un delito?), no son fortuitos, sino que también son un mensaje, una amenaza nada casual a fiscales y jueces: “La ley no existe: nuestra voluntad es la única norma”.
Como ya he repetido varias veces, el Paraguay no es todavía una dictadura, pero cada vez se parece menos a un Estado de Derecho y ello es en gran parte porque tenemos un Poder Judicial endeble, timorato, sumiso.
Nuestro país es pequeño y aún no hay grandes resentimientos sociales. Nadie le pide a nuestras autoridades que nos conviertan en una potencia mundial; pero es en cambio relativamente fácil convertirlo en un país serio y ordenado, y para ello solo hace falta lo que menos tenemos: respeto a la ley y justicia de verdad, justicia honorable y confiable, justicia con mayúsculas… Justicia, Justicia y más Justicia.