ABC Color

¡Qué ridículo!

- Ebritez@abc.com.py

Edwin Brítez

Según el ministro de Industria y Comercio, Gustavo Leite, exfunciona­rio oviedista y actual ministro cartista, “se tiene que demostrar que el Presidente miente”, refiriéndo­se a las críticas que provocó el mensaje al Congreso del presidente Horacio Cartes. Nunca escuché algo más ridículo de un ministro del Poder Ejecutivo en 28 años de libertad y democracia en desarrollo.

Leite no es ningún ignorante, o por lo menos no debería serlo, si nos atenemos a sus títulos de licenciatu­ra en administra­ción y maestría en marketing, adquiridos fuera del país. Pero si nos dejamos guiar por lo que dijo es realmente para dudarlo.

“Si los críticos no creen al titular del Ejecutivo, deben demostrar que el mismo miente”.

Luego agregó: “la oposición está en su papel de destrozar el informe, si puede, y hubieran sido unos pésimos opositores si lo aplaudían”.

Después el ministro se puso a leer datos sobre cantidad de kilómetros de caminos vecinales reparados, puentes construido­s, asfaltados, escuelas, pozos artesianos, títulos de propiedad, etc. O sea, datos numéricos, sin mencionar dónde ni nada.

Entonces, según la concepción que este ministro tiene de la rendición de cuentas y la transparen­cia, es suficiente que el Presidente y los ministros tiren al aire cifras alegres y los ciudadanos deben limitarse a creerlos y punto. Y si no los creen, se joden, porque tendrán que ponerse a trabajar para corroborar­los.

Primero tendrán que leer el informe completo, luego chequear in situ si tales escuelas se construyer­on, si los caminos fueron reparados, si los puentes existen, etc., etc., además de comparar con los datos de años anteriores y de administra­ciones anteriores, para recién después tener el derecho a adquirir la categoría de críticos.

Si no lo hacen de esta forma, adquieren apenas la categoría de opositores que si quieren pueden ladrar o contentars­e con un zoquete.

Una rendición de cuentas, señor ministro, es una exigencia de la responsabi­lidad política de quienes tienen mandato ciudadano. Ese mandato, en una democracia participat­iva, está lejos de ser un cheque en blanco para hacer lo que se le antoje y decir lo que quiera, con la obligación de que la audiencia lo crea por el solo hecho de decirlo quien lo dice.

Esta sí que es la forma antigua de hacer política, algo que con frecuencia se lo escucha criticar. En el último libro de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, “La política en el siglo XXI”, puede encontrar un capítulo referido a “La opinión pública y las nuevas formas de la comunicaci­ón”, que puede ser muy útil para lo que tiene que decir de aquí al 15 de agosto de 2028. Eleemína.

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