Asunción da pena.
En la apertura del Congreso Eucarístico Arquidiocesano, el pasado 15 de junio, el arzobispo Edmundo Valenzuela reclamó un plan de reforma estructural para Asunción. En una entrevista periodística dijo que “apena la imagen de la capital”, pidiendo al intendente Mario Ferreiro y a sus concejales trabajar por la ciudad y no entretenerse en otras actividades, en alusión a la posibilidad de los múltiples lanzamientos a diversas candidaturas políticas en las elecciones próximas. Recorrer las calles de Asunción es realmente deprimente, tanto en el centro como en la mayoría de los barrios. Calles rotas, aguas servidas, caos en el tránsito, semáforos que no se sincronizan entre sí, basura por doquier, “cuidacoches” y marginales que merodean en las calles o las emplean para lavar automóviles, todo eso ante la vista y paciencia de agentes de tránsito que no parecen servir para otra cosa que para poner multas a los automovilistas o sacarles dinero bajo la amenaza de retener sus vehículos. No se puede caminar en la mayoría de las calles del centro histórico y de muchos barrios descuidados hasta por sus propios vecinos, debido a la cantidad de veredas rotas, mientras los vendedores informales complican aún más la circulación. Tiene razón el arzobispo Valenzuela al reclamar un plan estructural para Asunción.
En la apertura del Congreso Eucarístico Arquidiocesano, realizado el pasado 15 de junio, el arzobispo Edmundo Valenzuela reclamó un plan de reforma estructural para Asunción. En una entrevista periodística dijo que “apena la imagen de la capital”, pidiendo al intendente Mario Ferreiro y a sus concejales trabajar por la ciudad y no entretenerse en otras actividades, en alusión a la posibilidad de los múltiples lanzamientos a diversas candidaturas políticas en las elecciones próximas.
Recientemente, en declaraciones recogidas por la prensa durante la inauguración de la guardería del Mercado 4, el intendente de Asunción anunció que el próximo 10 de julio tomará la decisión acerca de si se promoverá como candidato a la presidencia de la República en 2018 .No hizo mención a sus promesas electorales y a las que formuló al asumir el cargo, cuando, al igual que sus antecesores, prometió embellecer, modernizar y hacer más amigable la capital del país para sus habitantes y visitantes. No obstante, es notorio que desde entonces a la fecha poco o nada cambió nuestra capital, tanto en su aspecto general cuanto en su orden interno. Recorrer las calles de Asunción es realmente deprimente, tanto en el centro como en la mayoría de los barrios. Calles rotas, aguas servidas, caos en el tránsito, semáforos que no se sincronizan entre sí, basura por doquier, “cuidacoches” y marginales que merodean en las calles o las emplean para lavar automóviles, todo eso ante la vista y paciencia de agentes de tránsito que no parecen servir para otra cosa que para poner multas a los automovilistas o sacarles dinero bajo la amenaza de retener sus vehículos.
No se puede caminar en la mayoría de las calles del centro histórico y de muchos barrios descuidados hasta por sus propios vecinos, debido a la cantidad de veredas rotas, impracticables para gente mayor, y ni qué decir para personas con dificultades de locomoción. Los vendedores informales complican aún más la circulación normal, ocupando veredas, calzadas, ochavas y cualquier espacio que les convenga, generalmente donde hay mayor concurrencia de gente, puesto que esto es lo que hace prosperar sus negocios. Hay residencias que están completamente cercadas por estos puestos o tienduchas, sin que sus ocupantes se atrevan siquiera a protestar por temor a represalias.
En el centro histórico asunceno, especialmente, puede verse el abandono casi total de parte de la atención municipal. Las edificaciones otrora lujosas, símbolos de las zonas comerciales y residenciales hasta los años setenta, hoy se ven rajadas, derruidas, con la vegetación creciendo en sus techos y balcones, destruyendo sus fachadas y hasta amenazando con que parte de la mampostería se derrumbe sobre los peatones en cualquier momento.
Como esta zona de la ciudad fue abandonada, cualquiera hace allí lo que quiere. Se la ensucia o poluye con cartelería ordinaria y afiches de pésimo gusto y factura que dan una tétrica imagen al visitante y hasta al asunceno. Hay varias ordenanzas que disponen medidas de protección y hasta de promoción del centro histórico, pero, por algún motivo nunca declarado, no se las aplica, a pesar de la buena voluntad demostrada por propietarios y arrendatarios en cooperar para recuperar la calidad urbanística del centro.
Las plazas públicas del centro histórico, especialmente en el área ribereña, se hallan en total estado de dejadez, aun siendo la primera zona visitada por los turistas. En este momento, al igual que en ocasiones anteriores, desde hace al menos medio siglo, sirven de asentamiento a
quienes escapan de la crecida del río. Luego las dejarán destruidas y deberán ser parquizadas de nuevo, a costa de los contribuyentes, solo para volver a ser destruidas en la próxima ocasión similar que se presente.
Luego habría que listar los pésimos trabajos de mantenimiento de la pavimentación, del alcantarillado sanitario, de los desagües pluviales, el tránsito caótico, la contaminación ambiental, sonora y visual, que convierten a esas calles en un desagradable ejercicio para quienes tienen que transitarlas sin poder evitarlas.
Al dejar la Municipalidad abandonado el centro asunceno, se apoderaron de él los marginales, los desocupados, los vendedores callejeros de productos de contrabando, los taxistas, los cambistas, los cocineros ambulantes y toda clase de aventureros que van a buscar alguna oportunidad lícita o ilícita para hacerse con algún beneficio. Todos estos se distribuyen los espacios y los privilegios para usarlos como si tuviesen derecho de propiedad particular sobre ellos. Nadie los enfrenta, nadie les discute. No hay autoridad interesada en poner orden y hacer respetar las normas.
En los demás barrios, en referencia a los cuales la Comuna acostumbra jactarse de su trabajo con comisiones vecinales, las cosas no están mucho mejor. En ocasiones, el paisaje urbano, social y ambiental es patético. Buen ejemplo son los barrios Republicano, Roberto L. Petit, Santa Librada, San Antonio y otros donde abundan calles sin veredas, basurales, aguas servidas y baldíos sin cercos ni cuidados.
Se diría que para los intendentes y concejales que se sucedieron en sus cargos en las últimas décadas, el mejoramiento del aspecto estético general de la ciudad, su ornato, su arborización, su parquización y tareas similares no pasan de constituir asuntos secundarios, a tratarse “después de todo lo demás”.
Tiene razón el arzobispo Valenzuela al reclamar un plan estructural para Asunción. Este proyecto no solo debería involucrar a la Comuna, sino también a la Essap, a la ANDE, a la Seam, a varias dependencias públicas más y, especialmente, al Gobierno de la República. Así es como se trabaja en todas las ciudades que se ganan el respeto mundial, con organismos ejecutivos, multisectoriales y mantenidos al margen de las mezquinas luchas políticas.