Un patrón de líder
El día en el que alguien estaba cumpliendo 3 años secuestrado, el Presidente bromeaba ante una muchedumbre de funcionarios sobre poner entre rejas a sus adversarios políticos.
El episodio describe el estilo de liderazgo y las prioridades en el esquema mental de quien dirige el país.
Algo que, parafraseando a los publicistas, define el “Top of Mind”, o sencillamente lo primero que le viene a la mente a la persona en cuestión.
Así, sin teleprompter ni discursos escritos, es más fácil conocer lo que genuinamente piensa.
Episodios hay muchos, como cuando hace días sugirió en un tono de enojo que una pareja de periodistas debería estar presa, pero al día siguiente, bajando el tono, trató de ironizar sobre el caso.
De este modo, el problema de su falta de capacidad de oratoria permite que accedamos a su real forma de pensar, aunque luego sus asesores intenten corregir lo andado.
No es sorpresa, pero sí constatación, que lejos de pensar co- mo estadista, el Presidente sigue pensando como patrón, como dueño de una empresa en la que no debe rendir cuentas a nadie, olvidando que por su investidura es, en realidad, el primer empleado del país.
Y si de señales, simbolismos y prioridades mentales se trata, solo basta recordar también que el mismo día en el que sonaba la polca con loas al dictador Stroessner en un acto del candidato oficialista en Canindeyú, la fiscalía imputaba a 10 torturadores del stronismo por crímenes de lesa humanidad.
¿Es este el estilo de liderazgo que necesitamos como país? Claramente no.
Con una cultura política tan debilitada por el culto a la personalidad, el servilismo, la prepotencia y el bajo afecto hacia la democracia como sistema de gobierno, necesitamos líderes que transformen la realidad, que orienten con su ejemplo y que promuevan valores, y no personas que solo intenten contentar al auditorio con chistes o comentarios de mal gusto, por el solo hecho de intentar caer bien a la masa, pues ya de esto se ocupan los animadores de eventos.
Un buen líder guía y es capaz de mostrar el camino que cree correcto y avanzar hacia él.
El liderazgo político es una gran responsabilidad. De un presidente se espera que esté a la altura de su investidura y del contexto político en el que se desenvuelve.
Un líder positivo transforma actitudes hostiles, influye en la forma de pensar de quienes lo siguen, predica con el ejemplo y deja un legado. Algo que puede ser continuado incluso cuando ya no esté. Un verdadero cambio. Una verdadera transformación que no depende del voluntarismo de una sola persona.
Un líder genuino une a la patria, no la divide. Promueve la tolerancia al otro y el respeto a las minorías, y es capaz de estar por encima de las mezquindades de muchos de sus oponentes.
¿Por qué nos centramos en el Presidente? Porque es el principal líder del país, porque nuestra historia y sistema político lo colocan como una figura importante en el proceso de construcción de nuestra identidad, porque es ejemplo, bueno o malo; y porque es quien tiene las herramientas y el poder delegado, para administrar el Estado y corregir las profundas desigualdades.