Encontrar alivio
Mt 11,25-30
desde hace muchos años y no conseguimos solucionar debidamente, y varios otros abatimientos.
Hay que buscar el remedio para todo esto, y en esta búsqueda disponemos de caminos razonables y de caminos estúpidos.
Seguramente, de nada sirve ahogarse en la bebida, pasar días y noches trabajando como buey alquilado, vomitar culebras y lagartos contra propios y extraños, acostarse con gordas y flacas o comprar la mitad de un shopping.
La decisión más feliz es acercarse a Jesucristo y, con un corazón sincero, poner en su corazón los dramas que tenemos que vencer. Tenemos que aprender a dialogar con el bondadoso Señor, no tener miedo de buscar momentos de silencio para encontrarnos con Él.
Él es muy receptivo y sostiene: “Vengan a mí, todos”, y esto significa que nadie está excluido de su protección. Sin embargo, es claro también: “Vengan a mí”, es decir, no se alejen de mí, no se olviden de mí, no me cambien por cualquier ilusión cretina que les aparezca en las vueltas de la vida, no pierdan mucho tiempo con internet y redes sociales, a punto de olvidarse de Mí.
Asimismo, establece un criterio importante para poder recibir su consuelo, que es aprender de Él, que es paciente y humilde de corazón.
Para que no seamos aplastados por las dificultades comunes y corrientes del día a día, hemos de ser más humildes y no adoptar la actitud de supuesta superioridad en relación a los demás.
Igualmente, tratemos de ser más pacientes, de ejercitar la virtud de la tolerancia, de disciplinar la lengua para no herir con palabras agresivas.
Cristo tiene poder para aliviarnos, y lo quiere hacer, sin embargo, hemos de cargar con su yugo suave, lo que significa poner en práctica sus enseñanzas en las varias dimensiones de la existencia humana, de modo especial, en la dimensión económica y moral.
La conclusión de esta gracia de Dios, junto con el esfuerzo humano, es muy agradable: encontrar alivio para el espíritu y sensación de deber cumplido.
Paz y bien. hnojoemar@gmail.com