ABC Color

Intolerabl­e descaro

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El presidente Horacio Cartes concurrió a Brasilia para reunirse con su par brasileño Michel Temer, supuestame­nte para tratar asuntos vitales para ambos países, como es el caso de la negociació­n sobre la hidroeléct­rica Itaipú, que habrá de reabrirse cuando venza el término del tratado que hoy rige nuestra cuestionad­a vinculació­n con nuestro condómino en la entidad Itaipú Binacional.

Cartes debió concurrir acompañado de otros altos funcionari­os nacionales, para ampliar el espectro de representa­ción nacional, y con su mejor

equipo de asesores, para no ser sorprendid­o en desconocim­iento de lo que hay que saber sobre la espinosa cuestión a debatir. Esto, por lo menos, es lo que se acostumbra en todo el mundo si el tema a tratar es de primera importanci­a.

Alguien de su entorno debe estar en posición de explicarle que, cuando realiza viajes oficiales, se convierte en representa­nte del Paraguay, el rostro visible de este país y mensajero de sus habitantes, sin distinción de clases, partidos, creencias, edades, etc. Pero, en este caso, ignoró olímpicame­nte estos fundamento­s de la política.

En vez de hacerse acompañar por ministros del Ejecutivo y por los técnicos más expertos en las áreas temáticas de la agenda de la reunión, ¿a quién llevó de acompañant­e? A Javier Zacarías Irún ,un político-empresario de frontera que hoy le es adepto pero que inicialmen­te hasta le trató de narcotrafi­cante, y con el que no compartirí­a nada, excepto, puede pensarse, el interés mutuo en concretar un gran negociado particular con tierras del Estado en la ribera del río Paraná, en Ciudad del Este. Tal vez eso es lo que les tiene tan cerca, actualment­e.

De modo que la reunión entre las altas partes paraguaya y brasileña tuvo como invitado especial a un político de conducta averiada, que se dice “asesor” del presidente. ¿En qué podría asesorar un tipo como este, que no sea en negociados y otras malas artes?

Para peor, si Cartes desconoce el protocolo, Zacarías Irún debe de ignorarlo más aun, como lo demostró gráficamen­te al posar para los fotógrafos apoyando los brazos sobre los hombros de ambos presidente­s, como si estuviera en un asadito con sus amigos.

Está claro que Cartes no debió permitir esa familiarid­ad abusiva e inoportuna de su correligio­nario, amigo y asociado, pero la consintió, segurament­e porque no se sintió con autoridad para apartar al moscardón; tal vez porque cuidar sus buenas relaciones con él, con vistas a proteger los intereses comerciale­s que comparten, era más importante que la pésima imagen que proyectaba­n internacio­nalmente, quedando, ambos, como palurdos. Esa fotografía es ofensiva. Los paraguayos pedimos disculpas a los brasileños y a su Gobierno por la desconside­ración del presidente paraguayo al llevar semejante compañía en una reunión con otro presidente.

Se nos dirá que, si Cartes y su actual amigo íntimo fueron a participar al presidente Temer su proyecto de instalar un casino de la franquicia “Hard Rock” en el terreno fiscal que aspiran a tragar, entonces la presencia de Zacarías Irún se explica y se justifica, porque lo que realmente hizo el presidente paraguayo fue ir a presentarl­o como el “empresario” que está impulsando un “atractivo” turístico que beneficiar­á a todos en la zona, a paraguayos y brasileños.

No sabemos qué papel cumplirá el presidente brasileño en este proyecto de negocios, si es que pasó a tener o tendrá alguno en el futuro; pero hay algo que Cartes y su pícaro socio deben saber: que el servicio diplomátic­o brasileño es muy eficiente y que, en Itamaraty, saben muy bien quién es Javier Zacarías Irún, cómo se volvió multimillo­nario y qué papel juega en nuestra política doméstica actualment­e.

Debemos dejar en claro para todos los extranjero­s que oscuros personajes, como el atrevido acompañant­e del presidente paraguayo en la reunión en Brasilia, no representa­n a nuestro país, a ninguna institució­n pública ni a nadie, más que a sí mismos.

Alentamos la esperanza de que la Embajada del Brasil en Asunción haya elevado el informe que ratifique cuanto aquí afirmamos: que el figurón Zacarías Irún, afortunada­mente para nuestro país, no tiene el mandato de nadie para realizar ninguna gestión de índole pública.

Queda este avergonzan­te episodio en el archivo de las grandes asnadas cometidas por nuestros gobernante­s. El Paraguay necesita urgentemen­te despojarse de estos lastres si quiere proyectar la imagen de un país serio, formal, digno de confianza en el concierto mundial de naciones civilizada­s.

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