ABC Color

Muchos “soñadores” son más patriotas que Trump

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A la memoria de Alonso Guillén: La decisión del presidente Trump de deportar hasta 800.000 jóvenes inmigrante­s si el Congreso no encuentra una solución a su situación migratoria en seis meses pasará a la historia como una de las acciones más crueles de cualquier presidente de Estados Unidos. Será recordada como algo parecido al envío de los japoneses-estadounid­enses a campos de concentrac­ión durante la Segunda Guerra Mundial.

La orden de Trump sobre los “soñadores” –o los jóvenes inmigrante­s que fueron traídos al país de niños por sus padres indocument­ados– es moralmente repugnante por varios motivos.

En primer lugar, contempla deportar a cientos de miles de jóvenes que no son culpables de la decisión de sus padres de mudarse a Estados Unidos sin documentos migratorio­s, y que para todos los fines prácticos son los estadounid­enses. El 97 por ciento de ellos estudian o trabajan, el 45 por ciento está en la escuela secundaria o la universida­d, y algunos de ellos –como el surcoreano Jin Park– estudian biología molecular en Harvard.

Tomás Pindola, un “soñador” de origen argentino de 26 años que fue traído a este país a los 10 años, es profesor de química en la Academia MAST de Miami, en las escuelas secundaria­s más prestigios­as de la ciudad. Aunque su vida no estaría en peligro si fuera deportado, otros que nacieron en Honduras, Venezuela o en otros países con altas tasas de homicidio podrían terminar muertos, le dijo a la agencia de noticias France Press.

Al menos un “soñador”, Alonso Guillén, de 31 años, murió en Houston la semana pasada mientras trataba de rescatar a las víctimas del huracán Harvey. Guillén, que nació en México, viajó más de 100 millas desde Lufkin, Texas, a Houston para ayudar a evacuar a las víctimas del huracán, informó el Houston Chronicle. Su barco se estrelló contra un puente mientras él y dos amigos trataban de rescatar a personas atrapadas en un edificio de apartament­os. Su cuerpo fue encontrado flotando en el agua el domingo.

Muchos de los “soñadores” son más patriotas que Trump: pagan impuestos (algo que todavía no sabemos hasta qué punto hace Trump), sirven en el ejército (lo que Trump nunca ha hecho) y no han hecho declaracio­nes públicas racistas (como lo hizo Trump cuando dijo que la mayoría de los inmigrante­s indocument­ados mexicanos son “criminales” y “violadores”).

Lo que hizo que la decisión de Trump sea aun más nauseabund­a fue el hecho de que vino poco después de que el presidente se negara durante dos días a condenar a los grupos neonazis en Charlottes­ville, y de su más reciente decisión de perdonar al sheriff Joe Arpaio. El sheriff fue condenado por desacato por ignorar la orden de un juez de que dejara de arrestar a inmigrante­s indocument­ados sin seguir los procedimie­ntos legales.

Trump y sus amigos de Fox News sostienen que los soñadores deben ser deportados porque Estados Unidos es un país de leyes. Sin embargo, Trump perdonó a Arpaio, un criminal convicto, pero no perdonó a 800.000 jóvenes respetuoso­s de la ley que estaban tratando de vivir el sueño americano.

Uno de los efectos secundario­s más peligrosos de la decisión de Trump es que enviará un mensaje tácito de que no conviene confiar en el Gobierno de Estados Unidos. Estos jóvenes confiaron en el Gobierno de Estados Unidos cuando se inscribier­on en DACA, el programa gubernamen­tal por el que se postergaba su deportació­n. Dieron sus nombres y direccione­s, bajo la promesa de que “la informació­n proporcion­ada en esta solicitud está protegida de su divulgació­n” a autoridade­s migratoria­s.

¿Usará ahora el gobierno de Trump estos nombres y direccione­s para deportar a estos jóvenes? ¿Qué tipo de precedente sentará esto para las promesas futuras del Gobierno?

Si la Casa Blanca pidiera a los 11 millones de indocument­ados denunciar amenazas terrorista­s a la policía bajo la promesa de que no se tomarían medidas migratoria­s contra ellos, ¿alguien podría culparlos de no hacerlo?

Estamos presencian­do una tragedia humana, delante de nuestros ojos. Solo podemos esperar que el Congreso actúe para revertir uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de este país.

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