ABC Color

Coimeros manchan la imagen del país.

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El relato hecho por un turista uruguayo que recienteme­nte visitó nuestra capital para asistir a un partido de fútbol, sobre la actuación de agentes migratorio­s y de los encargados del control del tránsito, en verdad es francament­e alarmante. Y no es que sea inusual oír este tipo de historias: lo que resulta aun más indignante en este caso es que, por unas míseras monedas, se mete a todo el país en el fango del descrédito. El mencionado turista fue acosado nada menos que por agentes de Migracione­s, de la Policía Municipal de Tránsito y de la Policía Nacional, según su relato. Un reconocido médico también informó a la prensa sobre un incidente que tuvo con agentes del PMT. Es una verdadera pena observar cómo la administra­ción de Mario Ferreiro, en casi tres años de ejercicio, no planteó una sola batalla contra la rampante inmoralida­d que campea en las calles y en las oficinas que manejan este sector, para poner cepo a los inescrupul­osos. El problema debe estar en el interés de la Intendenci­a, sea para crearse una buena imagen ante la ciudadanía, para mejorar la recaudació­n de las arcas municipale­s con lo que hoy queda en los bolsillos de los agentes, y para enviar a la cárcel a los coimeros.

El relato hecho por un turista uruguayo que recienteme­nte visitó nuestra capital para asistir a un partido de fútbol, sobre la actuación de agentes migratorio­s y de los encargados del control del tránsito, en verdad es francament­e alarmante. Y no es que sea inusual oír este tipo de historias: lo que resulta aun más

indignante en este caso es que, por unas míseras monedas, se mete a todo el país en el fango del descrédito.

Conforme al relato del turista uruguayo, sus peripecias comenzaron apenas traspasó la frontera. En Puerto Falcón lo detuvo un funcionari­o del Departamen­to de Migracione­s (coimeros especializ­ados en desplumar turistas) que, alegando “irregulari­dades” en los documentos del vehículo, le pidió dinero para ignorar el problema.

El siguiente golpe lo recibió en la ruta Transchaco, donde policías de tránsito asuncenos lo detuvieron por una infracción menor. Un tal “J. Largo” se encargó de comunicarl­e el motivo de su demora. Acto seguido se puso a hacer lo que estos tipos aprenden tan pronto como se visten con un uniforme: a enumerar una larga lista de problemas que le atribuyen al real o supuesto infractor. Le atribuyen una cantidad asombrosa de infraccion­es, luego le calculan una multa que es enorme (para negociar mejor y rebajarla al precio que van a convenir discretame­nte) y, por último, le informan de que concurrir a pagar la multa a una oficina municipal es imposible de hecho, por la hora, por el lugar y por la demora previsible.

Acogotado por todas partes el infractor real o supuesto –mucho más aún si es extranjero y está de paso–, suele ocurrir que se da por vencido y pide, por favor, que le den una solución rápida al problema. Este es el momento aguardado por los buitres de uniforme para pasar la factura. Esto es lo que le ocurrió al turista uruguayo, que ya a su salida del país, según su denuncia, fue atosigado esta vez por agentes de la Policía Nacional, y no tuvo más remedio que darles dinero para continuar su camino.

Según la base de datos de la Municipali­dad de Asunción, existe un inspector ayudante de la Policía Municipal de Tránsito, de nombre Junior Largo Bogado. Este reconoció que estuvo en ese procedimie­nto, que el extranjero supuestame­nte pasó la luz roja, pero admitió que no labró acta alguna en la que conste la irregulari­dad mencionada.

Es de esperar que el mismo sea denunciado y procesado por presunta corrupción. Pero no cabe ser optimistas al respecto, ya que el propio director de la 5ª Región de la Policía Municipal de Tránsito (PMT) de nuestra capital, inspector Florentín Ríos, si bien afirmó

que el “zorro gris” fue apartado del cargo mientras dure la investigac­ión, sostuvo que para progresar en el

caso se necesita la denuncia formal del ciudadano uruguayo, quien ya retornó a su país. En vista del trato recibido, es dudoso que quiera retornar al Paraguay a ese solo efecto. Además, consideran­do la maraña de nuestra Justicia significar­á que se quede a vivir aquí, más o menos. Puede presumirse entonces que, en poco tiempo, el agente Largo ya estará de nuevo “patrulland­o” a los turistas por las calles de Asunción.

Muy revelador también resulta la denuncia que realizó el conocido médico Francisco Manuel Perrotta. Si bien el mismo habría estado en infracción en el volante, lo que buscó es denunciar ante los medios y mostrar el presunto reclamo de una coima por parte de los agentes de tránsito, quienes inclusive lo habrían llevado hasta un lugar donde existe un cajero automático para que pudiera disponer del dinero correspond­iente.

Al igual que en el caso del agente Largo y el turista uruguayo, aquí también el responsabl­e de Comunicaci­ón de la PMT, Manuel Gamarra, dijo que, de haber pruebas y una denuncia formal, se abrirá el sumario contra los agentes intervinie­ntes. Es decir, a las autoridade­s de la PMT no les interesa la lluvia de denuncias que suelen existir a través de los medios de comunicaci­ón para iniciar sus propias investigac­iones internas para sanear la institució­n. Evidenteme­nte, eso sería como conspirar contra sus propios bolsillos.

Es una verdadera pena observar cómo la administra­ción de Mario Ferreiro, en casi tres años de ejercicio, no planteó una sola batalla contra la rampante inmoralida­d que campea en las calles y en las oficinas que manejan este sector, para poner el cepo a los inescrupul­osos.

Nada más revelador de la inmoralida­d que campea en la PMT es que los controles que realizan los “zorros” suelen intensific­arse en los meses de fin de año, lo que llevó a la gente a pensar que se trata lisa y llanamente de un “robo para la corona”, para las canastas de Navidad.

Es difícil esperar que la gente atracada por los inspectore­s del tránsito vaya a formular denuncias protocolar­es, por los engorrosos trámites que eso conlleva en tiempo y dinero y el escaso o nulo resultado que cabe esperar. No por eso se debe desistir de las denuncias a través de los medios de comunicaci­ón.

El problema debe estar en el interés de la Intendenci­a, sea para crearse una buena imagen ante la ciudadanía, para mejorar la recaudació­n de las arcas municipale­s con lo que hoy queda en los bolsillos de los agentes, y para enviar a la cárcel a los coimeros.

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