ABC Color

Los altos cargos públicos

- Gustavo.ortiz@abc.com.py

Gustavo Ortiz G.

Las autoridade­s gubernamen­tales en general –incluidas las regionales y locales– tienen que ser siempre las mejores personas en cuanto a conocimien­to, honestidad, laboriosid­ad y sensibilid­ad hacia los conciudada­nos a los cuales se deben como funcionari­os públicos. Sin embargo, aquello casi no existe cuando nos referimos a los altos cargos de la administra­ción pública –hay solo contadísim­as excepcione­s–, sino que ella está minada de gente que llega a esos puestos por el solo hecho de mostrarse serviles, llenar de elogios mentirosos y lisonjeros a sus jefes y “autoridade­s” de sus partidos para lograr que sean colocados inmerecida­mente en esos sitios, en perjuicio de los que realmente merecen y de la ciudadanía.

En estos momentos de campañas preeleccio­narias lo mencionado es más evidente aún, pues muchos de los beneficiad­os por el esquema deshonroso de cepilleris­mo no se preocupan siquiera en tratar de disimular esas bajezas humanas. Esas faltas de dignidad o decoro, afortunada­mente pueden ser conocidas más rápidament­e ahora mediante las redes sociales y otros avances tecnológic­os. Sin vergüenza alguna, hay personajes que ocupan funciones importante­s en el esquema del sector público que exhiben públicamen­te su pleitesía indigna para congraciar­se con los jerarcas en busca de seguir con sus beneficios, mientras varios de los que no se reducen a esa podredumbr­e ética están siendo desplazado­s impunement­e.

Y una pésima imagen dejan el presidente de la República, los ministros de su gabinete y los mal llamados dirigentes del partido de gobierno, al no desautoriz­ar a los lisonjeros, al no decirles que guarden la compostura y se dediquen a trabajar, a pensar en cómo mejorar los servicios por los que se les paga con dinero estatal, al no prohibirle­s que dejen sus puestos estatales para ir a actos de proselitis­mo partidario, al no exigirles calidad sin corrupción en sus tareas. Al contrario, ellos mismos alientan a que se produzcan aquellas situacione­s reprochabl­es e ilegales.

Todavía está fresca en la memoria de la gente que lee o escucha las noticias la exhortació­n que había hecho el mes anterior la directora de un hospital estatal de Caazapá, a través de la mensajería de WhatsApp, para que los funcionari­os del establecim­iento acudan a un mitin donde estaría el precandida­to del oficialism­o colorado, Santiago Peña, y pedía G. 10.000 como colaboraci­ón por cada concurrent­e. Después un supervisor educativo, del MEC, pidió a sus subalterno­s que vayan a retirar las “invitacion­es” para participar de otra reunión política proselitis­ta como la precedente­mente citada. Estos casos son más graves por tratarse de personas que representa­n institucio­nes muy sensibles para los habitantes: ministerio­s de Salud y de Educación. Y creerá la ciudadanía que ambos personajes ya fueron separados de sus cargos, pero no fue así. Y pudo haber ocurrido algo peor aún, pues tal vez sus superiores les hayan enviado resolucion­es de aumentos de salario, algún sobresueld­o o regalos por demostrar ser leales al corrupto sistema de selección de jefes de entidades oficiales.

Muchas de las institucio­nes públicas no funcionan como deberían precisamen­te porque en los puestos claves son designadas –o elegidas por voto popular– personas que no tienen apego a hacer esfuerzo por brindar cada vez mejor servicio, sino que solamente están interesada­s en los altos salarios y prerrogati­vas que el cargo concede, principalm­ente el manejo discrecion­al de dinero estatal para hacer contrataci­ones amañadas o simplement­e para simular adquisicio­nes o realizació­n de obras y así volverse millonario­s, tal como se ha demostrado en innumerabl­es investigac­iones periodísti­cas, sin que muchos de los autores de esos ilícitos sean castigados por la Justicia pese a las pruebas existentes.

La situación actual de la administra­ción pública, contrariam­ente a la versión oficial que ahora cuenta con medios propagandí­sticos que representa­n un retroceso en el rubro, no difiere casi de las anteriores en cuanto al manejo del erario, pues todavía abundan los nombramien­tos de favor en las plantillas de las represas hidroeléct­ricas y en la mayoría de las oficinas estatales. Los ávidos de dinero fácil que no escatiman lisonjas e incluso las hacen públicas en las redes sociales, así como los que les regalan fondos públicos al designarlo­s en puestos inventados y que incluso ni se presentan a sus oficinas, no son dignos de respeto, sino de repudio.

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