¿Hay luz al final...?
El departamento de Amambay es considerado por muchos paraguayos y por la opinión internacional como un lugar peligroso en donde la gente anda armada, donde pululan traficantes y sicarios que matan por un puñado de dólares. Sin embargo, la zona está poblada mayoritariamente por gente trabajadora que sueña con un porvenir mejor y que espera que, de una vez por todas, las autoridades nacionales, comunales y departamentales decidan brindar todas las condiciones de paz y tranquilidad a la región.
Actualmente, los amambaienses se encuentran en total estado de indefensión por las acciones repugnantes de un sistema judicial perverso al servicio del “mejor postor”, autoridades policiales y militares que se tapujan por ofrecer “protección” a indeseables narcotraficantes que ante la inacción del Estado paraguayo anidaron en la zona y se adueñaron del hermoso departamento fronterizo con Brasil.
En el decimotercer departamento de Paraguay, bendecido con una naturaleza exuberante, donde no solamente se cultiva marihuana, sino se producen toneladas de trigo y maíz y cuenta con una próspera actividad ganadera con la cría de animales de alta genética, los habitantes no pueden vivir tranquilos y en paz debido a que unos sanguinarios traficantes de drogas extranjeros los tienen cautivos con la complicidad de los responsables de las instituciones que tienen como función combatir y aniquilar a las bandas de delincuentes.
Es inaceptable seguir tolerando que el prostituido sistema judicial continúe negociando fallos favorables a traficantes y sicarios a cambio de sucios dólares provenientes del narcotráfico. No podemos seguir permitiendo que autoridades policiales, militares, fiscales y jueces estén al servicio de narcotraficantes, contrabandistas y sicarios que establecen el imperio del caos y del terror en Amambay y van extendiendo sus tentáculos a otros departamentos donde “los que mandan” son los hampones.
Todo apunta a que tenemos todavía un camino largo que recorrer antes de que llegue el día de que ese sistema corrupto, ese cáncer que corroe a nuestro país, sea extirpado. En nuestro país jueces y fiscales están siendo nombrados “a dedo” por los “compinches” y “padrinos” que ejercen altos cargos en los Poderes Legislativo y Ejecutivo, con los aplausos de quienes mueven los hilos desde el propio Poder Judicial y el Ministerio Público.
En un país serio no existirían jueces como el de Capitán Bado, Leonjino Benítez. Este magistrado, sin titubear y sin siquiera cumplir las más mínimas diligencias exigidas por las leyes, liberó al peligroso y sanguinario narco Felipe “Barón” Escurra. Al no poder explicar lo inexplicable, dijo que desconocía los antecedentes del sujeto que excarceló, ese al que los agentes brasileños, especializados en la lucha contra el crimen organizado, siguieron durante más de tres años para concluir con pruebas irrefutables que es responsable del envío de toneladas de marihuana al mercado brasileño.
Jueces y fiscales con similares características a las de Leonjino Benítez operan en el Poder Judicial –y en la política–. Estos ven como una bendición y una oportunidad de recibir unos cuantos “palos verdes” cuando por “desatino” algún narcotraficante cae en manos de la red de la justicia paraguaya.
Estamos cansados los amambaienses de tanta impunidad y decadencia del sistema judicial y de esa red de políticos enlodados con la mafia, de la falta de justicia, de la falta de autoridades honestas, competentes y patriotas. En la zona, y en todo el Paraguay, se necesitan jueces a quienes no les tiemble la mano para condenar a los delincuentes y liberar al que es inocente sin que haya “incentivo” monetario.
¿Hasta cuándo el Estado tendrá abandonados a su suerte a los amambaienses? El túnel es largo y obscuro y hasta el momento no divisamos ninguna luz de esperanza. Mientras esa situación no cambie, la mayoría de la población elegirá vivir callado por temor a ser la próxima víctima de la poderosa mafia, que campea y domina la frontera, con una justicia cómplice que los libera para matar y descuartizar a aquellos que osaron denunciar o publicar sus perversos hechos. candido@abc.com.py