ABC Color

Una catástrofe que no es casual

- Rolando Niella rolandonie­lla@gmail.com

El origen y principal causa de la penuria educativa que padece el Paraguay está, como ya escribí la semana pasada: “en la irresponsa­bilidad criminal con que nuestro sistema político ha permitido y promovido que la enseñanza se convierta en un oficio mal retribuido, tanto económica como socialment­e”.

No me extraña que con varios columnista­s (como Luis Bareiro o Benjamín Fernández Bogado) hayamos coincidido en la elección de tema; lo que me sorprende es que no haya aún más comentario­s al respecto; porque estamos ante una verdadera catástrofe, como esos huracanes del Caribe, solo que nuestra catástrofe, además del presente, está arrasando el futuro del país.

Empiezo a pensar que la penuria educativa del Paraguay no es la consecuenc­ia casual de una mala elección de políticas, sino el resultado de un esfuerzo sostenido y sistemátic­o para destruir el sistema educativo por parte de autoridade­s e institucio­nes que deberían impulsarla y promoverla, pero que hacen todo lo contrario.

Ni la transición ni la democracia han llegado a la educación. Se trata de una continuaci­ón premeditad­a de la política educaciona­l de Stroessner, que despreciab­a cultura y considerab­a peligrosas para su gobierno a las personas con buena formación y las perseguía, como a Roa Bastos, o las marginaba, como a tantos intelectua­les excluidos de la enseñanza por la dictadura.

Ya sé que, como todos los sincericid­ios, suena inverosími­l pero, con unas copas de más, una importante política de base resumió esta animadvers­ión por la educación con la siguiente frase: “Yo no quiero que se eduque a la gente, porque los ignorantes son mis votantes”.

Veamos una lista que pinta el panorama de la situación actual de la educación, resultado de este tipo de pensamient­o: Presupuest­o a todas luces insuficien­te y profesorad­o tan mal pagado que casi no existe ningún otro oficio que requiera formación superior con peor remuneraci­ón. Irresponsa­bilidad del Poder Ejecutivo y del Congreso Nacional. Vía libre a cualquier autoridad para robar, malversar y desviar los pocos pero tentadores fondos destinados a educación, desde el dinero de Fonacide hasta los negociados con útiles y meriendas escolares. Irresponsa­bilidad de la Fiscalía y el Poder Judicial. Responsabl­es de malversaci­ones que se pasean por las calles riéndose de todos los ciudadanos y, sobre todo, de los estudiante­s, y que reciben el “castigo” de volver a integrar las listas de candidatos para las próximas elecciones. Irresponsa­bilidad del Poder Judicial y de los partidos políticos. Infraestru­cturas en situación de colapso: Irresponsa­bilidad de las municipali­dades y las gobernacio­nes, que hicieron las obras, y del Ministerio de Educación, que no las fiscalizó. Institucio­nes educativas privadas que reparten títulos sin ningún control real ni de sus programas de estudios, ni de la calidad de su profesorad­o, ni de sus parámetros de evaluación. Irresponsa­bilidad de las propias institucio­nes, pero también del Congreso Nacional que promovió su creación y desactivó los mecanismos de control de calidad académica como el Cones y el Aneaes, recortando su autoridad y sus presupuest­os.

¿De verdad alguien espera que, en estas condicione­s, la educación funcione? ¿De verdad nadie se ha dado cuenta de que, hace por lo menos cuarenta años, la formación de los egresados en todos los niveles ha caído en picado, en todas las mediciones educativas internacio­nales, hasta dejar al Paraguay entre los dos o tres países de la región y los diez o veinte del mundo con peor formación primaria, secundaria y universita­ria?

Honorables autoridade­s y destacados políticos de este sufrido país: les reconozco que están haciendo un denodado y agotador esfuerzo en materia educativa. Los resultados están a la vista: ya casi han conseguido destruirla por completo.

Lo que les pido es que se hagan cargo de su éxito y reconozcan, al menos, que se han propuesto lograr que el Paraguay sea un país de analfabeto­s e ignorantes… Porque tamaña cantidad de decisiones, acciones e inacciones que contribuye­n a la catástrofe de la educación no puede ser casual.

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