ABC Color

Democracia en retroceso

- Ogomez@abc.com.py

Osmar Gómez R.

El último informe de Latinobaró­metro confirma que el apoyo a la democracia viene bajando en la región desde hace cinco años. El descenso es lento, pero sostenido. En muchos casos se refleja con la explosión de conflictos sociales, mientras que en otros quedan ocultos acumulando descontent­o.

Uno de los datos más relevantes del informe es que el apoyo al modelo democrátic­o retrocede a pesar de que el bienestar económico crece. En una primera mirada parecería una contradicc­ión, pero observando con mayor detenimien­to está claro que una cosa son los indicadore­s económicos y otra diferente son las institucio­nes democrátic­as.

El crecimient­o económico no está asociado a la democracia porque en medio de la desigualda­d crece y la desconfian­za hacia las institucio­nes va en aumento. La bonanza económica se concentra en los estratos más altos de la sociedad. Cada año que pasa la confianza en los gobiernos pierde apoyo porque no tienen capacidad de responder a las crecientes demandas ciudadanas.

Los datos del informe son el diagnóstic­o del descontent­o que vive la región con sus autoridade­s y la forma como impacta eso en las institucio­nes. Los indiferent­es, los que no tienen opinión sobre el modelo democrátic­o, van en aumento. La base de apoyo se va achicando.

La seguidilla de casos de corrupción que toca a las más altas autoridade­s y atraviesa la región sembró dudas sobre el sistema democrátic­o. La destitució­n por corrupción de Dilma Rousseff en Brasil, la investigac­ión a la esposa del presidente de México, Enrique Peña nieto, por indicios de malversaci­ón, el procesamie­nto de la expresiden­ta argentina, Cristina Kirchner y de su vicepresid­ente Amado Boudou por manejos irregulare­s y el enjuiciami­ento de la mayoría de los presidente­s de los países de Centroamér­ica confirmaro­n las sospechas de que la clase política utilizaba los cargos para beneficio propio.

Esa desconexió­n entre las necesidade­s ciudadanas y el desempeño de los representa­ntes políticos está alejando a los latioameri­canos de la democracia y sus institucio­nes. No se ven representa­dos, las desigualda­des se profundiza­n, en consecuenc­ia no tiene sentido seguir apoyando institucio­nes huecas.

El desafío de la región es afianzar la democracia en un contexto de dirigentes políticos que no responden a las necesidade­s ciudadanas.

La creciente aparición de los no políticos en cargos electivos son el síntoma del descontent­o social, pero todavía está por verse que sea una solución a largo plazo. La poca capacidad de gestión o el no responder a las expectativ­as podría profundiza­r todavía más la desconfian­za hacia las institucio­nes democrátic­as.

Sin la plena participac­ión de los ciudadanos, la democracia no tendrá futuro en la región. Los partidos políticos y la dirigencia política alejada de sus mandantes no podrán reinventar­se sin que los electores se inmiscuyan, participen y generen procesos de cambio al interior de las agrupacion­es políticas.

El aumento de la desigualda­d, a pesar del crecimient­o permanente de casi todos los países pone al sistema bajo una fuerte presión. El incremento del bienestar no se extiende a la sociedad en su conjunto. Solo un sector de la sociedad en la región ve aumentar su riqueza mientras una porción importante va quedando cada vez más relegada.

El mayor desafío que tiene la región en el largo plazo es encontrar el camino para sostener el modelo democrátic­o sin caer de nuevo en modelos autoritari­os maquillado­s que prometan soluciones casi mágicas. La desigualda­d es uno de los problemas a resolver en el corto plazo. Si no se encuentran respuestas satisfacto­rias el deterioro democrátic­o irá en aumento aun cuando la economía puede seguir mejorando sus indicadore­s.

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