Divorcio entre democracia y economía
La democracia como sistema de gobierno va sufriendo un deterioro constante en los últimos años, en tanto los índices macroeconómicos tienden a subir, aunque esto no significa una mejora de las clases sociales menos favorecidas. Esto afirma, en síntesis, el informe Latinobarómetro 2017, que contiene datos preocupantes de la realidad latinoamericana.
El estudio citado resalta que hay dos extremos inquietantes: por un lado, la ciudadanía concede cada vez menos valor a la democracia y, por otro, en promedio, los avances económicos en la región indican que se registra una menor cantidad de hogares con dificultades para satisfacer sus necesidades básicas.
Latinobarómetro afirma que, por diversos motivos y en diferentes circunstancias, en general los habitantes de nuestro continente no se muestran entusiasmados con la democracia porque consideran que, en los hechos, los gobiernos favorecen a unos pocos y no tienen en cuenta las necesidades de las mayorías. Hay un declive lento pero sostenido de la democracia como un valor cívico.
En cuanto al campo económico, el informe destaca que se registran avances y crecimientos, en cuanto a inversiones de capital e índices del nivel macro en lo financiero y comercial. Pero este rostro positivo no es generalizado, pues el bienestar material no alcanza a las mayorías populares, lo que comúnmente se conoce como carencia de desarrollo social.
Aunque este informe retrata al continente latinoamericano, pareciera que está hablando específicamente de Paraguay, porque tanto lo que dice de la política como de la economía se aplican perfectamente a nuestra nación.
Aquí también puede percibirse el desencanto de la ciudadanía en relación a la democracia y los partidos políticos. Aunque llevamos casi 30 años de la posdictadura, nuestra tambaleante democracia nunca termina de consolidarse y existen serias deficiencias en el funcionamiento de los tres poderes del Estado. Las constantes denuncias confirman que hay una disociación entre los altos ingresos y privilegios de un reducido segmento poblacional y la precaria situación económica de grandes sectores de la ciudadanía, como si habitásemos en dos mundos cercanos pero en paralelo, sin mezclarse.
En la esfera económica el país tendrá este año un crecimiento de más del 4%, con un buen nivel de inversiones de capital y números macroeconómicos, un dólar estable, la libertad de remitir utilidades al exterior y seguridad jurídica en los negocios. Pero esta positiva situación no llega a los sectores populares, no reduce los niveles de pobreza y miles de familias deben luchar arduamente cada día para llevar el pan a la casa.
Entonces, pareciera que coexisten dos Paraguay: el de satisfactoria democracia con crecimiento económico y el de los ciudadanos desilusionados de la política con necesidades básicas insatisfechas. Política y economía son dos ámbitos diferentes, con sus propias leyes y procesos específicos, pero en la vida cotidiana están muy unidas porque deberían crecer apoyándose mutuamente y no, como ahora, desplazándose cada una por caminos diferentes.