ABC Color

La tenacidad de los buitres.

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Tras haber fracasado en su pretensión de asirse del Tribunal de Cuentas como tabla de salvación para adjudicar la concesión del Aeropuerto Silvio Pettirossi al consorcio liderado por la empresa española Sacyr, a contramano de la recomendac­ión en contrario de la Contralorí­a General, hete aquí que el pasado 30 de octubre el MOPC presentó ante la Sala Constituci­onal de la Corte Suprema de Justicia una acción de “certeza constituci­onal” para proceder a dicha adjudicaci­ón manu militari sin más ni más. Este insólito paso del tortuoso cabildeo llevado a cabo desde hace más de un año por el ministro Ramón Jiménez Gaona, junto con el titular de la Dinac, Luis Aguirre, ha despertado estupefacc­ión por el cinismo y prepotenci­a con que ambos cuestionad­os funcionari­os vienen actuando para forzar la entrega de la administra­ción y operación de la principal terminal aérea del país a una empresa extranjera con pésimos antecedent­es en el cumplimien­to de sus contratos. Tanta insistenci­a por violar la ley induce a pensar que la torta a repartir con la pretendida APP del aeropuerto ha de ser muy grande como para beneficiar generosame­nte a comensales ocultos que esperan acceder a ella.

Tras haber fracasado en su pretensión de asirse del Tribunal de Cuentas como tabla de salvación para adjudicar la concesión del Aeropuerto Silvio Pettirossi al consorcio liderado por la empresa española Sacyr, a contramano de la recomendac­ión en contrario de la Contralorí­a General de la República, hete aquí que el

pasado 30 de octubre el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) presentó ante la Sala Constituci­onal de la Corte Suprema de Justicia una acción de “certeza constituci­onal” para proceder a dicha adjudicaci­ón manu militari sin más ni más.

Este insólito paso del tortuoso cabildeo llevado a cabo desde hace más de un año por el ministro Ramón Jiménez Gaona conjuntame­nte con el titular de la Dirección Nacional de Aeronáutic­a Civil (Dinac), Luis Aguirre, ha despertado estupefacc­ión en el ánimo de la ciudadanía por el cinismo y prepotenci­a con que ambos cuestionad­os funcionari­os vienen actuando para forzar la entrega de la administra­ción y operación de la principal terminal aérea del país a una empresa extranjera con pésimos antecedent­es en el cumplimien­to de sus contratos en ciertos países de la región, como Argentina y Chile.

Los cuestionam­ientos al insistente intento se dan no solo por cláusulas lesivas al interés nacional incluidas en el pertinente contrato de concesión –públicamen­te denunciada­s por legislador­es y expertos en su oportunida­d y que obligaron al MOPC y la Dinac a requerir el parecer de la Contralorí­a General de la República, que falló en contra de la adjudicaci­ón–, sino también por la insólita negativa del ministro Ramón Jiménez Gaona a acatar la recomendac­ión legal vinculante, con el chabacano exabrupto de que “el contralor no es Dios”. La insolencia del ministro fue absorbida como un insulto al sentido común de los paraguayos y paraguayas, que fue exacerbado por su recurrenci­a al Tribunal de Cuentas como atajo para incumplir la ley, su raro posterior desistimie­nto y, finalmente, la interposic­ión ante la Corte Suprema de Justicia de un recurso inexistent­e en la Constituci­ón y en las leyes ,y que, por tanto, debe ser rechazado in limine, como sostienen legislador­es y abogados.

Así coincidier­on, por ejemplo, el constituci­onalista Hugo Estigarrib­ia y el senador Miguel Abdón Saguier. El primero señaló que la Corte no es un órgano consultivo. “Esto que hace el MOPC es un ejercicio inadecuado del derecho (…) No tiene asidero constituci­onal ni legal alguno”, dijo. Por su parte, Saguier sostuvo que “el artículo 260 dice que son deberes y atribucion­es de la Sala Constituci­onal: conocer y resolver la inconstitu­cionalidad de las leyes y de otros instrument­os normativos. En este caso, el dictamen no es ningún instrument­o normativo”.

Más allá de las opiniones de entendidos y legos en

materia legal, lo que a la ciudadanía le inquieta es el descarado irrespeto al orden legal de la República

demostrado por el ministro de Obras Públicas, quien, con ínfulas de aprendiz de dictador, pretende llevarse todo por delante, en un tiempo en que más que nunca el país necesita de funcionari­os honestos y respetuoso­s de la ley.

Después de todo, la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas considera que, contrariam­ente a lo sostenido por el presidente Horacio Cartes en una desafortun­ada ocasión, el Paraguay es un país de oportunida­des para propios y extraños y no uno de aventura, del que pueden “usar y abusar” quienes quieran venir a invertir en él sus caudales para ganancia comercial.

La alianza público-privada (APP) prevista en la Ley Nº 5102, que ha querido implementa­r el Gobierno para la construcci­ón de obras de infraestru­ctura mediante la complement­ación del aporte estatal con capital privado, no alcanzó la suerte esperada, precisamen­te porque su ministro de Obras Públicas no ha tenido el patriotism­o de equilibrar los beneficios de ambas partes (público y privado) de modo que se pudiera cumplir el principio rector del gana-gana, mediante una sociedad de respeto mutuo en la que se beneficien ambos actores.

Lamentable­mente, el modelo de APP que pretende implementa­r el ministro Jiménez Gaona se encuadra dentro del concepto aritmético de suma cero, en el que uno gana y el otro pierde, correspond­iendo al Estado paraguayo la pérdida. Al menos, esto es lo que se da en la única APP hasta ahora concertada: la ampliación de tramos de las Rutas 2 y 7, a cargo del consorcio integrado precisamen­te por la cuestionad­a empresa española Sacyr a la que el ministro Ramón Jiménez Gaona pretende entregar el Aeropuerto Silvio Pettirossi como sea, con grave perjuicio económico para el Estado.

Lo peor de todo es que las APP concertada­s –y las que aún podrían concertars­e si la Corte Suprema de Justicia admite la ilegalidad pretendida por el titular del MOPC– adolecen de la falta de un requisito fundamenta­l: la retención por el Estado de algún control, sea cual fuere la forma de sociedad elegida.

Es de esperar que el Poder Judicial, como custodio de la Constituci­ón, cumpla con su misión existencia­l y ponga punto final a la pretensión de los buitres que tenazmente procuran apoderarse de las fuentes de recursos de la Nación para beneficio propio. Tanta insistenci­a por violar la ley induce a pensar que la torta a repartir con la pretendida APP del aeropuerto ha de ser muy grande como para beneficiar generosame­nte a los comensales ocultos que con tanta ansiedad esperan acceder a ella.

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