Fue en octubre o sea noviembre
SALAMANCA. La tan mentada revolución del 17 de octubre en realidad fue en noviembre y el pretendido equívoco se debe a la diferencia de calendarios utilizados. Así podemos tener dos recordaciones. Pues sea en un mes o en otro, este año se conmemora el centenario de una revolución que marcó toda la historia del siglo XX más con sus sombras que con sus luces. Es explicable que la historiadora rusa Mira Milosevich haya escrito en la revista española “Claves”: “La cuestión clave no es por qué se produjo el colapso del sistema soviético, sino cómo fue posible que perdurara más de setenta años”.
No me voy a referir al momento en que se instauró este sistema con el asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo sino a algunas contradicciones y no precisamente aquella de la que hablaba Marx y luego Lenin. Como parte de estas recordaciones, Vladímir Putin acaba de inaugurar en Moscú un monumento a las víctimas del Gran Terror que desató Stalin sin olvidar el que ya había puesto en marcha el propio Lenin, quien estaba convencido que solo se podía gobernar a través del terror. Las víctimas se calculan por millones aunque es posible que nunca se sepa la cifra exacta, ya que las autoridades tenían algunos recursos para llevar la contabilidad disfrazada con términos diferentes. Por ejemplo, cuando alguien era apresado y fusilado tras juicio sumarísimo, o también sin juicio alguno, se le comunicaba a su familia que había sido enviado a un campo de reeducación “sin derecho a visita ni correspondencia”. Lo sorprendente es que este monumento se encuentra a pocos metros de otro levantado a Stalin, vale decir, el verdugo tiene a la vista a sus víctimas.
Lenin fue la cabeza visible de la creación de un Estado de partido único, como luego se repitió en Cuba. Esto conduce lógicamente al Estado de pensamiento único ya que inmediatamente se ponen en funcionamiento todos los mecanismos necesarios para neutralizar cualquier pensamiento que entre en conflicto con el pensamiento oficial. Así, nada más triunfar la revolución que llevó a los bolcheviques al poder, se organizó la propaganda con la creación de sus propios periódicos y el Comité Militar Revolucionario clausuró toda la “prensa contrarrevolucionaria”. O mejor dicho la ahogó por diferentes caminos que, curiosamente, son idénticos a los que utilizan hoy día los gobiernos dictatoriales, no importa su signo.
La revolución, que era proclamada como la creación de una nueva etapa en la historia de la humanidad y el surgimiento del “hombre nuevo”, se preocupó por la cultura y cómo debía ser la que correspondía al proletariado. Se impuso de este modo el realismo socialista con sus gigantescas esculturas glorificando el trabajo y la lucha armada, para concluir con los “padres de la patria”: Karl Marx, Lenin, Stalin y otros. Los artistas más importantes de la época sostenían que el “arte debía de ser útil” y todo aquel que no lo era, se consideraba “arte burgués”.
Hay casos como el pintor Kazimir Malévich, a quien no se le permitió exponer sus obras abstractas y terminó muriendo en la miseria. Sin embargo, unos años atrás estuve en una exposición gigantesca que se realizó en Madrid bajo el título de “Las vanguardias rusas”, cuyos afiches y la cartelería estaban hechos con base en su célebre “Círculo negro sobre blanco”. También se persiguió a poetas notables cono Yesenin o Mayakovsky que terminaron suicidándose. Alexandr Solzhenitsyn estuvo preso en el Archipiélago Gulag; Boris Pasternak se vio obligado por el gobierno a rechazar el Nobel de literatura. Después de haber leído el original de “Vida y destino” de Vasily Grossman, un verdadero monumento literario, el censor le dijo que no se publicaría ni de aquí a trescientos años. A los músicos no les fue mucho mejor, ya que Shostakovich, Prokófiev y Jachaturián fueron llamados al orden por utilizar pocos temas folklóricos en sus composiciones. Se me acabó el espacio pero podría seguir mencionando hechos por dos días más. Solo me planteaba qué es lo que debemos celebrar.