Honorables
Al pasar frente al Congreso un hombre escucha un tremendo griterío que sale desde el edificio: - Ladrón, mentiroso, coimero, difamador, sinvergüenza, usurero, corrupto, vendido, aprovechador, caradura, falso, inútil, estafador, vago, saqueador, bobo, oportunista, tramposo…
El hombre asustado le pregunta al guardia de la entrada:
- Señor, ¿qué pasa adentro? ¿se están peleando?
- No, responde el guardia, yo creo que están llamando la lista.
Seguramente lo habrá leído o escuchado más de una vez en forma de chiste y con algunas variantes. La pregunta es si solo sigue siendo una broma.
Solo basta repasar la actual lista de congresistas, para encontrar allí a acusados por sus propios colegas de narcotraficantes, extorsionadores, articuladores de fraude, traficantes de influencias, extorsionadores de jueces y fiscales, sobrefacturadores profesionales, blanqueadores de delincuentes, usureros, abigeos, contrabandistas, coimeros y prebendarios.
Claro que también hay gente decente, pero el desafío es cómo hacer para ponerles un brete a los pillos.
Los más conformistas y resignados dirán que es culpa de la gente que los vota, algo demasiado simplista si miramos las reglas de juego.
En primer lugar hay que insistir en dos temas fundamentales para el acceso al cargo parlamentario, el desbloqueo y el pleno control de la financiación electoral, incluyendo lógicamente a las internas de los partidos.
El desbloqueo no va a ser la solución mágica, lo sabemos, pero le dará mayor poder al elector para premiar o castigar. El actual sistema de “lista sábana” obliga a que si alguien quiere que ingrese el candidato número 10 de una lista para el senado, debe darles obligatoria y preferencialmente su voto a los primeros nueve, entre quienes generalmente se encuentran Barba Negra, Francis Drake y Henry Morgan, por decisión del cacique del movimiento.
Y si de reformas se trata, ya que se habla de cambiar la Constitución en el próximo periodo, un tema fundamental es la posibilidad de incorporar la revocatoria de mandato para quienes se atornillan cinco años a sus sillones de impunidad, con pactos que prostituyen el genuino espíritu de los fueros parlamentarios. Una protección para el libre ejercicio del mandato popular, convertida por lógica de la complicidad política en un escudo de impunidad para los delitos comunes.
Si la Constitución se reforma, habría que revisar también la participación de políticos en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Es viejo el debate sobre la necesidad de control político sobre la justicia, pero el actual diseño solo sirvió para el chantaje, la extorsión, los favores personales y el sometimiento.
Honorable, digno de ser honrado. Es la primera acepción que le da a la palabra, la Real Academia de la Lengua Española.
Se entiende el concepto si pensamos que esas mismas bancas alguna vez fueron ocupadas por doña Carmen de Lara Castro, don Fernando Vera, don Feliciano Martínez o don Waldino Ramón Lovera.
Ellos hoy ya no están, pero algo más puede hacerse para que los decentes sean mayoría.