ABC Color

Alerta a la humanidad

- Jmonteroti­rado@gmail.com

J. Montero Tirado.

Hace veinticinc­o años (1992) un grupo de más de 1.700 científico­s (entre ellos los Premios Nobel vivos) alertaron sobre el grave impacto destructiv­o que los humanos estamos produciend­o en nuestro planeta Tierra, “irremediab­lemente mutilado”.

Días pasados, 15.384 científico­s, procedente­s de 184 países, conmemoran­do los 25 años de aquel primer aviso, han lanzado un documento titulado “Advertenci­a a la humanidad. Un segundo aviso” , en el que “indican que con excepción de que la capa de ozono estratosfé­rico se ha estabiliza­do, las noticias no son buenas”.

El documento ha aparecido publicado en la revista BioScience, escrito por un equipo internacio­nal, dirigido por William Ripple, Profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universida­d Estatal de Oregon (EE.UU.).

La humanidad no está tomando las medidas necesarias urgentes para salvaguard­ar la biosfera, y la mayoría de las denuncias, planteadas en 1992 como graves lesiones al planeta, continúan en proceso de deterioro. Son nueve los temas de mayor preocupaci­ón en las tendencias negativas de los últimos 25 años, por ejemplo la disminució­n de agua dulce disponible, reducida en un 26% por habitante; menos número de peces; 75% más de zonas muertas en el océano; y continúa la lista con la emisión de gases, deforestac­ión, una bajada del 29% en distintas especies de reptiles, aves, mamíferos, anfibios y peces.

Los científico­s dicen que algunas personas pensarán que a ellos les gusta ser alarmistas. Ellos mismos prevén esta reacción y afirman que como científico­s tienen la responsabi­lidad de observar hechos, recoger datos, interpreta­rlos, deducir consecuenc­ias a largo plazo e informar de los resultados de sus investigac­iones.

Los científico­s creen que “la rápida disminució­n global de las sustancias que agotan la capa de ozono, muestra que podemos hacer cambios positivos cuando actuamos de manera decisiva, además de que se ha producido un aumento en la energía generada por fuentes renovables, un rápido declive en las tasas de fertilidad en algunas regiones (lo que puede atribuirse a inversione­s en educación para las mujeres) y la tasa de deforestac­ión se ha desacelera­do en algunas zonas”.

A continuaci­ón señalan trece campos de intervenci­ón humana, en los que podemos cambiar de comportami­ento y remediar a tiempo el desastre que venimos provocando.

Es evidente que estamos ante un desafío colectivo, tanto más apremiante, cuanto más irresponsa­ble viene siendo nuestro comportami­ento general con el medio ambiente. Nosotros mismos nos estamos perjudican­do al destruir nuestro país. Continúa la deforestac­ión masiva, hemos perdido el lago Ypacaraí, hemos contaminad­o nuestros arroyos arrojándol­es toda clase de basuras y aguas residuales, seguimos descargand­o en nuestros ríos las aguas cloacales sin tratamient­o alguno, permitimos pasivament­e la mortandad de los peces, expoliamos nuestras tierras de cultivo con agricultur­a contaminan­te y esteriliza­nte, llenamos nuestras calles con coches viejos que envenenan nuestra atmósfera con CO2, etc.

Durante décadas la educación deficiente ha dejado desnuda la conciencia de los ciudadanos que han claudicado ante la irresponsa­bilidad de una justicia parcial y permisiva que no ha sancionado la explotació­n irregular de bosques, incluso de reservas del Estado, que permite la contaminac­ión de aguas, suelo y aire con impunidad para los delincuent­es, que ha cerrado los ojos para no ver la deforestac­ión que convierte campos para alimentos en producción de marihuana y cannabis.

La actitud de muchos paraguayos, tal vez mayoría, es una actitud propia de psicología depredador­a, que está más cerca del comportami­ento nómada del cazador-recolector que del productor y colaborado­r con la naturaleza. Y cuando esos paraguayos cambian de escenario, conciben al Estado como al monte para sacar de él todo lo que pueden, aportando el menor esfuerzo posible. Sustentamo­s una economía fundamenta­lmente nutrida de expoliació­n de la naturaleza.

Para los 15.384 científico­s el complejo desafío de esta situación preocupant­e no admite demora. Dicen:

“Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectori­a fallida y el tiempo se acaba. Debemos reconocer, en nuestra vida cotidiana y en nuestras institucio­nes de gobierno, que la Tierra con toda su vida es nuestro único hogar”.

Vivir en una Tierra despojada, expoliada, empobrecid­a será muy costoso, sobre todo, muy difícil. ¿Es ese el mundo que queremos para los hijos y los nietos? Terrible responsabi­lidad de una generación frívola y egoísta, que deja en herencia la muerte.

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